Las "elites" se rebelan
La creciente conflictividad en algunas de las asociaciones profesionales de los cuerpos de la Administración pública está llevando a determinados sectores del Gobierno la preocupación y el arrepentimiento, conscientes de que ellos mismos potenciaron su desarrollo como alternativa a una creciente presencia de las centrales sindicales en dichos estamentos. Ejemplos como la Asociación Profesional de Médicos de la SS y, más recientemente, el conflicto planteado por los ingenieros del Ministerio de Agricultura son suficientemente demostrativos, aunque los casos son, por desgracia, bastantes más, siquiera en permanente estado latente.Desde siempre, uno de los handicap más importantes frente a cualquier intento de modernizar la Administración española es la prepotencia sectorial de los estratos privilegiados que, agrupados en cuerpos, suelen ser más un reducto permanente de intereses particulares que un instrumento de servicio de la colectividad. Aunque sea justamente para esto para lo que se les asigna de por vida un sustancioso salario que, en conjunto, detrae buena parte del presupuesto estatal.
El ejemplo citado de Agricultura no es sino la respuesta a los dos proyectos de ley -Fincas Manifiestamente Mejorables y Arrendamientos Rústicos- recientemente elaborados, cuya filosofía dista mucho de los intereses de determinados propietarios agrícolas, bastante arcaicos y escasamente progresistas en sus comportamientos. Como en muchos otros sectores, las concomitancias entre el cuerpo y los privilegiados del sector son tan claras que desvirtúan cualquier otro planteamiento que, a modo de excusa o pretexto, pudiera aducirse en la protesta.
Otro punto reivindicado, en este caso por los ingenieros de Agricultura, es su equiparación con sus homónimos de Hacienda. Exponente, una vez más, de las guerras intercorporales que tanto dificultan la coordinación ministerial, regla de oro para alcanzar esos dos objetivos irrenunciables: austeridad y eficacia.
A la hora de apoyar sus reivindicaciones, los ingenieros tampoco han sido originales. Han recurrido a la huelga técnica, consistente en paralizar de hecho toda la labor administrativa del departamento en temas de su competencia, casi todos. Al margen de otras valoraciones, al que desde el sector padece sus consecuencias le sería fácil hallar calificativos. Pero al simple contribuyente no puede por menos que parecerle deleznable que, en aras de mantener su prepotencia y brutal intervencionismo, los privilegiados de la Administración recurran a este tipo de acciones.
Para lo que sí están sirviendo estos movimientos -por triste que se antoje- es para evidenciar el divorcio profundo existente entre los colectivos de funcionarios de los respectivos departamentos y los cuerpos de élite. Divorcio que es fruto sobre todo del permanente egoísmo de éstos y de la nula permeabilidad de toda su trayectoria. Lo malo es que ello repercute negativamente, con conflicto o sin él, en el funcionamiento de esta Administración que padecemos y pagamos todos los españoles.
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