Laicos y cristianos la crisis italiana
LA APARICIÓN del «laico» Ugo La Malfa -del Partido Republicano- en la crisis gubernamental italiana tiene varios significados tácticos y estratégicos en una política sutil y astuta. Aunque no se puede descartar el que realmente el presidente Pertini haya visto en La Malfa alguna posibilidad de formar Gobierno, el significado más visible es el de advertir a la Democracia Cristiana que su larga hegemonía política puede terminar: que río es invulnerable. La lectura de otros muchos signos, desde hace años, podría haber ya aleccionado a la DC de su pérdida continua de densidad. El referéndum sobre el divorcio, que perdió rotundamente, fue quizá una de las grietas iniciales en su edificio político, del que ya se oían crujir las vigas. La caída del presidente Leone, sospechoso de corrupción; el secuestro y asesinato de Moro con un escándalo del que se desprende un olor a podredumbre fueron dos golpes fuertes. La elección de un Papa no italiano -aunque la poderosa curia romana siga siendo un buen apoyo- y además bastante más conservador que lo que el rostro centrista de la DC necesita presentar y la salida del Partido Comunista del pacto de gobierno han sido también dos grandes derrotas. Con otros temas menores, todos estos son puntos gruesos por los que pasa la curva de la decadencia.La DC italiana es un anacronismo en lo que se quiso que fuera un sistema global para la Europa de la posguerra que idearon los vencedores, con la dirección de Estados Unidos. Cayó primero la francesa -el MRP de Georges Bidault-, hasta desaparecer; pasó la alemana federal a una oposición en la que se eterniza. Y en Italia se ha mantenido como un mal menor. O como una salida, ya que no como una solución. .Es una excepción en una Europa laica, no mal avenida con las religiones cristianas, pero que prefiere mantener una imagen más terrenal que divina. Tiene así esta Europa laica una mayor soltura en el tratamiento de algunas cuestiones como las del divorcio, incluso formas, de aborto legal, la enseñanza, la gama de tolerancia en las costumbres, que las iglesias no pueden sancionar favorablemente sin perder del todo su carácter, pero que los Gobiernos consideran necesarias para contener unas sociedades que tratan de relajarle y que buscan unas ciertas posibilidades en unas libertades individuales. La DC italiana ha hecho toda clase de eJercicíos dialécticos para asimilar todas las contradicciones de la sociedad permisiva que corresponde a las teorías del consumismo y a una-retórica del «mundo libre» con las de un partido confesional entroncado con el Vaticano. Las molestías no han sido sólo para la DC como partido de gobierno, sino para la misma Iglesia católica, que se ha visto comprometida seriamente en varias ocasiones, como en el citado referéndum del divorcio.
Hay un toque fúnebre de campanas para la DC. Probablemente todavía no es su hora., aunque no hay que descartar que lleguen a funcionar las mínimas posibilidades que tiene el «laico» La Malfa de formar Gobierno. Todo el aparato de poder que ha creado en Italia la DC está trabajando, y no va a tolerar fácilmente esta salida falsa de ahora; en todo caso, preferirá acudir al sansonismo, derribar las columnas del Parlamento y acudir a unas elecciones anticipadas. Aun si La Malfa consiguiera formar Gobierno, el apoyo de la DC se ría imprescindible, y la condición, ara este apoyo significaría el mantenimiento de su aparato estatal. Pero aunque fracase La Malfa, como creen todos los observadores políticos en Italia, y el encargo vuelva a un demócrata, cristiano, ya están escritas las palabras fatídicas en la pared de su ruinosa sala del festín de Baltasar. A la larga, serán los «laicos» los que se esfuercen en hacer la política llamada de centro que requieren las estructuras italianas de hoy. Será el aspecto de una renovación que parece necesaria para que las cosas sigan siendo iguales.
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