Alejandro Sawa
El difunto no ha resucitado al tercer año. Sólo ha sacado una mzano para saludar o para abrir un paraguas, que el día estaba de lluvia. Pero otros difuntos más saludables sí andan resucitando, como Cansinos-Asséns, del que hablé aquí el otro día (y a cuyo hijo he conocido después), o Alejandro Sawa, al que redescubre Iris Zavala. Encuentro a Sawa en la cola del referéndum:-Mire usted, Umbral -me dice Sawa, resucitado de la muerte literaria que le diera Valle-Inclán en Luces de bohemia-, yo he sido el Byron del proletariado, y ya veo que esta es la cola del referéndum, porque los ciegos vemos a través de nuestra ceguera, como dice ese médico amigo de usted, un tal Rof Carballo. Yo fui pasota antes que esos chicos del café Ruiz, pero yo creía en Joaquín Costa, en Carlos III, en el cardenal Cisneros. ¿Usted, Umbral, cree en el cardenal Cisneros?
-Hombre, don Alejandro, los cardenales están ahora muy tarascas, y don Marcelo, que es el de Toledo, ha hecho mucho daño, con ocho de los suyos, en esto de la Constitución. Ha movido el incensario del no, atufando de franquismo las márgenes nacionales del Tajo y sacando su recia espada triunfadora, bella tizona de fino acero, que ahora brilla en su mano. Finalmente, ha dicho que éstos son sus poderes.
-Lo de siempre, Umbral, la España eterna, los valores roquizos de la patria, la independencia. Aquí sienipre se ha sacrificado la intendencia a la independencia. Pero lo que el pueblo quiere es comer. Yo le dije en 1808, cuando la francesada: ¿Independencia de qué, independencia de quién?
-¿Pero usted estaba allí en 1808?
-No estaba, pero es lo mismo. Yo lo dije. Lo que hace falta es una Constitución europea para ser de Europa. Napoleón, pese a todo, nos hubiera hecho europeos. Aquí vivimos en eterna guerra sudista. Queremos ser siempre el sur de Europa. Y eso, que no es más que geografía, nos parece teología.
Muy de mañana me habían llamado a mí los de la tele:
-Que queremos ir con usted a votar, sacarle votando, saber lo que vota,
No, gracias, tíos, de nada, paso. Lo que voto ya lo saben y, en cuanto al show, no soy Sandra Alberti ni voy a sacrificar al personal con paraguas para montarme lo mío. Gracias a lo cual estoy aquí a solas con Sawa, que no es el único difunto que figura en el caótico censo por error:
-He recibido la papeleta citándome y aquí me tiene usted, Umbral.
Un ácrata progresista del modernismo, Byron de los pobres y Verlaine provinciano. En esto que los de la radío, que ahora cabalgan de nuevo por delante de la tele, porque dan información libre y hacen crítíca. (No cuentan con que la tele le da más Tenaille por su dinero):
-Pues la Constitución -digo por el chisme-, la veo de derechas, pero hay que defenderla, porque la peor Constitución es la que nunca se escribe, y eso le pasó a Franco, un suponer,
Llora sobre Madrid y llueve en el corazón verleniano y necrosado de Alejandro Sawa:
-En el 98, que era un prefascismo -sigue don Alejandro-, murieron muchos españoles en guerra contra Estados Unidos, gracias a lo cual Estados Unidos tienen hoy una base atómica y amistosa en Madrid. La Historia no es más que ruido y furia, pero hace usted bien en meterse con Baroja. Yo le negué siempre como escritor. Rubén a mí me definió como «brillante, ilusorío y desorbitado», con lo cual se estaba definiendo más bien a sí mismo. Ya Rubén nos prevenía contra los yanquis y contra Baroja.
El pintor Viola y el poeta Alfaro, que han venido a la cola, también se meten con Baroja, confiados en que estamos hablando con un muerto que no se lo va a contar a nadie. La Constitución ha dado un cansino paso adelante en la Historia de España, que no corre más, como la cola, por culpa de los polítícos. Sawa, que ha salido de la tumba para votar, quiere, ya metido en juerga de vivos, que almorcemos todos en Fornos. Le llevamos al Alabardero y, como es ciego, cree que estamos en Fornos. En la comida nos repite sus grandes preguntas contra la derecha berroquenal prepirenaica y sudista: «¿Independencia de qué, independencia de quién?» Donde hay que estar es en el mundo. Y nos lo dice un muerto que sabe lo que eso vale.
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