Reivindicación de la causa saharaui / 1
Está claro que los españoles entendemos poco del mundo árabe y del Magreb; está claro también que la crisis de la « descolonización » del Sahara no ha servido de gran cosa para aguzar los análisis o mejorar el conocimiento; y es verdad que la prensa no acaba de servir de tribuna suficiente para este debate, todavía pendiente. Como acontecimiento importante ha de señalarse la serie (véase EL PAIS, días 17-26 de mayo) que desarrolló Juan Goytisolo en torno al tema del Sahara exponiendo, con evidente brillantez, los argumentos de la postura marroquí. Para mí, el mayor éxito de las tomas de posición del escritor se cifra en la incapacidad de respuesta que viene suscitando, pese a ir muy directamente contra posturas cualificadas y reconociendo que propina una ducha de agua fría al sentimiento generalizado pro saharaui. Goytisolo cree poder adoctrinarnos en materia magrebí.Argumentación fraudulenta
Entendiendo que la estructura argumental de esos artículos, con contradicciones y silencios importantes, ofrece una no despreciable oportunidad de sostener el debate, quiero plantear esta reivindicación de la causa saharaui, condenada por el escritor, no desde la postura de falsa objetividad que él exhibe, sino desde el punto de vista que considera al pueblo saharaui y al Frente Polisario protagonistas de un proceso revolucionario magrebí del máximo interés.
Como decía, la postura que sustenta Goytisolo es la que sustenta el Estado marroquí. El régimen de Rabat y sus organizaciones politícas parlamentarias. Esto es, nacionalismo sacrosanto y derechos históricos inalineables obstaculizados por una pugna entre Estados (Argelia y Marruecos). Y fuera de este marco, la «ficción» de un pueblo y una organización político-militar que no tienen justificación en razón de aquellos derechos históricos y que solamente adquieren relevancia merced al hegemonismo de Argel. A esto hay que añadir, ya con tintes muy peculiares, el empeño en castigar a la oposición parlamentaria española, pretendiendo reducir la izquierda a unos partidos políticos, para mí, insulsos y oportunistas.
Con la intención de denunciar la argumentación que excluye a los, a mí entender, verdaderos protagonistas, acudo al debate felicitándome de que personajes cualificados expongan y defiendan las tesis pro marroquíes; esto lo digo con independencia del escaso rigor que me parece que él emplea, limitándose a recitar los argumentos que Mohammed Buceta emplearía.
Las cosas no están como hace dos años. En lo diplomático, unos catorce países -pocos- han reconocido a la RASD, pero el Frente Polisario goza de mucha más audiencia y esto es más importante. En lo militar, el Ejército marroquí no ha avanzado gran cosa y continúa a la defensiva, encerrado en algunos puntos neurálgicos y arrastrando hacia el desastre a la economía marroquí. Goytisolo puede proponer pasar el próximo invierno de gira con la guerrilla por el Saguiet el Hamra, mejor que en el confortable Suss, con la garantía de que le resultará de mayor fecundidad literaria (puede que hasta visite Bir Lehlu, además de Hausa, el Farsía, Hagunia, etcétera).
En la parte marroquí, las masas siguen igual -o peor- de depauperadas que antes de recuperar (para su «emancipación») Bu Craa, el régimen se afianza como gendarme subimperialista en Africa, apuntalando feudos de tanto interés para la Humanidad como el de Mobutu y garantizando la paz de Occidente (y el sostenimiento de los valores bursátiles mineros). A cambio de contribuir a congelar la rebelión progresista en Shaba, Rabat pide más material antiguerrillero contra el Polisario.
Abajo Bumedian, arriba Hassan
Sobre la prolongación de esta situación, no todo depende de la actitud del régimen de Bumedian, pero de momento no se le ve fin, en tanto que saharauis y argelinos se nieguen a aceptar los hechos consumados. Creo que el tiempo juega a favor del Polisario y, desde luego, es éste el único factor de interés, actualmente, en una perspectiva revolucionaria a nivel de pueblos que mejore la situación de las masas secuestradas por las oligarquías y los verbalismos nacionalista en el Magreb.
No creo que la influencia de Argelia sobre los «turistas revolucionarios invítados» (entre los que me cuento, de vez en vez), sea mayor que la de Marruecos sobre los intelectuales afincados y halagados de Fez, Tánger o Marrakech. Es un error creer que intelectuales y arabistas han de ser los que mejor conozca el Mogreb generalmente están menos capacitados que periodistas o políticos para ver de qué va la cosa, sin voluntarismos folklóricos o curiosidades burguesas.
Creo que, por lo demás, el sentimiento independentista entre el pueblo saharaui se ha afirmado. No fueron los franquistas ni los corrompidos del PUNS, los que provocaron este sentimiento ni lo delimitaron. El Frente Polisario ya era, por tradición y por ideología, una fuerza progresista seria (que, por cierto, no recibió apoyo argelino hasta bien entrado 1975). Dar más valor a las reivindicaciones nacionalistas de los años 50 (Istiqlal), que a la decisión independentista saharaui de los años 70 (Polisario), no se justifica políticamente; es una cuestión de elección, por la motivación que sea.
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