Diálogos constitucionales
Demócrito. ¿De modo que quiere usted llevarnos de nuevo a las garras de la bestia negra?Menipo. ¿Yo? Nada más lejos de mi ánimo que semejante propósito.
Demócrito. Pero dice usted sin embargo que va a abstenerse en el referéndum constitucional.
Menipo. No, señor, tampoco digo eso. Lo que yo digo es que no tengo nada que ver con ese tejemaneje ni quiero tenerlo,
Demócrito. A esa postura se la llama abstención.
Menipo. Se lo llamará usted, porque quiere convertirla en una de las opciones establecidas por el referéndum mismo, como el sí o el no. Yo no digo ni que sí, ni que no, ni me abstengo, ni todo lo contrario: no juego a eso y sanseacabó.
Demócrito. Le voy a dar la alegría de decirle que no le entiendo.
Menipo. Pues está bastante claro, no vaya a creer. Mire, es como lo de los paréntesis detrás del nombre. Cuando los periódicos dan cuenta de un acto público en el que intervienen señores de diversos partidos políticos, suelen poner detrán de cada nombre un paréntesis con sus siglas: Fulano (PCE), Zutano (UCD), o (PSOE), o lo que usted quiera. Y de cuando en cuando dicen: Menganito (Independiente). ¿Ve usted? Como si uno fuera independiente del mismo modo y en el mismo plano que se pertenece a un partido; como si fuera otra forma de llenar el inevitable paréntesis tras el nombre... Pues del mismo modo me quiere usted meter en el saco de la abstención esa.
Demócrito. Sofismas y bastante malos, por cierto. Lo cierto es que no votando hace usted el juego a los enemigos de la democracia.
Menipo. A mi modo de ver, las cosas están de tal modo que vote o no vote hago el juego a los enemigos de la democracia. Yo creo que los enemigos de la democracia salen ganando de todos los referéndums. Porque cuanto más ancho sea el dilema que le planteen a uno -toda una Constitución a sí o no- más estrecho es el margen de democracia, es decir, de que yo participe directa y efectivamente en la gestión de lo que me afecta.
Demócrito. Mire, no andan las cosas para purezas libertarias. Aquí de lo que se trata es de salir del fascismo y luego ya veremos.
Menipo. ¡Pero si eso es precisamente lo que digo yo! Lo que pasa es que del fascismo hay que salir empleando algo más fuerte y radical que un autoritarismo mitigado. Si no, no se sale de él, sino que se le pone a la puerta con la estaca, como contraste y coartada de lo que pasa dentro; y lo malo es que luego nadie tiene peso político ni moral para impedirle la entrada cuando quiere volver a por su rancho.
Demócrito. Pero, vamos a ver: ¿le parece a usted la Constitución poco progresista?
Menipo. Ni poco ni mucho. Las constituciones son lo que son, como el Boletín Oficial del Estado o como el Código de Circulación. Entusiasmarse por una constitución a estas alturas (tan lejos, ¡ay! del Jeu de Paume) o indignarse por ella, es como entusiasmarse o indignarse por la ley de la gravedad. Lo malo es la forma de inyectársela a la gente, haciéndola cómplice de su propio manejo y pretendiendo embelecarla con el espectáculo de la decisión real que se le escamotea. Por lo demás, ya le digo: la Constitución derriba victoriosamente las puertas abiertas y justifica gravemente el cierre de lo cerrado y bien cerrado...
Demócrito: Pues tendrá todos los defectos que usted quiera, pero yo la considero pese a todo sumamente positiva respecto a lo que teníamos y, lo más importante, única garantía frente a los peligros de retroceso al pasado.
Menipo. Sí, por lo que veo se trata de garantizar la reproducción de lo que hay sin retroceder a lo que hubo...
Demócrito. De lo que se trata es de impedir la vuelta de Franco y sus acólitos, maldita sea. Mire cómo a ellos no les ha gustado nada la Constitución... ¡No será mala, cuando ellos no la quieren! ¿Acaso no sabe usted que hemos corrido y corremos el riesgo de un golpe de Estado derechista? Sólo una aprobación masiva de la Constitución desarmará a las fuerzas reaccionarias...
Menipo. ¿Usted cree? Y a mí que me parece que tratar de detener a los fachas con la Constitución es como querer parar la embestida de un toro rezando un padrenuestro...
Demócrito. ¡Las masas deben mostrar en las urnas su aprobación al entierro del franquismo!
Menipo. Dirá usted que las masas, desmovilizadas y apartadas de los centros de decisión por miedo a «que se pasen», es decir, a que se independicen de sus tutores y dejen de ser masas, deben ahora saltar a la arena para defender a esos mismos tutores de los peligros dictatoriales que su propio juego ha propiciado. Y luego otra vez a la caja, hasta que se las necesite de nuevo.
Demócrito. ¡Demagogia pura! Frente a la Constitución sólo está la derecha y cuatro irresponsables...
Menipo. Y esos cuatro irresponsables pueden acabar convertidos por los «responsables» en marginados políticos, nueva figura de outsider a la neodemocrática. Ahí tiene usted las arremetidas de ciertos editoriales contra Xirinacs, por ejemplo; recordaban mucho lo que escribió alguna prensa francesa sobre el abogado Croissant y la Baader, antes de que a Croissant le pasara lo que le pasó...
Demócrito. Desengáñese usted: Constitución o Franco.
Menipo. Estoy desengañado: tendremos una y otro. Esperemos que la mezcla sea lo más benigna posible.. .
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