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Otoño caliente para la sociología española

Profesional libre de la sociología

Si se confirmasen los rumores que tengo acerca del comportamiento de los sociólogos españoles en el reciente Congreso Mundial (Uppsala, Suecia) este otoño, ya de sí comprometido para el proceso de institucionalización corporativa de la sociología en España, será un otoño caliente, apenas a un corto número de independientes, se nos deje margen de acción.

Pero se nos va a dejar? El poder, también dentro de un gremio, es fundamentalmente poder de impedir. Hay un poder en la sociología española y se caracterizó. se caracteriza aún, por su inclinación a no hacer nada ni a dejar que lo hagan otros. Mas, ¿cuáles han sido los progresos corporativos de un poder que, en sociología, queremos llamar «mandarinato»?

Los mandarines lograron consolidar sus propias posiciones. no las de la entera profesión. Ahora hay cátedras de sociología, incluso varias facultades del ramo, pero sigue sin existir un estatuto de derecho público para el ejercicio profesional que defienda a los «consumidores de sociología» de los «proveedores de sociología», y viceversa. Tuvieron tiempo para ello v no lo hicieron.

Hoy los españoles pueden contemplar regocijados cómo, oficialmente. los sociólogos son señores que enseñan sociología a otros para que éstos, a su vez, se conviertan en profesores de sociología. Y, de vez en vez.,también los sociólogos «hacen un estudio» o son llamados a opinar de cualquier cosa, more sociológica: «la opinión del socióloco» como criterio socialmente reconocido de verosimilitud, parafernalia de la idiotez: a tal infamante condición estamos rebajados los amadores de oficio tan precioso. Se lo debemos a los mandarines. con la cooperación de otros colegas sin duda plenos de bondadosa voluntad y siempre dispuestos a aceptar, cuando no propalar. la tontería de que la sociología tiene como objeto propio lo universal. «por cuanto lo social, es una dimensión coextensiva con lo humano»: aristotelismo de supermercado, escolástica de quiosco y nada parecido al proceder ni al estilo de una ciencia positiva ni al derrotero de una profesión socialmente responsable.

Debemos también al madarinato la dearadación delirante de nuestra enseñanza: degradación del estatuto del profesor sub-pro-mandarinal, degradación laboral (tres meses por año privados de contrato: es un ejemplo), remunerativa y dearadacíón del nivel y eficacia de la docencia: degradación de la calidad profesional de los egresados universitarios. incapaces en su mavoría para hacerse cargo de cualquier nimia responsabilidad de nuestro oficio. Y la calidad media o de la mayoría es el criterio de prueba de la calidad de una enseñanza que jamás podrá justificarse por la producción de una mínima élite de monstruos sagrados en cada promoción. Ellos han tenido en sus manos la formación de los actuales titulados en sociología, y eso ha resultado: gente en paro y gente poco apta, a quienes espera un esfuerzo colosal para acceder al ejercicio profesional solvente.

Porque, además, el mandarinato domina el mercado de trabajo en sociología de doble forma: porque no consolidaron institucionalmente tal mercado y porque detenta un oligopolio nepotista del mercadillo que hay mercadillo opaco, estrecho y fuera de todo control social. Ni en la asignación de los recursos ni en su aplicación posterior existe la transparencia mínima que distinsgue a la decencia comercial del estraperlo. Hágase un repaso de las becas y dotaciones atribuidas por las fundaciones, entes públicos y entidades de crédito, y se verá. Examínese los «quién-es-quién» y los árboles de relación de nuestro gremio, y se verá. «lo te do una cosa a te, e tu me dai una cosa a me», un mismo lema para la mafia y para nuestro mandarinato, y ahora, un mismo lema para nuestro manda rinato y los partidos (UCD, PCE, PSOE, por ese orden): ¡todo tan «consensual ... »!

Se fiauran ustedes un cuerpo médico sólo útil para ensenar medicina o hacer investigación médica, un cuerpo médico, incapaz de curar o prevenir el dolor y mejorar las condiciones de salud? Pues tal aberración ocurre en el ámbito de nuestra sociología, que si bien no sirve para otra cosa, tampoco investiga casi nada y enseña muy poco y mal.

En julio de 1978 y antes de Uppsala se celebró una reunión de sociólosios en la facultad de Ciencias Políticas v Sociología. Convocada por el decano dimisionario, señor Del Campo, tenía por propósitos la integración del asociacionismo de los sociólogos de base (castellanos, catalanes, canarios, vascos, aragoneses) en forma de una «revitalización» de la sutil Asociación Nacional: la constitución de una repreentación española en el Congreso de Uppsala: la solicitud de reconocimiento de la Asociación Nacional como miembro «A» (nacional) en la Internacional de Sociología, apoyar el reconocimiento de la lengua castellana como oficial junto a las lenguas francesa, inglesa y rusa, y solicitar la celebración en España, de un próximo congreso mundial.

En su presentación original las mociones de la convocatoria significaban isinorancia o violación del proceso autoconstitutivo desde la base que espontáneamente están propulsando las asociaciones territoria les de jóvenes sociólogos.

Sin duda por esto fueron presentadas mociones alternativas: la de José María Maravall era muy ciecutiva. pero más respetuosa que la convocatoria: la de José Vidal Benevto no era ejecutiva, proponiendo sólo «informar» al comité ejecutivo de la Asociación Internacional: la moción presentada por mí era nulamente ejecutiva y proponía reducir a oficioso y colectivo el carácter de la representación española en Uppsala. de contenido, meramente informativo ya reserva del movimiento de autoconstitución en curso (cuyos hitos tendrán luqar desde el otoño).

De la confrontación de estas cuatro mociones surgió un mandato, prevaleciendo el contenido informativo formulado por José Vida¡ ve¡ carácter colectivo y oficioso de mi moción, en sí misma derrotada. Dicho cometido debería ser presentado colectivamente y de manera formal en una sesión del comité ejecutivo de la ISA.

En la reunión de julio se alcanzó una representación amplísima de la sociología española, y puede decirse sin abuso que el mandato surgido de aquélla es el mandato de todo el cuerpo profesional.

Tengo fundadas suposiciones de que el mandato pudiera haber sido violado en fondo y forma, traicionando el consenso de la profesión. Tengo para mí que el proceso autoconstitutivo de la sociología española deberá gritar muy fuerte en el inmediato futuro para hacerse oír ante una internacional donde el señor Liríz (¿de verdad se ha autoproclamado «sociólogo estadounidense»?) como miembro de¡ ejecutivo. el señor Del Campo como miembro de¡ consejo y Vidal Benevto como miembro de los comités de investigación serían de facto la representación de la sociología española, tomada por escalo.

La solicitud de celebrar en España el próximo congreso mundial habría circulado sotto voce entre los coneresistas antes de ser debatida por los españoles en el restaurante Guldtuppen, asunto al margen del mandato entregado aquí, en Madrid. Un mandatario no tiene el derecho de tomarse esa iniciativa ni so pretexto de las más voluntariosas miras de oportunidad.

Cartas que nunca llegaron, el extravío de documentos, la retención de copias prometidas, las conversaciones informales con personeros de la ISA, el juego de pasillos, la reducción numérica y sucesiva de los representantes, iniciativas de restaurante al margen y en ignorancia del mandato, hacer valer representaciones de institutos como argumento de presencia, ausencias no justificadas a sesiones científicas, una cierta circulación de tibias prebendas (tutorías, becas) y quizá, tal cual suena, la mentira, serían especialidades de un comportamiento sobre el que yo, y quienes me suscriban, deseamos aclaración pública. Tampoco en nuestro pequeño gremio otoño del 78 será una etapa más subviniendo impunidades.

Los sociólogos independientes varnos a pelear claro y duro.

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