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El Gobierno Callaghan supera una moción de censura en los Comunes

Por veinticuatro votos de diferencia, el Gobierno británico ha superado una moción de rechazo de su política laboral presentada anoche en el Parlamento por la oposición conservadora. La moción tory, inicialmente prevista como de censura -lo que habría supuesto del Gabinete caso de perderla-, fue suavizada a última hora por los conservadores para evitar ser acusados de oportunismo electoral.

El señor James Callaghan ha sobrevivido gracias al apoyo de los partidos minoritarios de los Comunes. El horizonte se despejó para el laborismo cuando los nacionalistas escoceses anunciaron que en la presente situación, con su referéndum pendiente para el primero de marzo, no contribuiría a derrotar al primer ministro. En el acalorado debate previo a la votación, la líder de la oposición protagonizó un ataque frontal contra la política laboral del partido gobernante, al que acusó de haber creado las condiciones que han generado la crisis actual. Refiriéndose a la huelga general de camioneros, en su sexto día, la señora Margaret Tatcher afirmó que la «intimidación y la violencia» se han convertido en los procedimientos normales de los piquetes que vigilan su cumplimiento.A la defensiva, el señor Callaghan reconoció que la situación es preocupante, pero volvió a descartar la declaración del estado de emergencia a pesar de la paralización total de los ferrocarriles británicos ayer y de la nueva huelga prevista para mañana.

El primer ministro pidió también a los camioneros que interrumpan una acción que está estrangulando la actividad económica del país y ofreció a los sindicatos un ramo de olivo en forma de relajación de los controles salariales para los trabajadores peor pagados y una mayor vigilancia sobre los precios. Ambas medidas habían sido reiteradamente pedidas por las TU C e ignoradas por el Gabinete laborista.

La primera huelga total de ferrocarriles en veinticuatro años provocó ayer el caos en las grandes ciudades británicas. Londres sufrió especialmente los efectos del colapso del transporte público por excelencia en el Reino Unido, pero Manchester, Birmingham, Liverpool o Leeds no le fueron muy a la zaga. Sus repercusiones se han sumado a las del paro nacional de camioneros, ahora en su sexto día.

En la capital británica, al menos 300.000 personas no han podido llegar a su trabajo. El resto, hasta completar el millón que se desplaza diariamente desde las cercanías al centro de la gran ciudad -los llamados commuters- llegó con varias horas de retraso, después de esperar en interminables caravanas automovilísticas o apinarse en autobuses congestionados. Algunas empresas llegaron a pagar 150.000 pesetas por el alquiler de un autobús para el transporte de su personal más imprescindible. Las grandes compañías aseguraron el trabajo de sus empleados alquilando flotas enteras de autocares a precios astronómicos.

Los efectos del primero de los dos días de huelga previsto, el próximo es el jueves, se prolongarán hoy. El ministro de Transportes, que declaró ayer por la tarde en el Parlamento que la situación no era grave salvo en las grandes aglomeraciones, negociaba, bien entrada la noche, con los representantes de los tres sindicatos ferroviarios envueltos en la disputa para tratar de impedir el colapso de mañana.

El señor William Rodgers ofrece a los 28.000 conductores en paro una prima de productividad de un 7%, un 3% menos de las mil pesetas semanales de aumento que reclaman los ferroviarios.

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