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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán y las importaciones españolas de petróleo

IRÁN, SEGUNDO exportador mundial de petróleo hasta hace pocas semanas, se convirtió en 1977 en el primer suministrador del mercado español de crudos, lugar hasta entonces ocupado por Arabia Saudita. Los envíos de estos dos países totalizaban aproximadamente el 58% de las importaciones españolas de crudos, procedentes, en alarmantes proporciones, del Oriente Próximo. No está de más recordar que las compras españolas de crudos a Venezuela, México, Nigeria y la URSS apenas representan un 8% de nuestra importación.Los peligros de colocar casi todos los huevos en una misma canasta, y especialmente de reservar a Irán tan privilegiada cuota en nuestro mercado, eran adivinables desde hace tiempo. Ahora los principales miembros del consorcio de compañías occidentales han informado a los representantes gubernamentales acreditados ante la OCDE de las dificultades que pueden presentarse a corto plazo en el suministro de crudos. La exportación iraní es en estos momentos nula y la producción no llega a satisfacer las propias necesidades internas. El litro de gasolina valía en Teherán, antes del estallido de la crisis política, unas nueve pesetas; ahora cuesta 250 pesetas y largas colas. No parece, por lo demás, que la producción iraní de petróleo pueda recuperarse en poco tiempo, aun si la coyuntura política se endereza. Los daños son cuantiosos en los pozos y en las instalaciones. La reunión que ha celebrado con carácter de urgencia la Comisión de Energía de la OCDE, a instancias de la Texaco y de la British Petroleum, apunta hacia dificultades de aprovisionamiento en Europa antes de tres meses. Para mayor complicación, no parece probable que la producción de Arabia Saudita, que había sido reducida en el inmediato pasado, pueda recuperarse súbitamente. Los años 1977 y 1978, con mercados de signo claramente comprador, deberían haber sido empleados por la Administración para modificar la composición de nuestros suministradores de crudos. Con cierta imaginación y algo de tenacidad, la palanca de las importaciones de crudos pudo ser utilizada para incrementar nuestras exportaciones hacia México y Ecuador, e incluso hacia la URSS y Nigeria. Las circunstancias políticas, francamente propicias, fueron también desaprovechadas, lamentablemente.

La importación española de petróleo, que oscila entre los cuarenta y 44 millones de toneladas, es realizada por las refinerías en un 50% en régimen de libertad, y en un 50%, de acuerdo con cupos marcados por la Administración, donde se fijan los países de origen y la asignación de acuerdo con la capacidad de tratamiento de las instalaciones. Este mecanismo no ha sido utilizado, sin embargo, para articular una política coordinada de aprovisionamientos de crudos. La Administración ha seguido sus propios e imprevisibles criterios, mientras que las refinerías se han limitado a marcar resignadamente el paso. Aparte de lamentar el tiempo perdido y las oportunidades desaprovechadas, parece necesario reclamar, en momentos de por sí ya dificiles -en el último mes de diciembre las importaciones españolas de petróleo, por falta de crudos, han sido alarmantemente bajas- y que pueden convertirse en dramáticos, una explicación por la Administración de lo que está sucediendo y de lo que puede suceder en nuestros aprovisionamientos y un plan para prevenir cualquier peligro de colapso a plazo medio.

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