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Primeros enfrentamientos entre la oposición religiosa y la izquierda iraní

Mientras el general Abas Garabagni, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas iraníes, reiteraba ayer su pleno apoyo al Gobier moderado de Shapur Bajtiar y su promesa de no dar un golpe de estado, en Teherán comenzaron a detectarse los primeros enfrentamientos entre el movimiento religioso y los grupos de izquierda. A la vez, la Unión Soviética ha empezado a evacuar pueblos cercanos a su frontera con Irán para evitar que las tribus limítrofes se vean envueltas en la agitación religiosa iraní. Tras la dimisión del presidente del Consejo de Regencia dejado por el sha en el país para preservar la institución monárquica, Estads Unidos estableció en París su primer contacto público con el ayatollah Jomeini.

Hay quien dice de él que es un hombre difícil, con reacciones muy viscerales. Algo así como un Fraga Iribarne iraní. Esa imagen daba el primer ministro, Shapur Bajtiar, el pasado domingo en la televisión iraní. Con incontables incidencias técnicas, los expertos militares hacen funcionar la televisión a golpe de telefilmes y vieja película americana para hacer olvidar la huelga que la tiene paralizada, mantener los equipos en buen funcionamiento, ayudar a hacer pasar las aburridas horas del toque de queda y seguir cerrando las emisiones con la efigie del sha.Bajtiar apareció de pronto, poco antes de que Anthony Quinn y la O'Hara, en una viejísima película rodada en México, diesen su versión interpretativa del mundo del toro.

El primer ministro fue rotundo «No pienso dimitir.» Quizá para compensar dudas a los ciudadanos de un país que no controla en absoluto, Bajtiar añadió: «Soy el primer ministro más poderoso de los últimos cuarenta años. »

Ayer por la mañana, aún había quien pensaba que la próxima llegada de Jomeini estaba pactada y que, aunque se pensase lo contrario, la comunicación Bajtiar-Jo meini había funcionado y el primer ministro podía así calmar a los militares.

Sin embargo, al mediodía de ayer, la dimisión de Tejrani hacía, cambiar de opinión, a los optimistas. Tejrani, 81 años, presidente del Consejo de Regencia y amigo personal de Bajtiar, presentaba su dimisión.

Las últimas declaraciones de Jomeini nos muestran a un hombre muy seguro de sí. Quizá tenga razones para serlo: ha logrado paralizar el país durante tres meses y la mayor parte de la población sigue fielmente sus palabras, que son fotocopiadas y repartidas por todos los muros del país.

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Jomemi está cayendo en una peligrosa megalomanía

(Viene de primera página)

Jomeini, que parece querer convertirse también en líder del Islam, ha buscado una solución salomónica al problema semántico que separa desde hace muchos años a Irán y sus vecinos de la península Arábiga. Lo que los iraelíes llaman golfo Pérsico y los árabes golfo Arábigo habrá de llamarse en el futuro golfo Islámico, ha dictado el ayatollah. Igualmente, el líder político religioso iraní, aún en el exilio, se ha permitido criticar a los superpoderosos vecinos, como Arabia Saudita.

Para los escasos iraníes de pensamiento laico, Jomeini está cayendo en una peligrosa megalomanía. Fuentes del Frente Nacional afirman, además, que sus tres ayudantes (Ibrahim Yazdi, Sadeq Gotbzadej y Banni Sadr) se han atribuido palabras que nunca pronunció, tratando, desde una postura religiosa radical, de aislar el papel de este importante grupo político de oposición al sha. Las críticas que se le dirigen a Jomeini (que todavía son sólo anécdotas) comienzan acrecer. El ayatollah de Tabriz, Shariat Madari, que organizó manifestaciones paralelas a las de Jomeini el pasado viernes, fue acusado por los partidarios de éste de «agente extranjero occidental».

Buenas fuentes afirman, por su parte, que el respetado político civil Mehdi Bazargan se separa cada día más de Jomeini y que incluso se le ha llamado «loco» y acusado de ir «demasiado rápido». Bazargan era considerado, hasta el pasado fin de semana, como un hombre con mucho futuro. Sus previsiones de que habría una república islámica «en dos o tres semanas» fueron creídas por todos al pie de la letra. Sin embargo, ahora, después de sus supuestos roces con Jomeini, sus previsiones son menos creíbles. Bazargan, que estuvo en el Gobierno de Mosadeq y que es un indiscutible experto económico especializado en asuntos petrolíferos, fue el hombre que, de parte de Jomeini, hizo volver al trabajo a los huelguistas del petróleo. Para casi todos, Bazargan hubiera sido el primer ministro de la futura república islámica. Ahora, sin embargo, las cosas no están tan claras.

La gente sigue marchándose

Mientras ayer abundaban las colas delante de las sucursales de los bancos Melli y Etebarate (que son los autorizados para recibir las 20.000 pesetas de tasa que los iraelíes han de ingresar antes de viajar fuera de su país), los comerciantes de joyas han cerrado. Más que la huelga, la razón de su cierre es el agotamiento de existencias. Todos los que se marchan tratan de convertir sus riales (moneda iraní) en algo más tangible y cambiable.

En Irán sólo quedan 72 de los ochocientos españoles que tenían aquí su residencia. Aun así saldrán algunos más en los próximos días. Iberia, a pesar de las dificultades, sigue manteniendo sus dos vuelos semanales.

Mientras se anuncia que anteayer hubo una decena de muertos en enfrentamientos entre fracciones pro y anti sha en las ciudades de Shirvan y Quchan (a 750 y 800 kilómetros, respectivamente, al este de la capital), los rumores de golpe de Estado tienden a disminuir.

Varios cientos de militares del ejército del aire continúan una huelga de hambre comenzada hace cuatro días en la importante base de Vajdati, al sur del país. Con su postura tratan de oponerse a tener que reprimir futuras manifestaciones.

Mientras, se calcula que cerca de diez millones de personas acudirán a Teherán para recibir a Jomeini. La incógnita, de momento, sigue. Ayer sólo se veían tres posibilidades: un triunfo rotundo de Jomeini; una victoria de Bajuar, que llegaría, por agotamiento de la población, a su competidor el ayatollah, o un sangriento golpe de Estado que hiciera volver al sha. En este último caso habría que contar los muertos por cientos de miles.

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