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Un golpe para Moscú

«Esperado, el acontecimiento no deja de ser histórico. Habrán sido necesarias tres décadas para que China comunista y Estados Unidos establezcan relaciones diplomáticas. Tres décadas tumultuosas, señaladas por el enfrentamiento en Corea de soldados americanos y voluntarios chinos, por las graves crisis de Quemoy y de Matsu de 1955 y de 1958, pero también por el fantástico. ascenso del poder militar de la URSS y de Estados Unidos, así como por el divorcio entre Moscú y Pekín. La batalla por el control de Asia todavía no ha terrninado, como lo demuestran los enfrentamientos ideológicos y militares en el sur y en el sudeste asiático y el acceso de Japón al rango de tercera potencia económica mundial. ( ... )Carter no podía más que terminar la tarea emprendida por los presidentes Nixon y Ford: darse cuenta de esa realidad que es la República Popular de China y abandonar al aliado formosano sacándole sus viejos sueños de reconquista del continente. ( ... )

Es más importante para la China de hoy modernizarse a toda prisa, sin tener en cuenta la ortodoxia de los medios, y oponerse en el mundo, y sobre todo cerca de sus fronteras, a la hegemonía soviética. ( ... )

Washington tiene el acuerdo oficial de Pekín para afirmar su dominio, con la ayuda de Japón, sobre el inmenso océano, sus archipiélagos y sus riquezas potenciales, y para evitar, después del fracaso de su intervención en Indochina, toda modificación del equilibrio de fuerzas en Asia. (...)

El golpe es duro para Moscú, pese a los triunfos logrados por la caída del antiguo régimen afghano y la adhesión de Vietnam al Comecón ( ... ).»

18 diciembre

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