Eduardo Chillida, premio Mellon de escultura
Hace apenas una semana la nota de agencia divulgaba esta escueta noticia: el escultor español Eduardo Chillida ha sido distinguido con el premio Andrew W. Mellon, otorgado por el Carnegie Institute de Pittsburgh (PensyIvania), dotado con 50.000 dólares y compartido, en la modalidad de pintura, por Willem de Kooning, artista holandés afincado en Nueva York desde comienzos de los años cuarenta.El caso, cual corresponde a la relevancia internacional del galardón (uno de los más significativos y, desde luego, el más actualizado entre los investidos de alguna vigencia), tiene una historia bastante más compleja y no menos honrosa para el buen escultor guipuzcoano. A finales del pasado mes de marzo Leon Anthony Arkus, director del Carnegie Institute, se dirigía a los representantes de Chillida en París, comunicándoles extraoficialmente la concesión del premio, y con el ánimo de que gestionasen cerca del escultor su aceptación y fueran preparando, con antelación conveniente, la gran exposición que dicho premio comporta y ha de tener lugar en la prestigiosa institución estadounidense.
La razón de la extraoficialidad con que se les anticipaba la noticia obedecía al carácter de unanimidad con que a Chillida le había sido otorgado el premio de escultura, en tanto proseguía el debate en torno al de pintura. Es lo cierto que se barajaron no pocos nombres entre los más representativos del expresionismo yanqui, hasta que fue elegido, al siguiente mes, uno de los pioneros de la vanguardia neoyorquina: el citado y muy reconocido Willem de Kooning. Mediado el mes de abril, y decidido ya el caso, Eduardo Chillida recibía en San Sebastián la visita de Leon Anthony Arkus, con la propuesta oficial del galardón, que fue gustosamente aceptado por quien, a juicio del jurado competente, lo había merecido sin lugar a duda o controversia.
A partes iguales
El premio Andrew W. Mellon fue instituido el pasado año con el propósito de revitalizar alcance y contenido de aquellas exposiciones internacionales felizmente congregadas merced al antiguo Premio Carnegie (que Chillida hiciera también suyo en 1966). En su primera y reciente edición fue único, sin distinción alguna entre la práctica escultórica y el ejercicio pletórico, recayendo su gracia en el quehacer del belga Pierre Alechinsky, uno de los inolvidables impulsores del grupo Cobra, a cuyo influjo y magisterio tanto debe el expresionismo abstraccionista de este lado de los mares. En atención a la inevitable división entre las dos grandes modalidades de la plástica, los mentores del galardón han decidido concederlo a partes iguales, a contar de ahora, a un escultor y a un pintor verdaderamente representativos del arte de nuestros días. Pocas dudas ofrecerá al conocedor de la estética contemporánea (aunque para los cualificados miembros del jurado no haya sido empresa fácil) la elección del pintor Willem de Kooning. Por lo que a Chillida concierne baste consignar que el propio Leon Anthony Arkus le reconoce, en el comunicado oficial, como el exponente más genuino de la escultura de nuestro tiempo.Al margen del prestigio de la entidad otorgante y de la resonancia internacional de su nombre, un premio adquiere verdadera entidad cultural, muy allá de su alcance publicitario, en razón, cuando menos, de estos dos factores: que venga a concederlo un jurado de honestidad acreditada y probada solvencia, y que sea concedido de espaldas a la vieja fórmula del concurso, en el que prima el afán competitivo, poco acorde con la naturaleza de una actividad. que se diga libremente creadora. En lo tocante al primer aspecto, no es .osado afirmar que honestidad y competencia se conjugan, fuera de toda restricción y suspicacia, en los nombres, títulos y empleos de Jean Levmarie, director de la Academia Francesa en Roma; E. L. Wilde, director del Stedilijk Museum, de Amsterdam, y Gerard Nordland, director del Milwaukee Center. Tan ajeno se hallaba Chillida, por lo qué al otro aspecto atañe, a cualquier propósito de competir que no tuvo noticia de la existencia del Andrew W. Mellon hasta que le fue oficialmente comunicada su concesión.
Recompensa de merecimientos
Y ésta es y ha sido una de las constantes más acusadas en la actividad, digamos, pública de nuestro hombre: que si muchos y muy notorios son los galardones que hacen descollante su curriculum, por encima, incluso, del de los más consagrados, sépase que los más de ellos vinieron a las manos por sólo reconocimiento de las respectivas entidades promotoras y sin que a él le hubiese tentado la ajena y asidua costumbre de concursar donde fuere y por si a bien tuviera sonreír la veleidosa fortuna. Premios, en fin, han sido los suyos (los más significativos en el inventario del arte de esta edad) destinados, sin excepción, a recompensar merecimientos ya premiados, no a fomentar meras expectativas del merecer.Hecha solitaria salvedad del Gran Premio de la Bienal de Venecia (1958) y el de la Trienal de Milán (1960), todos los demás han obedecido a decisión ajena y en atención, eso sí, a mérito propio. ¿Cuántos y cuáles? Los más y los más prestigiosos. Valga un tanto a vuela pluma, esta escueta recensión: premio Kandinsky (1964), premio Carnegie de escultura en la Internacional de Pittsburgh (1966), premio WilheIm-Lehmbruk, en Duisburg, y premio Nordrheim-Westfalen, en Düsseldorf (1966), encomiendas oficiales de la UNESCO y del Banco Mundial (1968), encomiendas de la ciudad de Düsseldorf y de la Fundación Thyessen, y nombramiento como profesor en la Universidad de Harvard (1969), premio Internacional de Grabado de Lubianka (1972), premio Diano Marina, en Italia, y Rembrandt, en Alemania (1976), el más importante de Europa... Cabe, no sin tristeza, apuntar que hayan sido Norteamerica, Suecia, Italia, Francia, Alemania, Yuooslavia... las naciones que más y mejor distinguieron a nuestro escultor, no honrado de parecida suerte en España.
El premio Andrew W. Mellon traerá como consecuencia inmediata una exposición antológica de Chillida en las salas de Carnegie Institute, en Pittsburgh, imprevista anticipación de la que, a mediados del año próximo, va a tener lugar en el museo Guggenheim, de Nueva York. Concluidas ambas muestras, piensa Chillida presentar una gran restrospectiva en Madrid.
Babelia
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