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"¡Larga vida a la ciencia"

El texto que sigue, publicado recientemente en la revista científica británica Nature, corresponde a unas palabras del escritor ruso Máximo Gorki a sus conciudadanos sobre el positivo papel que desempeña la ciencia en la transformación de la sociedad y la vida. Reclama para ella el apoyo de todas las personas y grupos, desde la consideración hecha en la ilusión de los primeros años de la revolución soviética, de que los trabajadores y campesinos no deben mirar con recelo la ciencia, como algo «propio de caballeros», ya que, según Gorki, si «los aristócratas o pequeño-burgueses llegan a la creación artística o al descubrimiento científico, no es por serlo, sino a pesar de ello». Para el intelectual ruso «el científico no es un caballero, sino un trabajador que rompe las cadenas del espíritu».iHonorabilísimos ciudadanos! Probablemente les parecerá extraño que un profano haya decidido con sus opiniones sobre la ciencia y su significado en la vida de la nueva Rusia, así como en el papel que ésta jugará en su nueva historia. Pero puede que sea capaz de apartar su natural y comprensible escepticismo hacia mi imprudencia, si me permiten sentar, brevemente, mi actitud y mi opinión acerca del trabajo creativo que la ciencia puede y debe realizar en un país desviado espiritualmente como es el nuestro.

¡Estimados ciudadanos! Nunca he sabido de ninguna fuerza máscreativa yapta para la educación de los instintos sociales que las fuerzas del arte y de la ciencia. Aún más siendo yo un conocido y modesto representante del arte pondría, sincera y conscientemente, a la ciencia en primer lugar en el proceso de la educación humana.

Porque el arte es emocional. Todo lo demasiado fácil sucumbe a las peculiaridades subjetivas de la psique del creador, porque todo es demasiado dependiente de lo que convencionalmente sea definido como genio. Eso es por lo que raramente trasciende las barreras impuestas por las poderosas influencias de clase, individualismo y prejuicios nacionales o raciales.

Garantía de la democracia

Las ciencias experimentales, poderosamente desarrolladas en el fértil suelo de la observación exacta, se guían por la férrea lógica de las matemáticas, completamente libres de estas influencias. El espíritu de las ciencias experimentales es verdaderamente internacional para toda la Humanidad. Así, pues, podemos hablar de un arte ruso, italiano o alemán, pero sólo existe una ciencia única universal y planetaria, que poniendo alas a nuestro pensamiento, elevándolo sobre los límites de los misterios universales, como la clave de la tragedia de nuestra existencia, abre al mundo el sendero de la unidad, libertad y belleza.

No creo que sea necesario convencerles de la necesidad de impregnar con las ciencias exactas nuestra democracia rusa precisamente cuando surge a la vida. K. A. Timiryozev, un prominente y honrado científico, sostenía obstinadamente que «el futuro pertenece a la ciencia y a la democracia». Una gran verdad. Y estoy profundamente convencido que a menos de ir pareja con la ciencia, la democracia no tendrá futuro. Para nosotros, los rusos. es especialmente importante equiparnos con las ciencias exactas.

Para los rusos, más que para otra nación, es necesario inculcar el respeto hacia el pensamiento, desarrollando un amor por él y atendiendo a su fuerza universal. Es necesario entender el intelecto como nuestra luminaria, como magma que puede calentarnos, ya que sólo con sus bnillantes alas podemos ascender a una altura digna del hombre, digna de su sufrimiento en busca de la vierdad. La historia rusa ha tejido para nuestra nación una densa red de condicionantes que desde los días del pasado ha i nculcado, y hasta hoy en día continúan inculcando, a las masas una actitud suspicaz e Incluso hostil hacia la fuerza creativa del intelecto y las grandes realizaciones de la ciencia.

Las ideas de la cultura occidental europea fueron introducidas en Rusia por la nobleza. Para la mayoría de la nación el noble era sólo un terrateniente, un señor feudal, y por tanto. ¿qué cabría esperar de él? La opinión del campesino era que el científico era un caballero y no un trabajador que rompe las cadenas del espíritu. Además de esto, existía una educación eclesiástica del pueblo, y reconciliable con la belleza y la fuerza libre y sin miedo del pensamiento investigador. También hay que añadir el poder monárquico que directa e indirectamente suprimía cualquier esfuerzo. a favor del conocimiento. A esta suma de influencias deprimentes en la vitalidad del ruso podrían ser agregadas muchas más, pero no. es éste el lugar para tal discusión. Todas estas fuerzas hostiles habrían implantado una actitud puramente orgánica e instintivamente negativa hacia las grandes realizaciones de la ciencia y hacia los heréticos dogmas dé los científicos.

Desconfianza popular

¿Pero existe algún camino diferente de esta triste escena? Sólo uno: la ciencia, la más activa fuerza en el mundo, debe destruir la vieja desconfianza arraigada en el pueblo ruso.

Se debe desterrar del alma del pueblo el escepticismo de la ignorancia. Se debe dejar claramente sentado que el alma, preciosa para todos nosotros desde las ataduras de los prejuicios y mediante la entrega a las alas del conocimiento, debe elevarnos a los rusos hasta el más alto estadio de la cultura.

El pueblo debe comprender que ahora está viviendo bajo un clima creado para él precisamente por la ciencia. Debe entender que el caballero que cosecha flores en el campo no es ningún holgazán, sino un hombre que se prepara para ser el agrónomo del pueblo, que sus camisas de algodón fueron hechas en un molino que no hubiera podido construirse sin el conocimiento de las matemáticas, que la medicina del doctor es el resultado del cuidadoso trabajo del científico. Deben saber que existe en el mundo una inteligencia que amistosa e incansablemente se interesa por sus vidas.

El clima de ciencia que rodea a los ciudadanos es cada vez más denso. Aquí, a cada paso, el hombre puede observar el triunfo del intelecto y la esclavización a su favor de los enemigos naturales. El tranvía y el cinematógrafo, el automóvil y el gramófono, el abrigo y el termómetro, todos ellos útiles y ornamentales, grandes y pequeños, fueron creados por la ciencia. El proceso de difusión de las grandes ideas científicas en las profundidades de la vida diaria, entre la oscura existencia rusa, es completamente incomprensible para el hombre de la calle, a pesar de que toda su vida está penetrada e influida con las ideas de la ciencia experimental y cristalizada de diferentes formas en la práctica.

Comprendo que informar al hombre de la calle sobre los servicios que la ciencia le presta es tarea del divulgador y no del científico, inmerso en su intento de descubrir el profundo misterio de la existencia. Pero la imnortancla de la divulgación de las ciencias exactas es enorme además de ser una cuestión de gran significación; enorme, porque es lo único que puede restaurar la salud a la mentalidad del ruso, y porque ella sola es

capaz de crear una atmósfera de simpatía hacia las más grandes miras de la ciencia, así como evocar la confianza de las masas en la fuerza del pensamiento.

Científicos maltratados

Y por tanto, creo que nuestro primer problema, en lo que a significación cultural concierne, es crear en Rusia una organización que concentrara en sí misma todo el trabajo intelectual encauzado en la investigación experimental de los misterios de la existencia. Yo preveo esta organización en la forma de una asociación libre de científicos, una asociación que, trabajando a escala mundial, tuviera una comunicación espiritual. directa con otras similares, como la británica, luchando por crear en el mundo un único receptáculo para la ciencia, constituyéndose en cerebro y sistema nervioso de nuestro planeta. Es especialmente necesario crear tal organización aquí en Rusia, donde el intelecto todavía no disfruta de su debida consideración, y donde su libertad de acción fue tan cínicamente restringida por la burda e inculta servidumbre de la monarquía.

No hay ningún país en donde la ciencia, la más alta expresión de la vida de una nación, y su libre lucha fueran considerados más peligrosos y donde los científicos fueran tratados mas abominablemente que en Rusia bajo el antiguo régimen. Nosotros mismos sabemos qué desvergonzada y rudamente la mano de los políticos tocó las puras alas de la ciencia. Ustedes recordarán cuántos de nuestros valientes científicos fueron forzados a abandonar su patria, y cuántos buenos talentos perecieron en el destierro, incapaces de defenderse. Pero ahora, ante los hombres de ciencia, se ha abierto una feliz posibilidad de auto-organización, para su maravilloso trabajo, para ensanchar y profundizar sin límites las fronteras de las ciencias exactas, para la resurección desde la muerte del pueblo ruso.

"Ciudad de la ciencia"

Permítanme entregarme a la fantasía haciéndolo en el profundo Convencimiento de no hay fantasía que la mente y la voluntad humanas no puedan transformar en realidad. Puedo, imaginar una Institución, a la ue llamaría ciudad de la ciencia, una hilera de templos donde cada científico es un sacerdote entregado a su propio dios. Una hilera de laboratorios, clínicas, bibliotecas, museos excelentemerite cuidados donde, día tras día, los brillantes e intrépidos ojos del científico contemplen en la oscuridad los misterios que rodean nuestro planeta. Aquí se encontrarían las fraguas y talleres donde los hombres de ciencia. herreros y joyeros, forjen y tallen la experiencia del mundo transfórmándola en hipótesis de trabajo, en armas para ulteriores indagaciones en busca de la verdad. En esta ciudad de la ciencia, el científico se encontrará rodeado por una atmósfera de libertad e independencia, una atmósfera estimulante y creativa. Con su trabajo lograrán en el país un clima de amor al perisamiento haciendo evocar al pueblo un orgulloso afecto de su poder y belleza.

Creo que para los intelectuales, la democracia tendrá el valor de una ciencia exacta. Yo sé que la democracia ama a la ciencia exacta. Diré, además, que dentro de su voluntad yace el renacimiento espiritual de Rusia.

La ciencia y el trabajo

En estos días, cuando en nuestro afligido y atormentado país se ha inflamado la llama, ha surgido el alba de una nueva vida, cuando el pueblo ruso ha llegado a sentir la alegría de la libertad... en estos felices y rememorables días, los pensadores y científicos no pueden quedar al margen de estos grandes acontecimientos. La historia les llamará al lugar que por derecho, les pertenece; al lugar de una creación de una nueva vida. Deben ser ellos los que dirijan el país. Es su derecho alimentar a un pueblo, espiritualmente hambriento, con el tesoro universal del pensamiento, del mundo de la ciencia.

Hemos destruido la vieja estructura de vida sólo fisica -espiritualmente se encuentra todavía sobre y dentro de nosotros- .Se necesitarán fuerzas hercúleas para limpiar el país y a nosotros mismos de la tizne y el derrumbe del régimen monárquico. Necesitamos aprender a vivir, a trabajar, a amar nuestro trabajo. Necesitamos comprender que el trabajo, no es una imposición sobre nuestra voluntad. El trabajo es libre como el amor, el máximo placer se encuentra oculto, así debe entenderse, y la ciencia exacta puede ayudarnos a comprenderlo. Sólo llenándonos con el espíritu de las ciencias positivas podemos, gradualmente, curarnos de nuestros graves defectos.

¡Ciudadanos! La cultura tiene dos pilares: la ciencia y la laboriosidad. Permítanme recordarles la gran labor de la Convention Nationale de Francia, en el período 1791-1793. En estos tres años, la Convención, viviendo en un clima de caos y terror, bajo la amenaza de invasión extranjera, amplió a doce los tres departamentos creados por Buffon, construyó un jardín botánico al que toda Europa habría de envidiar, fundó un conservatorio de artes y oficios y tres colegios médicos. La Convención decidió, durante una guerra, esforzar cada nervio para excluir a los profesores y estudiantes del servicio militar. En condiciones difícilmente expresables, la Convención se las arregló para publicar, para los granjeros, Consejos siega en otoño, y gracias a su iniciativa el científico Dubanton escribió su clásico Manual para pastores. La Convención asesoró el drenaje de los pantanos, y la organización de granjas modelo. En 1793, en la época del terror, instaló un busto de Descartes, padre de la filosofía francesa; publicó las obras de Bacon; mandó expediciones científicas; fundó un departamento de agronomía. Además, Tampioni, con el respaldo de la Convención, comenzó la excavación de Pompeya. Podría recordar que la Asociación Británica de Científicos (SIC) surgió en 1810, cuando Inglaterra estaba al borde del desastre. Es por esto, ciudadanos y para oruanizar en nuestro país los mejores cerebros y fuerzas creativas, por lo que debemos crear, para el desarrollo de la ciencia rusa, aquellas condiciones que nos dieran la posibilidad de un libre e infinito desarrollo. Tenemos que darnos cuenta que nuestros científicos puedan dar al país su máxima creatividad. Cuanto más alto ascienda la investigación científica libre, más anchos horizontes y más abundantes serán las posibilidades de aplicación práctica del saber científico. En la Naturaleza, según sé, no hay nada más maravílloso que el cerebro humano, nada más encantador que el pensamiento, nada más precioso que los resultados de la investigación científica. ¡Larga vida ala ciencia!

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