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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasolini entre el milenario y la imitación de Cristo

Todos los rastros en Pasolini, la lectura de su obra fílmica, la mirada a través del hombre público que fue, el goce (para algunos incondicionales) en el recorrido literario de sus poemas, los artículos periodísticos (Escritos corsarios), agrupados recientemente en forma de libro, coinciden en sugerir el aspecto religioso subyacente en todas sus manifestaciones, y en las que a veces, desvelados los pesados cortinajes que las encubren, encontramos únicamente un hombre en estado fetal asustado ante una realidad exterior no comprendida, encontrando en ella una nueva trascendencia mal avenida con la suplantada y que, en última instancia (o primera) le angustia.Referirse a la representación pasoliniana es hacer un recorrido abstracto a través de la reciente historia italiana. La opereta de teléfono blanco del fascismo, dando paso, luego de los cantos partisanos y de la fraternidad dieciochesca de los primeros meses de la posguerra, al desarollismo económico de la zona norte y su incorporación formal a la Europa industrializada, mientras parte del país, la tradicionalmente famélica zona sur, concurría con su ancestral hambre y atraso a poner la nota folklórica o acusadora en la creciente industria cinematográfica y, de paso, suministrar mano de obra barata a ciudades como Milán, Turín, etcétera. Del posterior ascenso del PCI en los tramados y laberintos del poder, Iglesia, Democracia Cristiana, etcétera, la prensa y los medios visuales hace tiempo suministran suficientes datos para no empañar en exceso la memoria.

Escritos corsarios

Pier Paolo PasoliniÁvila Editores, Barcelona, 1978

Tópicos putrefactos

Todo ello es ya tópico, cosa sabida, en cierto modo, putrefacto, y no habría que referirse a esto si gran parte de la intelectualidad italiana, críticos, algunos artistas, escritores la mayor parte, no contestar, tanto en sus expresiones y orígenes como la realidad política y económica del país en que viven. Al Umberto Eco, descubridor de códigos semiológicos de claro matiz cosmopolita, tal en Barthes, en Chomsky, le corresponde (me refiero en cuanto a imagen pública, tan de hoy), contraponiéndose, la imagen sentimental del socialrealismo de un De Sica o, en cierta forma, del peor Bertolucci; en medio, casi en el aislamiento de aquel que se despertó al marxismo gracias a un verso de Rimbaud leído, adolescente, en su pueblo natal, encontramos a Pasolini y su pretendida resolución de grandes temas míticos, por dicotómicos, entre las fuerzas superiores, casi cósmicas, que rigen nuestra cotidianeidad: la lucha entre el bien y el mal, fantasmas que connotan hechos más triviales dentro de la lectura pasoliniana, léase libertad y democracia contra el fascismo, la necesidad de una resurrección de nuevo cuño religioso frente al laicismo demoníaco de la sociedad de consumo (el anuncio de los jeans «Jesús», con frase bíblica incorporada da lugar a uno de los más finos y, a la vez, grotescos artículos que componen Escritos corsarios).

El mal en Saló

Así, si en Saló el mal quedaba adherido y corroborado con frases de Ezra Pound y cuadros futuristas y dadaístas colgados en los muros del palacio-tumba, en las colaboraciones periodísticas, Pasolini, ya, se trate del suceso de encarcelamiento de un homosexual, ya sea un atentado a una figura política o simplemente la visión de dos melenudos yanquis, en una cafetería checoslovaca, o el aborto y la nueva moral sexual, adquiere el tono apocalíptico adecuado para sugerirnos más al hombre despistado en su propia angustia que al ojo inmóvil que le habría encantado suplantar (página 22. «Entre 1971 y 1972 comenzó uno de los períodos de reacción más violentos y quizá más defensivos, de la historia») (?).En su vida y en su obra, y buena muestra de ello son los artículos que han dado motivo a esta reseña, Pasolini se nos manifiesta como una estructura ausente, justamente aquella que se encuentra a medio camino entre la ancestral visión milenaria europea y la imitación de Cristo, en el sentido que el italiano le da, se entiende.

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