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Reportaje:

Las extracciones retribuidas de sangre, un negocio en decadencia

Para los novatos siempre hacía frío en los centros de extracción de sangre. Incluso en verano. El puente del 18 de Julio era un buen momento para aliviarse de cuatrocientos centímetros cúbicos de sangre y aliviar honestamente la economía familiar hasta el lunes. Quinientas pesetas de entonces equivalían a las 1.300 de ahora; el bocadillo opcional de jamón o de tortilla siempre levantaba el ánimo en el difícil segundo cuando uno se atreve a pensar que la sangre es lo último que queda por empeñar, la cerveza permitía salir a la calle sintiéndose un ciudadano con posibilidades.Entonces, hace escasamente tres años, un estudiante de Derecho escribió «Vampiro, SA» en un esquinazo del rótulo en el que se lee «Servicio de Hematología y Hemoterapia: donantes de sangre», detrás de una esquina del Clínico. Trazó cuidadosamente las siglas con el diente de un llavín, apuró el vaso de cerveza, contó los cinco billetes de a cien, hizo tiempo hasta la salida del siguiente, que era un compañero de curso, y simultáneamente sonrió y sopló el letrero con el que acababa de confirmar la facilidad de los estudiantes para convertir un pinchazo en una broma.

Ahora son 1.300, bocadillo, y cerveza, cola o café a elegir, y el estudiante de Derecho ha dejado de venir desde que se empleó como laboralista. Pero los universitarios siguen ocupando un 40 % de la nómina de donantes retribuidos del Clínico, el último de los grandes centros hospitalarios madrileños al que no alcanza la cobertura de la Hermandad de Donantes de Sangre. El doctor Colino, jefe de sección del servicio de Hemoterapia del Hospital Clínico, habla de los retribuidos con mucho respeto. «Han tenido muy mala prensa, se les ha asimilado injustamente a una baja categoría humana y han desempeñado una misión de enorme importancia, hasta el punto de que gracias a ellos se ha conseguido cubrir una necesidad tan inapelable como ésta. Además, y con independencia del estrato social al que pertenezcan, han tenido un trato correctísimo en todas las épocas. Los donantes retribuidos son sólo gentes necesitadas; muchos de ellos se han convertido en donantes altruistas cuando su situación económica ha cambiado. Los inadaptados sociales son una minoría cada vez más corta.»

El ocaso de los vampiros

Actualmente, los 40.000 donantes periódicos que cuenta la Hermandad de Donantes de Sangre de la Seguridad Social y los casi 100.000 ocasionales resuelven las necesidades de Madrid en una notable medida; aportarán 40.000 de los 50.000 litros que se precisan para subvenir en 1978 las demandas de las ciudades sanitarias este año. El altruismo de sus simpatizantes excluye la antigua picaresca. Personajes como El vampiro están confinados a los centros piratas que recolectan plasma para los laboratorios fabricantes de vacunas. Las salas de donación se han hecho más luminosas, y los acondicionadores de aire se llevan una buena porción del aire grueso con el que no podían los ventiladores.El vampiro decía ser industrial, pero era un alcohólico que prefería el coñac a los leucocitos bajo su responsabilidad. Diez minutos después del bocadillo y la cerveza bebía despaciosamente cuatrocientos centímetros cúbicos de gin-tonic en la cafetería más próxima al dispensario de turno. Según la ley, sólo podía someterse a una extracción por trimestre. Sin embargo era muy sencillo burlarla: bastaba con hacer el cículo de la muerte que decían los médicos o, si se prefiere, el circuito de salas, para eludir la teoría de fechas que figuraba en la ficha de cada uno. Hoy El vampiro iba a la primera de la lista; quince días después, a la segunda, y un trimestre más tarde cerraba el ciclo en la primera.

«Tiene más sangre que una guerra civil», comentaba uno de los donantes periódicos que conocían a aquel industrial, de las arterias, cuyo recuerdo hace vacilar todavía a uno de los médicos que prestan servicio hoy en la Ciudad Sanitaria Francisco Franco. «Y es que resultaba dificilísimo controlarle. Disponíamos de un papel en el que se especificaba la fecha de la última extracción, en cambio no podíamos saber si había pasado por otro Centro Médico: nos limitábamos a sospecharlo. En cierta ocasión, la enfermera le pasó por el brazo el algodón con alcohol, y descubrimos que le cambiaba el color de la piel. Se había maquillado las picaduras.»

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Se ha maquillado hoy excesivamente Milena Claudia Simonssen, una argentina de Santa Fe que viene por la guita para pagar la pensión y rescatar las maletas antes de salir en auto stop hacia Sevilla. «No tengo ningún problema, porque conozco el asunto de las donaciones desde que me recibí de enfermera, ni soy una resentida social, lo que pasa es que no quiero ponerme a vender colgantes y hacerle el juego a esta sociedad de consumo.» Milena Claudia, natural de Santa Fe, habla como si estuviera inventando las palabras; maltrata la fonética y el antebrazo, y ha hecho un vano intento de emplearse en el music-hall.

Acude actualmente a los centros de donación retribuida de sangre un apreciable número de turistas pobres. Frecuentemente, el importe de la sangre se destina a sufragar un billete de vuelta. Cuando alguno llega hasta la ventanilla del Clínico, María José Lluva le aplica el mismo formulario de preguntas que a los nativos: «¿Se ha hecho alguna extracción en los tres últimos meses? ¿Ha padecido alguna enfermedad transmisible, aguda o infecciosa?» Si la respuesta a todas es negativa, se le hace un chequeo con tomas de tensión, temperatura, y una auscultación normal. «Luego, la extracción de sangre es proporcional a la volemia del donante: si pesa por encima de 65, kilos, se le extraen cuatrocientos centímetros cúbicos; si pesa entre cincuenta y 65, solamente 250. Recibimos una media diaria de unas cuarenta donaciones.» Un hombre silencioso recupera su carnet de identidad.

Más donantes para la Hermandad

Desde 1968, año en que se creó la Hermandad de Donantes, las aportaciones altruistas y la demanda de sangre han ido creciendo a gran velocidad. Como dice Manuel Salinero, presidente de la Hermandad de Madrid, «los 4.425 donantes de entonces aportaron 2.001 litros, que no bastaron para cubrir las necesidades de la Ciudad Sanitaria La Paz. Gracias a nuestras campañas hemos logrado desequilibrar el ritmo del crecimiento de las necesidades y la demanda, de manera que vamos aproximándonos rápidamente a las cifras ideales de donantes altruistas. Según nuestros cálculos, podremos abastecer totalmente Madrid entre el 79 y el ochenta. Es decir, muy pronto. Este año, por ejemplo, hemos conseguido aportar hasta octubre tanto como en todo el año pasado. Crecemos, pues, más deprisa que las necesidades. A pesar de todo, aún nos queda por copar las del Hospital Clínico.»

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