Hassan II traspasa a los partidos la responsabilidad de la política sobre el Sahara
La decisión de Hassan II de crear un Consejo Nacional de Defensa e incluir en él a los «líderes de todas las tendencias organizadas políticas», es decir, socialistas, comunistas y nacionalistas, traspasa a estos partidos la responsabilidad grave de hacer concesiones o decidir la guerra, después que el soberano ha reconocido que su política de entendimiento con Argelia por la cumbre ha fracasado y que hay que salir de la situación presente. El problema del Sahara será, precisamente, debatido hoy en el Parlamento, tras el mensaje del rey.
En estos momentos de crisis para Marruecos, la monarquía, que se encontraba prácticamente sin alternativa, ha hecho un regalo democrático envenenado a los partidos, que serán ahora responsables directos ante el país de los riesgos militares o las restricciones económicas adicionales que le hagan correr.Más aún, los partidos, y principalmente la USFP socialista, única fuerza de oposición real y eficaz, se verá ahora sometida a fuertes presiones por parte de palacio para que efectúe importantes concesiones en el terreno de las reivindicaciones sociales y las huelgas, en un momento en que éstas, impulsadas principalmente por la USFP, son calificadas ya por los portavoces oficiosos del poder de auténtica subversión política y social.
El rey Hassan II, que confirma con esta última decisión su fama de político inteligente y táctico hábil, escapa, igualmente, con la creación del Consejo Nacional de Defensa «pluripartidista », irreprochablemente democrático, a las presiones ejercidas sobre su persona por Francia, cuya actual posición sobre el conflicto del Sahara es en realidad mucho más divergente de la que Marruecos aparenta en los comunicados diplomáticos.
La supuesta entrevista Chadli-Hassan II, que había llegado a anunciar el subsecretario de Asuntos Exteriores francés, Olivier Stirn, que los argelinos calificaron de «globo sonda» marroquí, sorprendió tanto a Rabat como a Argel. Si los argelinos continuaron entonces calificándola de «intoxicación» marroquí, altas personalidades marroquíes, que para ese entonces habían llegado a la convicción de que esa entrevista no podía tener ningún resultado positivo para Marruecos, corisideraron las declaraciones de Stirn, como una «casi intolerable» e inesperada presión francesa para forzar a Marruecos a hacer concesiones.
El juramento solemne hecho por Hassan II poco después de su regreso de París, de mantener a toda costa la integridad territorial del país, incluido naturalmente el Sahara occidental, tenía como principal objetivo demostrar a Francia el límite de la presión aceptable para Rabat. Con posterioridad, filtraciones probablemente controladas indicaban que Rabat había iniciado contactos secretos con la URSS para adquirir armamento sofisticado para el Sahara, que Estados Unidos le había negado, y que Francia, aunque también reacia a vender ciertos equipos, paradójicamente, hubiera deseado obtener un contrato por la mayor parte del presupuesto marroquí para armamento, aún sin gastar.
La pelota, a la oposición
La pelota de la crisis marroquí ha pasado de palacio al tejado de la oposición. Durante meses, Hassan II opuso una tenaz resistencia a las exigencias de ésta para adoptar una firme actitud militar -el derecho de persecución con que amenazó defenderse a mediados de 1978 sería una consecuencia de estas presiones- frente a Argelia.Antes de decidir la creación de este Consejo Nacional de Defensa, las relaciones entre Hassan II y la oposición no estaban precisamente en su mejor momento. Ni el líder socialista Abderrahim Buabid, ni el comunista Ali Yata fueron, el pasado día 3 de marzo, a palacio a presentar sus respetos al rey. Sus respectivos órganos de prensa, que, por «olvidos técnicos», omitieron los también tradicionales mensajes de felicitación a la corona, fueron censurados y no salieron a la venta.
Aunque la reciente formación del Gobierno argelino no ha aportadar ninguna nueva preocupación a Marruecos, la realidad es que nadie piensa ya que Argelia, en posición de fuerza, haría nada que facilitase una salida airosa a Hassan II. Ahora no es sólo la monarquía marroquí la que se encuentra en esa situación poco airosa, sino toda la oposición marroquí.
En las altas esferas del Gobierno existe el convencimiento de que para los argelinos el objetivo principal con esta actitud es el derrocamiento de Hassan Il. Esta óptica argelina, vista desde Rabat, aparece como un grueso error de cálculo, porque si Hassan II se convierte en el instigador de las reformas de estructuras económicas y sociales del país y acepta que la actual y Iimitada democracia tenga un contenido europeo, como la oposición parece ahora decidida a lograr, el respaldo que ello le reportaría le permitiría asegurar el futuro de esta monarquía constitucional.
La institución monárquica como tal, en Marruecos, está probablemente más enraizada que muchos de los Gobiernos africanos, surgidos en su mayoría de golpes militares. La monarquía marroquí no es, sin embargo, a su vez, una institución que no esté asediada, y por eso la propia oposición marroquí afirma que Hassan II no debe contentarse con reforzar su prestigio de político hábil, como ahora, sino que ha de hacer que sus palabras sobre la democracia y el cambio social alcancen un contenido en la realidad cotidiana. Es en este terreno, y no en el Sahara, sobre el cual existe un amplío consenso nacional, según afirma la oposición, en donde se juega la corona.
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