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Dos científicos norteamericanos y uno soviético, premios Nobel de Física

La Academia Sueca de Ciencias acaba de conceder los premios Nobel de Física y de Química de este año. El de Física le ha sido concedido a dos científicos norteamericanos, Arno Penzias y Robert Wilson, de los laboratorios de la compañía telefónica Bell en Nueva Jersey, y al soviético Piotr Leonidovich Kapitsa, una de las más altas figuras científicas de la URSS. Los tres físicos tendrán que repartir, pues, los 165.000 dólares -unos doce millones de pesetas- del galardón sueco. El Premio Nobel de Química le ha sido concedido al británico Peter Mitchell, por su trabajo en el empleo de la química y la biología en la explicación de los mecanismos energéticos de la materia viviente. Informan, desde Washington, Juan González Yuste, y desde Moscú, Ismael López Muñoz.

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Peter Mitchell, premio Nobel de Química

Dos científicos norteamericanos y uno soviético fueron galardonados ayer por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Física 1978. Los dos primeros obtuvieron el premio por su descubrimiento de la radiación de fondo de las microondas cósmicas, y el soviético, por su investigaciones en el campo de la física a bajas temperaturas.Arno Penzias y Robert Wilson trabajan en los laboratorios de la compañía telefónica Bell, en Nueva Jersey. Desde 1964, sus investigaciones se centraron en el estudio de las microondas cósmicas y su radiación de fondo, en un intento de probar la veracidad de la teoría de la gran explosión, expuesta por el físico norteamericano George Gamov, y según la cual el Universo tiene su origen en una gigantesca explosión.

Arno Penzias, de 45 años de edad, nació en Munich (República Federal de Alemania) y este mismo mes se cumple el cuarenta aniversario de la deportación de su familia a Polonia por el régimen nazi, como refugiados judíos. Estudió en Nueva York y se licenció en física por la Universidad de Columbia. Actualmente dirige el departamento de investigación radiofísica de los laboratorios Bell.

Robert Wilson, de 42 años, trabaja en el mismo departamento de, radiofísica. Los dos científicos se convirtieron ayer en el quinto y sexto norteamericanos que reciben este año un Premio Nobel.

La Academia Sueca indica en su declaración al conceder el premio a los dos físicos norteamericanos que «su trabajo es fundamental, porque ha hecho posible obtener información sobre procesos cósmicos que tuvieron lugar hace mucho tiempo, en el momento de la creación del Universo».

Los dos investigadores, tras descubrir la radiación de fondo, pensaron que podría originarse o en la atmósfera o en el propio instrumento receptor. Pero después de realizar numerosas pruebas advirtieron que la radiación procedía del espacio exterior y que su intensidad era la misma en todas direcciones. Esta radiación, opinan los científicos, es el último indicio de la creación del Universo. El profesor Sven Johansson, de la Academia Sueca de Ciencias, dijo ayer que el descubrimiento realizado por Wilson y Penzias «nos proporciona un sistema absoluto para medir los movimientos de la Tierra y de otros cuerpos pesados en el espacio».

El premio Nobel soviético

Es de esperar que la concesión del Nobel de Física al soviético Piotr Leonidovich Kapitsa no provoque excesivas muestras de entusiasmo en este país, tal vez por el recelo de que el anterior Nobel soviético físico es hoy el más prestigioso disidente de la URSS.

Entre los años 1918 y 1920 fallecieron, como consecuencia de la falta de alimentos, su primera mujer y su hijo. En 1924 marchó a Cambridge, donde trabajó con el físico neozelandés Lord Rutverford, quien en 1918 consiguió, por primera vez, la fisión del átomo. Kapitsa, que desde joven había brillado en el campo atómico, fue nombrado en 1925 miembro de la Real Academia de Ciencias inglesa, primer extranjero que recibía este reconocimiento en doscientos años.

En Inglaterra se le facilitó un, nuevo laboratorio donde trabajó hasta 1934 en la investigación del hidrógeno líquido. Cuando decidió volver a la URSS, Lord Rutverford, apesadumbrado, sólo pudo decir: «Me. produce un tremendo pesar».

A su regreso a Moscú, la Academia de Ciencias le construyó, bajo su dirección, el Instituto de Problemas Físicos, en cuyos laboratorios descubrió un nuevo fenómeno físico: la superfluidez del helio líquido. Posteriormente se conoció que había inventado, en las montañas de Armenia, una magneto gigante.

En la etapa estaliniana gozó de una privilegiada posición. Durante las purgas de los años treinta ayudó a numerosos compañeros, rescató a un colega, el académico Lev Landav encarcelado del 1935 al 1938, y liberado gracias a la actitud de Kapitsa, quien se presentó en el Kremlin y amenazó con abandonar la investigación si su amigo no era puesto en libertad. En 1966 volvió a Inglaterra para recibir el premio Rutverford.

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