Albino Luciani: emigrante, obrero, sacerdote y finalmente Papa
Es la primera vez en la historia de los 263 papas que ha tenido la Iglesia católica que quien resulta nombrado por el silencioso cónclave elige un nombre compuesto, Juan y Pablo, en esta ocasión, simbolizan, parece ser, el empeño que ha tenido Albino Luciani, en aunar en su nombre de Pontífice la herencia que recibe de sus dos antecesores inmediatos, del último de los cuales, Pablo VI, fue un gran amigo. Además, procede de Venecia, de cuya diócesis era patriarca, como lo había sido Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, de quien el nuevo Papa ha tomado el primer nombre.El nuevo Papa cumplirá 66 años el próximo 17 de octubre. Nació en Forno di Canale, diócesis de Belluno, entre Venecia y la frontera de Austria. Fue consagrado obispo el 27 de diciembre de 1958 y, promovido a patriarca de Venecia el 15 de diciembre de 1969. Pablo Vi lo elevó al rango cardenalicio en el consistorio del 15 de marzo de 1973.
Fue emigrante durante muchos años en Suiza. Al regresar a Italia trabajó como artesano del vidrio en Murano. Estudió Teología en el seminario de Belluno. Después de haber sido ordenado sacerdote el 7 de julio de 1935 se trasladó a Roma, donde cursó estudios en la Universidad Gregoriana y se graduó en Teología con una tesis sobre Rosmini.
Destinado a su diócesis, primero como coadjutor en la parroquia de Forno di Canale y después en la de Agordo, enseñó simultáneamente religión en el Instituto Técnico de Minerales de esta última ciudad.
Desde 1937 a 1947 fue vicedirector y profesor de Teología Dogmática, Moral, Derecho Canónico y Arte Sagrado en el Seminario de Belluno. En 1948 fue nombrado provicario general de la diócesis y responsable de la oficina de catequesis diocesana.
Como obispo de Victorio Venetto, cargo que ocupó durante once años, su actividad se orientó a la intensificación de la acción pastoral y a la promoción de la actividad diocesana.
En su calidad de patriarca de Venecia tomó parte importante en el congreso eucarístico italiano celebrado en Udine en 1972. Hasta su designación como Papa, Juan Pablo I era un cardenal integrante de la Sagrada Congregación para los sacramentos y el culto divino.
Un Papa que canta bien
En su primera aparición como Papa ante el público que llenaba ayer la plaza de San Pedro, Juan Pablo I demostró lo que ya sabían sus feligreses de Venecia: que, como Pío XII, es un Papa que canta bien. Revestido con su ropa papal, el nuevo pontífice saludó a la multitud. Aparecía jovial. Su voz salió nítída. Antes de impartir la bendición, cantó en latín. Su imagen fue la que siempre han dibujado sus biógrafos y sus críticos: un hombre sencillo, espiritualista, que no olvida su extracción social, pero que tampoco la recuerda abierta y constantemente.Juan Pablo I no era un Papa esperado. En el libro que un grupo de norteamericanos publicó recientemente para presionar a los cardenales que debían elegir al sucesor de Pablo VI no se le trata con entusiasmo. En el mencionado texto titulado La élite interna, se afirma que «tanto en el Concilio Vaticano como en sus actuaciones posteriores, el entonces cardenal Luciani no había destacado». «Culturalmente, está bien preparado para enfrentarse con los problemas del mundo actual y ha apoyado firmemente las decisiones del Vaticano II, pero siempre desde una postura pasiva. Aprueba la política seguida por Pablo VI, incluyendo el tema del control de la natalidad, la oposición al sacerdocio de las mujeres, a los sacerdotes obreros y a todo movimiento comunitario.» En el mencionado libro, publicado por una entidad creada para conseguir «la elección responsable del Papa», se afirmaba también que el entonces cardenal, «como la mayoría de sus colegas italianos, pone los intereses de la Iglesia por encima de los individuales e insiste en que los católicos deben votar por partidos católicos. Fue el líder de los obispos integristas en 1976, cuando presionaron para que se produjera un voto sólidamente católico en favor de los demócrata-cristianos, tiene una personalidad abierta y amigable, gran flexibilidad cultural y se ha liberado del provincialismo italiano».
Juan llablo I prestó un gran servicio a Pablo VI, «cuando la mayoría de los obispos italianos -se afirma en el libro que citamos- no estaban de acuerdo con los programas de los obispos alemanes y holandeses en el Vaticano II, mantuvo diálogo con ambos grupos», lo que abrió el camino para un acuerdo. Eso fue importante para la marcha del Concilio.
El diario italiano Corriere della Sera adelantó hace unos días algunas características principales de las que ahora se le atribuyen al nuevo Pontífice. Al hablar de los papables, este periódico contraponía las figuras de Luciani y de Pignedoli: «Luciani, naturalmente, podría ser el candidato de la tendencia tradicionalista, mientras que el candidato de la tendencia innovadora, en el sentido que te imprimió a la Iglesia Pablo VI, y de la tendencia tercermundista es, sin género de dudas, Pignedolli, el cardenal de los grandes viajes.»
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