Siete días inolvidables
Suponiendo que el cine moderno español tenga padres reconocidos, habría que reconocer entre estos pioneros a Juan Antonio Bardem. Desde Calle Mayor hasta hoy, su vida y obra han estado dedicadas íntegramente a ese cine, a través de sus diversos géneros, de la comedia al drama, y a través de distintas peripecias , desde la presidencia de su agrupación profesional hasta la cárcel, no la cárcel de hoy, sino la de otros más duros tiempos.Ello quiere decir que en un medio como éste, en donde cada cual, salvo las consabidas excepciones, suele tener su precio, y en un país como este, donde el vaivén de lapolítica tantas veces suele acomodarse a cierto tipo de intereses personales, J A. Bardem ha permanecido fiel a sí mismo en su cine y en sus años, haciendo suyo el lema de aquel poeta clásico inglés que decía: «Antes muerto que mudado». Como John Doorie, Bardem no ha cambiado y está vivo por cierto todavía, y a pesar de una y otra circunstancia tampoco ha busca do, que se sepa, ninguna ventaja especial de esta doble y larga dedicación, salvo la común a todos, de seguir realizando sus películas. En este tiempo en el que cada día solemos ver pasar recibo apresurado por un servicio prestado o unos meses de exilio, la vida que a veces suele mostrarse justa, ya que no generosa, ha decidido al fin premiar a Bardem, llevándole a realizar su mejor película. Los géneros más afines a él, cuando no sus favoritos, se han venido a dar cita en ella. Cine político, de acción, cine negro y vena popular se reúnen y combinan en tomo a una anécdota fundamental para la historia de España de estos últimos tiempos.
Siete días de enero
Guión de Gregorio Morán y J. A. Bardem. Fotografía: Leopoldo Villaseñor. Intérpretes: Manuel Egea, Fernando Sánchez Polak, Virginia González, Madeleine Robinson, Jacques François, Alberto Alonso. Cine político. 1979. España. Local de estreno: Bulevar y Tívoli
Estos siete días de enero, símbolo y crónica de la vida española, recuerdo de tantas guerras civiles y de otras muchas calladas, pero no menos sangrientas, perpetúan en sus imágenes la tragedia de España, acercándola a nosotros en hechos y palabras.
Lejos de toda trucuiencia y, sin embargo, cerca de la realidad, a un tiempo explícito y dentro de los cánones de un cine vivo y nuevo, este filme de unos cuantos para todos goza además de una virtud fundamental: no se trata en él de enfrentar a españoles contra españoles, de arrancar al espectador un grito o una protesta. Sólo quiere narrar unos hechos muy cercanos a todos nosotros, aunque en el paso-veloz de estos años y días nos puedan parecer ya lejanos y ajenos. Esta crónica viva del país, muy bien fotografiada por L. Villaseñor y enriquecida con imágenes de archivo patéticas, aun dentro de la escuela universal de otros filmes parecidos y aun con alguna laguna justificable en tan amplio reparto, se nos presenta así como una toma de conciencia, ante la que cada cual puede sacar sus conclusiones particulares. Por ello y porque no se trata de una película al uso, ni siquiera en su planteamiento, en lo que a actores se refiere, vale la pena destacar entre los profesionales a Fernando Sánchez Polack y José Manuel Cervino, cada cual en un estilo opuesto y efectivo y entre aquellos que prestan su imagen a su propio personaje, a Navarro que revive en la pantalla siete días de enero, inolvidables para él y para tantos otros españoles.
Babelia
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