Toda la belleza de la fiesta en cuanto hubo lidia
Bastó que Joaquín Bernadó se decidiera a lidiar de verdad, al objeto de probar la bravura del cuarto toro, para que cambiara radicalmente el panorama de la corrida. Todo fue a mejor, en ese y el siguiente tercio, a partir de entonces: impecable colocación de las cuadrillas; Atienza, que se supera para el puyazo, cuya suerte hace por derecho; hay un buen quite de Bejarano, los banderilleros se lucen con los palos... Toda la emoción y la belleza de la fiesta, gracias a un gesto de lidiador.Ante todo, la lidia: lo hemos dicho muchas veces. La faena de muleta, con la estocada, es la culminación de la fiesta, pero jamás debe circunscribirse al último tercio lo fundamental de la corrida (menos lo exclusivo), porque todo es espectáculo, y de primera magnitud, desde que salta el toro a la arena. Si la corrida muchas veces tiene tiempos muertos es porque los toreros no conocen su función de lidiadores, o no quieren ejercitarla.
Plaza de Las Ventas
Primer toro, de El Pizarral bien presentado, cinqueño y con sentido. Resto, de Ruiseñada, desiguales de presencia, mansurrones, con poca fuerza. Devuelto el sexto, por inválido. Sobrero, de Sotillo, bien presentado, manso. Joaquín Bernadó: Pinchazo, estocada corta caída y rueda de peones (palmas y pitos). Pinchazo, otro hondo trasero, rueda, estocada atravesada que asoma por un brazuelo, media atravesada, cuatro descabellos, aviso con retraso, y bajonazo (bronca). Media estocada baja, rueda de peones, bajonazo y otra rueda de peones (silencio). Sánchez Bejarano: Estocada corta (silencio). Estocada (algunas palmas). Gregorio Lalanda: Dos pinchazos, media baja atravesada, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio). Durante la lidia del sexto sufrió distensión de ligamentos de pronóstico reservado, y pasó a la enfermería, de donde no volvió a salir.
Estuvimos el sábado en. Zaragoza, donde el público disfrutó con la corrida concurso. Y cuan do los matadores ponían a los toros de largo para la prueba del caballo, oíamos decir: «Por qué no es siempre así?» En efecto: ¿Por qué no es siempre así?. En nada resta brillantez y eficacia el espectáculo e incluso lo da a ganar. El mismo toro se crece, cuando se le invita a tomar de largo el castigo, y si la lidia se efectuó con orden e inteligencia, lo más probable será que llegue mejorado a la muleta.
Torero de los pies a la cabeza, Bernadó, que había visto recargar al ruiseñada en la primera vara, para la siguiente lo colocó en los medios, y el picador, combinando habilidad y músculo para manejar al mazacote torpón sobre el que cabalgaba, salió de las tablas a hacer la suerte, de frente, y colocó un gran puyazo. Tenía el toro la fuerza muy justa -casi toda la corrida salió derrengada- y en el último tercio se vino abajo. Bernadó, siempre en la distancia adecuada y en el terreno preciso, le consintió, probó el peligroso pitón izquierdo, y luego sacó unos bonitos derechazos, con cite de frente. Con la espada, en cambio, estuvo fatal.
En el otro toro instrumentó unos ayudados por bajo de alta escuela, siguió con derechazos, y tanto insistir en estos pases fue un error técnico irreversible, pues tenía delante un pizarral cinqueño que desarrollaba sentido, y a la tercera serie se puso escarbón y a la defensiva. Aún tendría que matar Bernadó el sobrero lidiado en sexto lugar, en sustitución de Lalanda, que se lesionó durante la brega, y aunque aquél, un sotillo de buena lámina, era apagado y de corta embestida, rebañó los pocos pases que tenía y se adornó con manoletinas.
Toreo de gusto, cadencioso, en dos tandas de derechazos y una de naturales, fue el que hizo Gregorio Lalanda al tercero de la tarde. El viaje largo, temple, acompañando el viaje con el giro de la cintura, constituyeron, posiblemente, los más acabados muletazos de la corrida, con los que aprovechó la no muy encastada, pero por lo menos boyante, embestida del toro. En el otro, ya queda apuntado, dio un mal paso cuando bregaba con el capote, y lo tuvieron que llevar a la enfermería, donde fue atendido de distensión de ligamentos.
Los toros segundo y tercero fueron protestados por su trapío y dos últimos, por derrengados. Al sexto lo devolvió al corral la presidencia, pero con más motivo debió hacerlo con el quinto el cual era tan blando que Sánchez Bejarano no podía darle un pase completo sin que se cayera. El segundo de la tarde, reservón y de mal estilo, posiblemente no tenía más faena que el aliño y eso es lo que hizo el diestro, el cual no se confió en absoluto. De manera que Sánchez Bejarano quedó el domingo prácticamente inédito con la muleta. Con el capote, en cambio, dio unas suaves verónicas, ganando terreno, pero largando tela y unos faroles. Por su parte, Bernadó ejecutó unas bonitas chicuelinas.
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