El futuro de la OTAN divide a sus miembros
Una ceremonia discreta en la sede bruselense de la OTAN (Organización para el Tratado del Atlántico Norte), marca hoy el XXX aniversario de la firma del Tratado que el 4 de abril de 1949 creó la Alianza Atlántica, en Washington. Tres décadas de paz en Europa son el mejor aval de la OTAN, aunque el actual aniversario coincida en un momento de dificultades internas y el cambio de clima Este-Oeste, despues de la época de «guerra fría » tras la derrota del nazismo.
Hoy existe un «diálogo» entre los dos grandes bloques militares, OTAN y Pacto de Varsovia, pero continúa el riesgo de un enfrentamiento ante la escalada permanente de armamentos en cada bando. Mientras algunas voces se levantan contra la política de bloques militares Este-Oeste, otras intentan reforzarlos. Por parte de la OTAN, con la esperada adhesión de España; del lado del Pacto de Varsovia, con la idea de la URSS de vincular a Yugoslavia.A escala interna hay diferencias importantes entre los propios miembros de la OTAN. Las más significativas van desde la retirada, en 1966, de Francia del Comité de Planes de Defensa, seguida del conflicto greco-turco entre «aliados», a propósito de Chipre y, el último capítulo, la oposición de varios Estados miembros a la fabricación de la bomba de neutrones, a pesar de ser el mejor arsenal, según los expertos militares, contra las divisiones de tanques soviéticos estacionados en las fronteras centroeuropeas que dividen Europa en dos bloques ideológicos distintos: capitalismo y socialismo.
El 4 de abril de 1949, bajo el patrocinio de Estados Unidos, que reconocía que una amenaza soviética sobre Europa suponía un peligro para su propia seguridad, doce países firmaron el Tratado de la Alianza Atlántica: Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda y Portugal. En 1951 se unían al Tratado Grecia y Turquía.
La República Federal de Alemania llegaba en 1954, en plena época de reconciliación franco-germana, cristalízada con la creación de las primeras instituciones europeas, que culminaron con la formación del Mercado Común, «nacido en gran parte gracias a la existencia de la OTAN», dicen en medios de la Alianza Atlántica en Bruselas.
Los quince Estados miembros están unidos entre sí por el importante artículo 5.º del Tratado del Atlántico Norte, que especifica: «Un ataque contra uno o varios Estados miembros, en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todos.» Solidaridad que, afortunadamente, nunca ha tenido que demostrarse. «Defensa y distensión son los dos pilares de la política de la alianza», declara su secretario general, el holandés Joseph Luns.
El diálogo Este-Oeste
Diciembre de 1967 marca una fe ha en la historia de la OTAN. El «informe Harmel», bautizado con el nombre de su autor, el ministro belga de Asuntos Exteriores de la época, desarrollaba la necesidad del principio «defensa» y «distensión»., dando una primera señal en dirección a Moscú para abrir un diálogo Este-Oeste. Mensaje que captaron los soviéticos, aceptando, cinco años después, el inicio de las negociaciones MBRF, en Viena, destinadas a una reducción mutua y equilibrada de fuerzas militares en Centroeuropa. Conversaciones que en sus seis años de duración no han llevado todavía a ningún acuerdo. «La OTAN quiere una base común de cifras para continuar el diálogo. En estos momentos no hay esa base común de cifras para continuar el diálogo. Actualmente hay una diferencia demás de 150.000 soldados, entre las cifras que facilita el Pacto de Varsovia y las que tienen contabilizadas la OTAN», declaran a EL PAÍS en la sede de la Alianza Atlántica, en Bruselas. Negociaciones, sí, pero desconfianza en cada parte. Bruselas habla de «distensión»; Moscú repite su concepto de «agresión» de la OTAN. Cada uno refuerza su potencial justificando la carrera militar sobre las intenciones agresivas del otro. Se negocian reducciones de material militar tecnológicamente superado, para dar paso a nuevas generaciones de arsenal más sofisticado.
En el caso de las negociaciones SALT II, destinadas a una limitación de armamentos estratégicos, la iniciativa corresponde directamente a Washington y Moscú. Los demás países de la OTAN son informados de unas conversaciones que podrían concluir con la próxima firma de un acuerdo. Se habla ya de la necesidad de una tercera fase en las negociaciones SALT, sin que se haya vencido la duda del control efectivo de la limitación de armamento estratégico.
Otro foro no despreciable de intento de diálogo Este-Oeste es la CSCE (Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea), Firmada en Helsinki en agosto de 1975. «Desde hace dos o tres años hemos visto aparecer, en Europa del Este y en la URSS, grupos que insisten para obtener la aplicación completa de los compromisos firmados por sus propios Gobiernos en Helsinki, principalmente en los sectores de libre circulación de personas, acceso a la información y otros puntos relativos a los derechos del hombre», dice Luns en su discurso conmemorativo del XXX aniversario de la firma del Tratado de la OTAN.
No oculta que la CSCE «ha abierto un proceso que llevará, sin duda, a profundos cambios en Europa del Este».
MBRF, SALT y CSCE (cuyo próximo encuentro, después de Helsinki y Belgrado, se celebrará en Madrid en el verano de 1980) son los tres puntos de contacto institucionalizado entre los dos bloques militares, sin que logren superar completamente la desconfianza tradicional. «La crisis económica afecta a los programas de defensa en Occidente y la URSS necesita tecnología occidental para su economía; la distensión es la única vía posible cara al futuro, a pesar de sus enormes dificultades», afirman en la OTAN. «El potencial de la URSS se ha intensificado, pero su credo ha perdido atractivo. El comunismo aporta ya poca nutrición espiritual, ni al pueblo soviético ni a los otros», ratifica Joseph Luns.
Las crisis de la OTAN
La primera grieta en la Alianza Atlántica la protagonizó el general Charles de Gaulle, cuando en marzo de 1966 informó a los aliados que las tropas francesas se retiraban del mando militar conjunto de la OTAN y que las instaladas en el cuartel general de la OTAN, en París, debían abandonar el territorio francés. El Gobierno francés continuaba siendo solidario de la estructura política de la Alianza y de su artículo quinto. Fue la época del traslado de las instalaciones de la OTAN a Bruselas. Los soldados franceses serán hoy los únicos ausentes del desfile militar en Evere.
«No parece que Francia cambie de actitud respecto a su reintegración eventual en el Comité de Planes de Defensa, aunque hay buena cooperación militar en varios sectores y la certeza de que Francia participaría en la defensa de Europa occidental en caso de conflicto con el Este», exponen los estrategas de la OTAN en Bruselas, comentando el «caso» francés.
El ejemplo galo cundió en el momento de la caída del «régimen de los coroneles» en Grecia, en agosto de 1974. La crisis de Chipre, con intervención de tropas turcas, obligó al actual primer ministro griego, Constantino Caramanlis, a retirar las tropas helénicas del mando militar conjunto de la OTAN. Se abrió una brecha considerable para la defensa del flanco sur oriental de la OTAN, todavía no cubierta debido al conflicto chipriota y a las tradicionales diferencias entre Atenas y Ankara, a propósito de la soberanía en el mar Egeo y el espacio aéreo. Actualmente los griegos están dispuestos a reincorporarse completamente a la OTAN. Las reservas vienen ahora del lado turco, contrario a la creación de un mando militar de la OTAN en territorio griego, en Larisa. La situación en Irán aumenta, si cabe, la importancia estratégica de Turquía para la OTAN y la urgencia para resolver la delicada situación de la defensa de la OTAN en la zona.
La fabricación de la bomba de neutrones y la modificación de las «fronteras» de la OTAN son otros dos temas que dividen a los miembros de la OTAN. La eventualidad de dotar a los ejércitos europeos de «bombas a irradiación», capaces de destruir la vida humana dejando intacto el resto, levantó serias polémicas en varios Estados de la OTAN. Finalmente, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, decidió reservar su postura final para una fabricación rápida de bombas de neutrones en caso de peligro de conflicto con el Este. Bomba en la que basan sus esperanzas los expertos militares para detener una posible invasión de tanques soviéticos que podrían ocupar gran parte del territorio de la RF de Alemania en menos de 48 horas, según las tesis del general belga Robert Close, calificadas de «alarmistas» por la propia OTAN, pero no exentas de cierta lógica.
La delimitación de las «fronteras» de la OTAN, en un mundo donde los conflictos regionales implican casi siempre a los dos grandes del binomio OTAN-Pacto de Varsovia, es otro de los temas actuales de la OTAN. El general norteamericano Alexander Haig, comandante en jefe de las tropas aliadas en Europa hasta el próximo 1 de julio, opina que la OTAN deberá modificar su estrategia en el futuro para defender, si es necesario, sus intereses en otras partes del mundo.
Cara al futuro, la OTAN aprobó en su último consejo un programa de defensa que cubre la década de los años ochenta y casi todos los países apoyan el principio de aumentar el 3 % de su presupuesto militar, a pesar de la crisis económica. La homologación de armamento, el estímulo de la política de «dos vías» para la compra de material militar euro-americano y la actividad de otros sectores no militares de la OTAN (medio ambiente, cooperación científica, previsiones en caso de catástrofes naturales, etcétera) completan el programa actual y futuro de la OTAN.
Mañana, EL PAÍS iniciará una serie de análisis sobre la OTAN, con entrevistas con su secretario general, Joseph Luns, y su máximo dirigente militar, el general Alexander Haig.
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