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Tribuna:El método científico ante el cambio social
Tribuna
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La neutralidad de la ciencia, una utopía orientadora

Aunque la ciencia moderna es una prolongación de la obra de los fundadores del pensamiento occidental, obra iniciada hace más de dos milenios, hace escasamente cinco siglos que se produjo el verdadero nacimiento y despegue de las denominadas ciencias positivas. Su metodología de se basa, entre otras cosas, en una profunda, pero fructífera, renuncia del hombre de ciencia a preguntarse por los porqués últimos de las colas para ceñirse al cómo tienen lugar los he chos.El investigador renuncia con ello a entender la dinámica del universo en su profundidad última, eso que se ha dado en denominar las grandes preguntas: ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué sentido tiene la existencia?, ¿qué es, en última instancia, el universo?, ¿por qué existe?... Toda esta tremenda temática y problemática queda reservada, desde ese momento, a la filosofía, a la religión, a otras áreas de conocimiento o percepción... Para el quehacer científico, desde Newton o Galileo, las preguntas empiezan a limitarse al cómo de las cosas, a la descripción sobria y empírica de cómo suceden los fenómenos, desde una óptica de observación que se limita a pegarse materialmente a los sentidos inmediatos: vista, oído, olfato,tacto.... evitando el distanciamiento de esta constatación empírica.

Nace así una metodología de observación, análisis y trabajo manipulador de la calidad que ha ofrecido sorprendentes frutos a la especie humana, aunque, según algunos, a costa de un alto precio. La renuncia a las grandes preguntas hace que el hombre no sepa mejor hoy que hace 2.000 años que es el movimiento, pero haya aprendido a medir la velocidad y a ir a la Luna. No salbemos tampoco mucho más sobre la sustancia de las cosas, pero la comparación de las masas de los cuerpos permitió a Newton observar unas curiosas relaciones entre las mismas y la acción creadora de movimiento que esa relación supone. Gracias a esas simples y exactas relaciones numéricas nace una ciencla dinámica en la que, pese a la corrección relativista, se basa buena parte de la tecnología actual, desde la balística a la arquitectura.

Neutralidad parcial

La metodología científica, pues, que arranca de la nouva scenza de Galileo, abre una vía de operación con la realidad, cuyo éxito se debe, en realidad, a la creación de un modo específico de reflexión intelectual sobre las cosas, que es eso que llamamos metodología científica.

Se trata de someterse a la percepción objetiva. renunciando, a la vez que a la aspiración, a las grandes interpretaciones, a otras consecuencias del antropocentrismo que tiende a imponer a la Naturaleza los esquemas de comportamiento humano. Hacer ciencia, entonc,es, es dejar de hacer seudomoral, dejar de imponer los sueños a la percepciór. sensorial de lo real, renunciar a emplear el conocimiento humano como modo de dominación o imposición de voluntades e intereses. ¿Es posible todo ello?

Lo sería si el ser humano estuviese absolutamente dispuesto a esto, pero sucede, de hecho, que si bien la metodología científica, en su entraña misma, supone la renuncia a lo no constatabley, por tanto, la liberación de los hechos ante la imposición de la voluntad humana, qUien la ejercita no renuncia a finalidades concretas en su- actividad científ ica. En otras palabras, analizar cinemáticamente un movimiento supone limitarse a constatar posiciones, velocidades y previsiones. Pero cuando se viaja en un vehículo se le impone una dirección concreta.

Todo esto es válido desde la matemática hasta la geología, desde la psicología conductista o psicoanalítica a las ciencias sociales o marxistas. La ciencia no es neutral porque nunca es neutral quien Ía lleva a cabo. Porque el ser humano no puede ser neutral en su totalidad. Lo puede ser unas horas, unos instantes, en una reflexión mental, propia de la actividad científica, como puede ser neutral el informador que transmite unos datos, limitándose durante el proceso de información a la comunicación de los hechos. Pero no es neutral ni puede serlo, durante la totalidad de su tiempo, si por neutralidad entendemos no manifestar preferencia alguna sobre la orientación de la dinámica de la realidad, sobre la construcción del futuro.

Ante estas evidencias comienza a desarrollarse hoy la ciencia de la ciencia, es decir, el estudio sobre las características 'del quehacer científico, tanto describiendo su mecánica de. trabajo como su intencionalidad política, social, económica, psicológica, etcétera. No hay ciencia absolutamente objetiva. La ciencia siempre es el resultado de los deseos de modificación de lo real, de quienes la llevan a cabo. Pero frente a ello hay justificaciones profundas: la primera, el reconocimiento del carácter altamente progresivo y creador que tiene el hecho de que la ciencia, si bien no es objetiva nunca, siempre intenta serlo, analizando su propia subjetividad, es decir su capacidad de error. La segunda, la constatación de esta constante capacidad autocorrectora, de fedd-back, que cuaja cada día en nuevas ciencias y subclencías donde el objeto de conocimiento y análisis es el método mismo de cada ciencla concreta. Y la tercera, la posibilidad fecundísima de ayuda al hombre que la ciencia ofrece.

Porque más alhá de la intención de quienes hacen la ciencia, de la subjetividad más o menos rectora o dominadora de quienes la ejercitan, desde los pannel de control de lanzamiento de missiles nucleares hasta los quirófanos, los centros de planificación económica o los divanes psicoanalíticos, está la evidencia de lo logrado que supera siempre y trasciende la posible intención dominadora de los que emplean la ciencia.

La ciencia es el conocimiento, la inteligencia misma, y eso, al final, es lo útil para todo ser humano que quiere marcarse un rumbo a sí mismo, o de toda colectividad que quiere, empleando la frase de Gorki, romper las cadenas del espíritu. La ciencia libera siempre al oprimido, más allá incluso de una posible intención dominadora de quienes la utilicen.

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