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Estricto secreto de las deliberaciones del cónclave

Juan Arias

El cónclave que elegirá al sucesor de Pablo VI será electrónico. En los últimos años se había dicho que el papa Montini había eliminado el secreto en las normas que elaboró sobre el funcionamiento del cónclave. La abolición del secreto vendría dada por su inexistencia práctica. A pesar de todos los juramentos, siempre han salido a la luz detalles de las deliberaciones de la curia cardenalicia. En realidad, hoy conocemos con pelos y señales todos los aspectos de las discusiones que precedieron a la elección de Juan Bautista Montini, el Pontífice muerto. Esto ha ocurrido también con respecto a los Papas que le precedieron. Pero a Pablo VI no debió gustarle demasiado que uno de los cardenales que estuvo en el cónclave que le eligió revelara a un periodista sus apuntes escritos durante aquellos días de «secuestro cardenalicio», cuando se debatía quién debía suceder a Juan XXIII. Gracias a aquellos apuntes se conoció hasta qué punto resultó difícil la designación del cardenal Montini como Sumo Pontífice de la Iglesia católica.

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Quizá fue esa la razón por la que Pablo VI no sólo no abolló el secreto del cónclave, sino que hizo lo posible por hacer aún más severas las normas que lo rigen. Para el Papa muerto, cónclave debe seguir diciendo lo que significa en latín: «cerrado con clave».

En este cónclave todo será más difícil. Pablo VI decretco antes de morir que todos los cardenales estuvieran solos durante el cónclave. Hasta ahora podían llevarse dos acompañantes o tres, si alegaban problemas de salud. Ahora no podrán ir acompañados de nadie. Les será prohibida la lectura de periódicos o revistas. La correspondencia les será controlada. El cardenal Villot, que estos días sustituye temporalmente al fallecido Pontífice, será una especie de jefe de policía, y se dará de vez en vez una vuelta, junto con tres cardenales y dos expertos en electrónica, para comprobar que se observa fielmente el nuevo reglamento del cónclave. Las funciones de esta inspección periódica es la de descubrir si hay micrófonos ocultos o cámaras de cine que puedan captar las deliberaciones que preceden a la «fumata blanca» con la que se anuncia que ya hay Papa.

También habrá «fumata blanca», por cierto, a pesar de lo que se había dicho en círculos próximos al Vaticano. Por supuesto, la caldera de la que saldrá el humo blanco se ha preparado, asimismo, para que haga posible el anuncio de que aún no es posible elegir al Pontífice. Mientras la indecisión persista habrá humo negro.

La novedad es que esta vez se quemarán simultáneamente las papeletas de las diversas votaciones junto con todos los apuntes que los cardenales tomen.

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