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Los suecos han preferido la estabilidad

En los medios políticos suecos muy pocos ven al nuevo Gobierno del liberal Ola Ullsten, iniciado ayer, como algo más que un régimen provisorio, destinado a guardar las formas institucionales durante los once meses que faltan para las elecciones generales de 1979.Desde que en 1917 comenzó aquí el sistema de democracia parlamentaria, los suecos nunca habían tenido un Gobierno con tan exigua base legislativa (39 bancas en 349). Que hayan consentido, además, un Gabinete unipartidario en esas condiciones, revela la adhesión típicamente nacional a la estabilidad y a los aspectos formales en materia política.

Los problemas del país, sin embargo, siguen y quizá seguirán intactos. En primer lugar, la necesidad de decisión sobre el programa nuclear cuya discusión causó la caída de la coalición de centro derecha, hace dos semanas. Luego, el desempleo, la baja de las exportaciones, la inflación.

Si la coalición de centristas, conservadores y liberales, con una mayoría parlamentaria de 180 votos, no pudo solucionarlos, menos podrá hacerlo, se comenta, el solitario Partido Liberal.

El único cambio apreciable en el funcionamiento del Gobierno ha sido una virtual transferencia del poder desde un ejecutivo anteriormente fuerte al Riksdag (Parlamento). A través de la crisis política, en forma paradójica, el sistema sueco ha sido reforzado. «La autoridad -dice el socialdemócrata Olof Palme- regresa ahora al Parlamento.»

Disuelta la coalición que gobernaba desde 1976, cada partido ha quedado a solas con su responsabilidad. El juego de los poderes readquiere así su dialéctica: el Gobierno ya no puede contar con un respaldo en bloque, y tendrá que negociar, a izquierda y derecha, cada una de sus medidas.

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