En el hospital San Carlos
El pasado día 13 acudí a la sección de urgencias del hospital clínico San Carlos para que se me curara una brecha que me había producido en la frente a causa de una caída.Me sentaron en un carrito y comencé la triste aventura de entrar en un hospital y esperar a que haya suerte y alguien te atienda. Expliqué mi casó a cinco enfermeras distintas y a algún doctor. Después estuve un buen rato abandonado en uno de los pasillos porque la enfermera que me llevaba había terminado su turno. Por fin, alguno de los camilleros que por allí pasaban me aparcó bien. Luego, una enfermera me trasladó a la puerta de unas dependencias, en donde esperé hora y media a que el equipo de guardia que tenía que atenderme ¡acabase de comer!
Presupongo que, de haber aparentado gravedad mi lesión los médicos se habrían presentado de inmediato. Quiero creer que hubiera sido así.
Hasta hoy pensaba yo que si existían guardias médicas era para que, a cualquiera de las veinticuatrohoras del día hubiese un médico o un equipo médico disponible y al pie del cañón para cualquier asistencia sanitaria para la que se le precise. Por eso precisamente se llaman guardias.
Olvidan algunos doctores que, indistintamente de la gravedad o levedad, el herido o enfermo que necesita acudir a una clínica tiene la necesidad psicológica y moral de verse atendido. No es muy reconfortante pasarse noventa minutos con una brecha en la cara sin que nadie lo atienda.
Triste y vergonzoso para la asistencia sanitaria de este país que nadie se asombre por estas cosas; que la desidia, desinterés e incompetencia han elevado a nivel de normalidad.
O tal vez ir por el seguro escolar sea ser ciudadano de segunda.
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