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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Inflación y balanza de pagos

Técnico comercial del Estado

Cada dólar que pasa a formar parte de las reservas exteriores españolas es adquirido por el Banco de España contra el pago de, aproximadamente, ochenta pesetas. En consecuencia, cada dólar de aumento de reservas produce una expansión de la masa monetaria española. Cuando este incremento de reservas no es muy grande existen formas de compensar su impacto sobre la oferta monetaria; cuando es muy fuerte, la compensación es imposible, y las autoridades pierden el control del dinero. Un aumento de la cantidad de dinero produce casi inexorablemente inflación. Esta es una cara del problema.

Si el Banco de España deja de comprar dólares a un precio fijo (deja flotar limpiamente la peseta), nuestra moneda, en los momentos actuales, subirá de valor. Con ello, los productos españoles en el extranjero se hacen más caros y los productos extranjeros en España son más baratos. La demanda de productos españoles disminuye por estos dos motivos. Esta es la otra cara del problema.

La magnitud del dilema puede verse a través de los siguientes hechos. En 1978, la economía española experimentará un crecimiento mediocre (probablemente inferior al 2 %), que implica un aumento del paro. Prácticamente todo el crecimiento de la economía se deberá al aumento de las exportaciones de bienes y servicios. Dejar que la peseta se revalúe puede frenar el crecimiento del único elemento dinámico actualmente existente.

Desde mitad de 1977, España está siguiendo un riguroso programa de estabilización, uno de cuyos elementos esenciales es el control del crecimiento del dinero. Empiezan a observarse los primeros resultados positivos de este programa (la misma fortaleza de nuestra divisa es uno de ellos). Mantener la paridad de la peseta puede suponer abandonarlo y permitir el recrudecimiento de la inflación. No parece necesario explayarse en explicar a los españoles de 1978 por qué la inflación es nociva. Además, la inflación también encarece nuestros productos en el extranjero, con lo que a la larga daña nuestra exportación, nuestra balanza de pagos y nuestro nivel de empleo.

El aumento de dinero no siem- pre produce inflación. En un país donde existe paro (de trabajadores y de capital), una política monetaria estimula la demanda. La economía reacciona produciendo más (absorbiendo paro) en lugar de aumentando los precios. A primera vista esta parece la situación de la economía española, por lo que los partidarios de una política expansiva (y de evitar el aumento de valor de la peseta) parecen tener razón.

A pesar de esto, la probabilidad de que actualmente una política monetaria más expansiva se traduzca en un recrudecimiento de la inflación, y no en una mejora real de la economía, es muy elevada. De hecho, la política monetaria no ha sido en absoluto restrictiva en los últimos meses. ¿Por qué no se ha iniciado ya la recuperación? Sencillamente, porque el proceso de reajuste en que estamos inmersos requiere tiempo. Tiempo para el reajuste real: transferir recursos desde sectores que han dejado de ser competitivos hacia otros que puedan serio. Tiempo para el reajuste psicológico: que se vayan deshaciendo las expectativas de inflación, que los empresarios se vayan formulando una visión del futuro, de qué sectores pueden ser rentables, de cómo van a evolucionar sus costes, etcétera.

Si España, que todavía tiene una de las tasas de inflación más altas del mundo occidental, adopta una política expansiva y la inflación se recrudece, el Gobierno se verá pronto (muy pronto) obligado a cambiar, una vez más, el signo de su política. En estas condiciones, con otra crisis a la vuelta de la esquina, ¿qué empresario en susano juicio va a invertir? ¿No es esto lo que ocurrió en el período inmediatamente precedente a las elecciones, cuando absolutamente todo el país conocía la necesidad de una estabilización? En estas condiciones, la política de estímulo a la economía tendrá efectos opuestos a los deseados, retrasando el momento de la recuperación.

Por el contrario, la persistencia en una actitud restrictiva ofrecería nuevas garantías de la seriedad de la gestión económica. Si de resultas de ello la peseta experimenta una cierta revaluación, ésta contribuye a estabilizar los precios internos. El escenario de expectativas que se van sedimentando, de programas económicos que se cumplen, de precios más estables y, en consecuencia, más previsibles, es el más propicio para asegurar el resurgimiento de la inversión y la nueva puesta en marcha de la economía. No olvidemos que los empresarios formulan sus decisiones en base a los precios que pagan por sus factores productivos y los que reciben por sus productos.

Como consecuencia de la crisis del petróleo y de las alocadas acciones de los Gobiernos de la época, España se encontró sumida en serios problemas de balanza de pagos y de inflación. A su vez, éstos generaron un problema de paro. La correcta política económica seguida desde junio de 1977 ha permitido ya solucionar el problema de balanza de pagos y obtener mejoras significativas en la lucha contra la inflación. La mejor forma de garantizar el crecimiento futuro de la economía y la absorción del paro existente es asegurar que el problema de la inflación está bajo completo control, lo que exige persistir en la actual política (y no permitir que el sector exterior la destruya). Lo contrario sería arrojar por la borda los logros de los últimos meses y requeriría empezar el reajuste de nuevo.

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