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El resultado de las elecciones belgas no sirve para desbloquear los problemas regionales

La opinión pública belga tiene hoy la impresión, en general, que las elecciones generales anticipadas del pasado domingo servirán de muy poco para desbloquear los problemas regionales, lingüísticos y económicos que afectan al país. Los resultados ofrecen, prácticamente, una estabilización de las fuerzas políticas predominantes estos últimos años en cada una de las tres regiones del Estado belga: los socialcristianos, en Flandes; los socialistas, en Valonia, y los autonomistas francófonos, en Bruselas.

Si se analizan las cifras hay que destacar un avance de los liberales en Flandes, en perjuicio de los votos que pierden los autonomistas flamencos de la Volksunie y casi un statu quo del primer partido en territorio flamenco, el Socialcristiano (CVP), origen de la actual crisis política que llevó a las urnas con anticipación, pero que no consigue su propósito de convertirse en mayoritario en Flandes. En la parte sur del país, la Valonia francófona, son los socialcristianos los que avanzan ligeramente, aunque los socialistas, que pierden escaños en favor de los comunistas, conservan su puesto de primer partido político en la zona valona del Estado belga. Por último, en la zona de Bruselas y su aglomeración -centro del litigio lingüístico y regional entre flamencos y valones-, el partido francófono bruselense (FDF) afirma su posición.

¿Elecciones para nada?

Tal es el interrogante que se plantea más de un comentarista político de la prensa beIga. La formación del próximo Gobierno será difícil, aunque se podría ir hacia una coalición tripartita entre las grandes familias políticas «tradicionales» (socialcristianos, socialistas y liberales), dejando de lado, en la oposición, a los partidos específicamente «lingüísticos» que, sobre todo en Flandes, pierden influencia. El avance de los liberales, en Flandes, confirma, en cierto modo, que al ciudadano belga le preocupa también la situación económica, los impuestos, el paro y la recesión.

A nivel de líderes políticos, Leo Tindemans, ex primer ministro socialcristiano, flamenco y autor principal de la presente crisis política, que, con su dimisión el pasado 11 de octubre, originó la convocatoria anticipada de las elecciones del domingo, no sale demasiado bien parado del voto popular. No consigue un espectacular avance para su partido, a pesar que sigue siendo la fuerza política con la que debe contar para cualquier fórmula de gobierno en su ala francófona. Los socialcristianos insisten que la «buena gestión» de los dos meses de Gobierno «transitorio» que ha presidido Paul Vanden Boeynants, cuyo nombre suena para futuro primer ministro.

El nuevo Parlamento tendrá carácter constituyente y deberá reformar más de sesenta artículos de la constitución belga. Todo ello con objeto de intentar definir una orientación que solucione, si solución hay, el embrollo lingüístico y regional belga: un federalismo a «dos», entre Flandes y Valonia o a «tres», con participación de los ciudadanos de la zona de la aglomeración de Bruselas, principio este última, al que se oponen los flamencos.

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