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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La democracia liberal y la dictadura fascista

Hay libros bien conocidos fuera de las provincianas fronteras que, hasta el final, mantuvo el franquismo y que por fin se traducen en buena hora. La de Kühnl es una de ellas. En unos tiempos en que el vocabulario político español se enriquece con conceptos extraídos de la trayectoria ideológica alemana (el de la «economía social de mercado» es el más rimbombante, pero no el único) y cuando la práctica administrativa (por ejemplo, en el terreno de la futura reforma universitaria) parece ir orientándose hacia la trasposición de ciertas experiencias germánicas, hay que saludar que en la subdesarrollada discusión española sobre el fascismo puedan introducirse materiales relativamente recientes emanados de la reflexión de la izquierda crítica alemana.El trabajo de Kühnl, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Marburgo, discípulo de Wolfgang Abendroth y profundamente influido por autores tales como Ernst Bloch y Jürgen Habermas, servirá también para ubicar correctamente obras estándard alemanas como las de Bracher o Nolte que, en el cauce de la tradición liberal, resultaban perfectamente asimilables por la censura franquista.

Reinhard Kühnl:

Liberalismo y fascismo. Libros de confrontación. Fontanella,Barcelona, 1978

En un libro relativamente corto («de bolsillo», en la edición original de 1971) Kühnl pasa revista a la evolución de la sociedad burguesa y a sus ideologías legitimadoras desde el declive del feudalismo hasta el triunfo de los movimientos fascistas. En este amplio marco la deMocracia liberal y la dictadura fascista se interpretan como dos formas particulares de dominación burguesa adaptadas a diferentes etapas del desarrollo y a las crisis del capitalismo moderno.

Cuando, como en España hoy, se recuperan los rasgos del sistema parlamentario no viene mal disponer de resúmenes (aunque sean breves) que ejemplifiquen la función social de las instituciones y teorías liberales en una evolución histórica concreta que habrá consistido precisamente en proteger el poder de la burguesía contra «los excesos de democracia». La reflexión sobre el cambio del papel de la democracia burguesa a medida que se desarrollaba el capitalismo no será nunca suficiente. Tampoco lo es el análisis del significado del «neoliberalismo» como ideología apologética y mitificadora: victoriosa en la Administración, la Universidad y la empresa en Alemania tras el hundimiento del III Reich y el desprestigio de la dictadura fascista será interesante comprobar si también aquí puede desempeñar una función similar.

En la segunda parte de su obra, Kühnl divisa en el fascismo uno de los posibles modos de resolver una de las antinomias fundamentales de la sociedad burguesa: el decalaje entre la dominación social de la clase superior (concepto que no aparece nunca definido con claridad), privada del suficiente respaldo político, y un sistema de democracia política que carece de fundamento social.

Kühnl analiza desde una perspectiva compleja la base social, la ideología y los requisitos de la ascensión y victoria del fascismo para definir la función político-social de los movimientos fascistas: proporcionar al capitalismo en crisis una base popular que permitiera mantener el orden vigente salvando las consecuencias de su descrédito. Innovaciones en los métodos de gobiemo y control social, adaptadas a las condiciones socioeconómicas y a la mentalidad específica de una época de crisis, sirvieron en determinados países para desviar el fervor revolucionario de las masas hacia una empresa de expansión imperialista que refuncionalizase la lucha.

Ello, no obstante, la estructura del sistema de dominio en la dictadura fascista, muestra que el fenómeno no puede explicarse solamente como una proyección de las necesidades del capital: en base a las teorías desarrolladas por Thalheimer, Kühnl. ha elaborado un modelo que permite integrar parte de los resultados de la moderna investigación empírica (sobre todo de autores alemanes y anglosajones) en un marco teórico general que, sin embargo, me parece seguir demasiado de cerca la particular experiencia alemana y muy en menor medida la italiana.

Hubo un tiempo en que se aceptaba sin más la famosa afirmación de Tasca que definir el fascismo consistía, principalmente, en escribir su historia, pero hoy no me parece que tenga ya la relevancia que otrora se le atribuyó. Por encima de las experiencias nacionales concretas (y Herbert R. Southworth está analizando las del fascismo español) hay ciertas enseñanzas generales que Kühnl, en una obra rica en sugerencias, expone sistemáticamente sin dejarse arrastrar por la noción de que el fenómeno fascista sea una cuestión del pasado.

El lector español encontrará la obra de Kühnl en una versión fluida que salva muchos de los difíciles escollos del original alemán, aun cuando la traducción al castellano no esté exenta de errores más -o menos graves (por ejemplo, en paginas 95, 101, 102, 238, 282, etcétera), que desvirtúan un tanto la intención del autor o, lo que es menos aceptable (página 133), textos clásicos de Marx.

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