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Los golpistas prometen elecciones libres para julio de 1979

Los mismos militares que en julio de este año ayudaron a Juan Pereda a desconocer el resultado de las elecciones generales y le colocaron al frente de la presidencia de Bolivia van a convertirse, si cumplen sus promesas, en los gestores del retorno del país a fórmulas democráticas de gobierno. Esa es, sin duda, la gran paradoja del incruento y sorprendente golpe de Estado producido en la madrugada del viernes en Bolivia.El general Pereda, candidato oficialista en las pasadas elecciones generales, cuyo manejo fraudulento fue profusamente comprobado y difundido por periodistas y observadores internacionales, ha debido defraudar a sus compañeros de armas. Realmente, la trayectoria política del efímero presidente boliviano había sido extremadamente confusa y cambiante. Hubo situaciones que hicieron pensar en el talante sinceramente democrático de Pereda, como cuando derogó la ley de Seguridad del Estado y el pacto militar-campesino, base de los poderes dictatoriales de Hugo Banzer. Pero desencantó a la mayoría cuando anunció su firme propósito de no convocar elecciones generales hasta 1980.

En este punto, el comandante general del Ejército, general David Padilla, que ha asumido el mando del país, ha sido categórico: el 6 de agosto de 1979, las Fuerzas Armadas entregarán el poder al presidente que resulte elegido en las urnas, en un proceso del que se convierten en garantes imparciales, desde ahora, las fuerzas armadas. Los comicios, probablemente, se celebrarán en mayo o junio del próximo año.

Todos los indicios señalan a Hemán Siles Zuazo, el ganador moral de las elecciones de julio pasado, como inspirador, o al menos catapulta, del pronunciamiento militar.

Ayer, viernes, justamente, era considerado como un día clave para el Gobierno de Pereda y para los partidos de la oposición. La UDP había convocado una manifestación para protestar por el plan gubernamental de convocar elecciones generales en 1980. El Gobierno y las Fuerzas Armadas habían expresado públicamente su intención de no permitir, bajo ningún concepto, dicha demostración popular. Siles Zuazo, y otros partidos no alineados con el Gobierno de Pereda estaban dispuestos, a pesar de las amenazas, a salir a la calle.

De cualquier manera, la posición del ex presidente Pereda se había deteriorado en las últimas semanas, sobre todo en algunos sectores de las Fuerzas Armadas El anuncio hecho por Pereda, hace veinte días, acerca del descubrimiento de una conspiración auspiciada por la coalición de partidos izquierdistas capitaneada por Hernán Siles Zuazo, dio origen a una auténtica caza de brujas de políticos opositores y a un giro de Pereda, cuidadoso hasta entonces de las formas, hacia posiciones nítidamente autoritarias.

Los militares que han asumido el poder parecen recoger las aspiraciones de una buena parte de las Fuerzas Armadas, deseosas de que no se perpetúe el desgaste del Ejército en funciones civiles. Lo que es difícil de vaticinar es si cuentan con el apoyo suficiente como para llevar adelante sus planes. La amenaza de una nueva intervención de uniformados menos progresistas está, por supuesto, latente.

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