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Hassan II de Marruecos promete disminuir la corrupción

Con un tiempo espléndido y la población de la capital y otra ciudades del reino literalmente en las calles, Marruecos festejó ayer, en medio de promesas que dejan a muchos escépticos, el dieciocho aniversario de la entronización de Hassan II, que coincide con el veintitrés aniversario de la independencia.

En la capital, Rabat, donde el rey recibió ayer en su palacio a todo el mundillo político del país y a las delegaciones venidas de todos los rincones del reino a rendirle pleitesía, Hassan II pronunció un breve discurso, en el que prometió un severo recorte de la corrupción y corrección de la ineficacia administrativa. Proclamó además que el Gobierno se esforzará en mejorar la condición económica de los trabajadores, a los cuales se les había anunciado previamente una importante subida del salario mínimo.En este dieciocho aniversario de permanencia en el poder, Hassan II se enfrenta quizá a los más graves problemas económicos de todo su largo reinado. La situación en este terreno es crítica y el país cuenta con 1.200.000 parados, para una población de menos de veinte millones de habitantes; una producción que funciona al 50% de su capacidad; una retracción considerable de la inversión privada y, paralelamente, un índice de inflación que, según ha evaluado la oposición, supera en los últimos diez años el 150% en total, mientras que los salarios han ido progresando a un ritmo anual del 7 al 10%.

En el plano internacional, Marruecos se resiente de un cierto aislamiento en lo que al Sahara -su principal problema actual- concierne, acentuado por las posturas adoptadas por las dos potencias ex coloniales, España y Francia, de favorecer la autodeterminación del ex Sahara occidental.

La gravedad de la situación no escapa esta vez a los gobernantes, que son conscientes de que algo tiene que cambiar realmente, pues, la tímida democracia comenzada en 1976, que incluso la oposición aplaude, no tiene sentido si la inmensa mayoría de la población no logra cambiar las deplorables condiciones de vida en que se debate prácticamente desde la independencia del país. Un periódico de la oposición describía esta situación gráficamente hace unos días, diciendo que el pueblo ya está harto de veinte años de comedias y que quiere mejoras concretas.

Como parte de las medidas que se proponen tomar, el Gobierno ya ha decidido la implantación de un estricto control de los precios, la represión de la especulación y el aumento del salario mínimo. Pero, al mismo tiempo y dada la extensión de las huelgas en numerosos sectores económicos, desde mediados del año pasado, y que se teme para todo este año, el Gobierno convocó a últimos de esta semana, quizá por primera vez en la historia de Marruecos, a un diálogo abierto entre Gobierno y sindicatos, para pedirles un margen de confianza, una nueva tregua social. Al mismo tiempo -y eso es lo nuevo- se trata de dar explicaciones concretas de la situación económica de los problemas y responder a todas las inquietudes del sector. Son promesas que ahora deberán convertirse en realidad.

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