Empresa, ganadero, veterinarios y autoridades pegan el petardo
Lo de Benítez Cubero sale muy bueno, dicen los taurinos, y es cierto. Benítezcuberos son manjar de tardes de gala. Con benítezcuberos hemos visto grandes faenas, consagraciones de diestros, resurrecciones de astros en el ocaso. A un benítezcubero le creó Curro Romero, sin ir más lejos, el toreo de las campanillas, los farolillos y los duendes, un San Isidro en que vino de pobre (para una sustitución) y con sólo esa faena se hizo el amo.A veces, naturalmente, ese ganado no resulta bueno, como ocurió el domingo, y no pasa nada, pues una mala corrida le puede salir a cualquiera. Lo que, en cambio, ya cuesta tolerar es que una divisa de prestigio, como ésta, mande a una plaza de categoría el saldo que vimos el domingo en Madrid. Era una novillada más destartalada que desigual, con un choto indecoroso que, además, se caía. En realidad, casi todos los benítezcubero se caían. Si los veterinarios no advirtieron en el reconocimiento la flojedad de las reses, en cambio fue patente en el ruedo, y la autoridad debió cumplir con su obligación devolviendo al corral las que evidenciaban su inutilidad para la lidia.
Plaza de Las Ventas
Cinco novillos de Benítez Cubero, desiguales de presentación, varios protestados por flojos, indecoroso el tercero, en general con problemas, y uno de Lupi (quinto), con trapío, serio, bronco. Antonio Ramón Jiménez: Bajonazo atravesado (palmas y algunos pitos). Dos pinchazos, estocada de la que sale trompicado y rueda de, peones (silencio). Patrick Varin: Buena estocada (silencio). Dos pinchazos y estocada corta (silencio). Fernando Vera, debutante: Metisaca en la barriga, a toro arrancado; pinchazo bajo, estocada ladeada y dos descabellos (silencio). Pinchazo, estocada corta atravesada y rueda de peones (algunas palmas). Jiménez fue asistido en la enfermería de puntazos en un muslo y fosa ilíaca. Pronóstico leve. Presidió mal el comisario Del Río.
El cuarto novillo estaba cojo y el primero no se tenía en pie, por lo que, en ambos casos, el presidente debió sacar el pañuelo verde a las primeras protestas. Pero lo que ya rebasó el colmo de la desconsideración al público fue el tercero, de tipo abecerrado e invalidez manifiesta. Admitir en Las Ventas semejante ruina es una burla a la afición madrileña que supone una audacia descabellada, porque el público de esta plaza ya hace mucho que no tolera arbitrariedades y salta en cuanto le tocan los costados. El domingo salió, afortunadamente sin la virulencia de otras veces, pero con lo que gritó ya fueron de sobra servidos los responsables próximos o lejanos del atropello.
No vaya Canorea a confundir la clientela. Como le decían, «Madrid no es Sevilla». Aquí, o saca el toro o se va a encontrar con unos problemas de tal envergadura que todos los esfuerzos que ha hecho para sacar adelante la empresa le van a parecer una partida de parchís. La afición de Madrid no quiere ver «elefantes con cuernos» (ese es un argumento capcioso que han inventado los taurinos), sino ganado de presentación irreprochable. Por ejemplo, a los lupis del domingo anterior, aunque fueron terciados y alguno francamente chico, no les puso reparo, porque todos tenían trapío y no se cayó ninguno. Según nos consta, los aficionados se habían hecho la ilusión de que con esa novillada había empezado el cambio hacia una mejor fiesta de toros en Madrid. Lo del domingo último, sin embargo, ha sido pegar el petardo y supone un mal paso que la empresa, los veterinarios y la autoridad deben apresurarse a corregir.
Para colmo, los novilleros no consiguieron animar el espectáculo. Jiménez, lejos de confirmar la calidad que exhibió en su debut, no pudo con el genio de sus enemigos que le achucharon en varias ocasiones. Varín porfió mucho al cárdeno reservón lidiado en segundo lugar, dándole distancia (kilométrica), andándole (sin parar), y citando a la voz (cantabile molto vivace), mientras al quinto -que era de Lupi, muy serio y bronco- le instrumentó dos buenas series de derechazos, en alguno de los cuales ni se inmutó cuando los pitones, le apuntaban al muslo, y luego sufrió una seria voltereta, de la que se levantó sin mirarse. Fernando Vera, con la borrega del escándalo, apuntó detalles, dibujó algún inspirado-muletazo y caminó marchoso, mientras con el sexto novillo, que tenía media arrancada, no pudo acoplarse. Quizá a los tres espadas les falte oficio, y sólo eso. Será interesante verles más veces.
Babelia
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