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Preparativos para elegir nuevo Papa

Juan Arias

Esta tarde el cuerpo del papa Pablo VI será trasladado desde Castelgandolfo a la basílica de San Pedro, donde sus restos mortales serán expuestos a la veneración pública hasta el sábado. Después del solemne funeral será enterrado muy cerca de Pío XII y de Juan XXIII, según sus propios deseos.Miles de personas y de turistas extranjeros están desfilando en Castelgandolfo ante el cuerpo de Pablo VI, que presenta un rostro sereno, del que no está ausente un gran sufrimiento. Todo ha sido muy austero y muy sencillo, como él quería. Antes de morir había dicho al obispo de Albano: «La muerte del Papa es como la de los demás mortales.»

Ante la muerte Pablo VI nunca tuvo miedo. En esto se pareció a Juan XXIII, su predecesor. En este sentido se multiplican estos días en la prensa los testimonios de amigos íntimos suyos a los que Pablo VI les había hablado últimamente con mucha paz de su muerte.

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La historia no se para. Como dice el refrán romano, «muerto un Papa se hace otro». Por eso, después de una serie de elogios de los principales personajes de la política y de la cultura de Italia, tanto creyentes como ateos, que han destacado, sobre todo, el gran esfuerzo del papa Pablo para conseguir la paz, ha comenzado ya en Roma lo que se llama, con sentido del humor, el gran baile, es decir, la tradicional política que precede a la elección del nuevo Papa.

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Sin un candidato destacado comienzan los preparativos para la elección de un nuevo Papa

(Viene de la primera página)

Evidentemente, los cardenales hacen pública confesión de neutralidad; se quejan de que se les catalogue como conservadores o progresistas, porque ésas son «categorías políticas» que nada tienen que ver con la Iglesia. Pero lo cierto es que la reunión de todos los cardenales presentes en Roma, que se celebrará todos los días hasta el día del cónclave para decidir «toda la organización» de la elección y para despachar las cosas más urgentes del gobierno de la Iglesia, resulta la verdadera preparación para el cónclave. Se dice que algunos cardenales extranjeros empiezan ya a llegar a Roma "en silencio" para captar el sentimiento de la curia.

La primera novedad de este cónclave es que no existe una figura eminente que sea capaz de polarizar por lo menos una buena parte de los electores.

Esta vez, además, los cardenales se conocerán mejor unos a otros, porque se han visto mucho más que antiguamente. Hoy no se puede hablar, como otras veces, de italianos como conservadores y, de extranjeros como innovadores. Esto ocurría así cuando los cardenales italianos eran todos de la curia. Hoy existen extranjeros muy reaccionarios, y un italiano, como ejemplo monseñor Pellegrino, ex arzobispo de Turín, que es una de las figuras más evangélicas.

Lo que sí se pueden observar son tres grandes categorías: los evangélicos, que desearían un Papa completamente distinto, que no fuera jefe de Estado, que no viva en el Vaticano, que empuje ala Iglesia en la lucha por los desheredados, que esté limpia de todo compromiso con el poder temporal, que sea pobre y sencilla y que permita a los cristianos, después de haber confesado la fe en Jesucristo y en su resurrección, la mayor libertad posible de conciencia en la búsqueda, con todos los hombres de buena voluntad, de respuestas nuevas a problemas nuevos. Con grados distintos existen actual mente unos veinticinco cardenales de este tipo.

Otro grupo está constituido por los reformistas, es decir, todos aquellos dispuestos a seguir la línea de Pablo VI, de «cauto avance», con respeto por el Concilio, pero sin permitir que se piense por ahora en un nuevo Concilio. Se les llama los montinianos, y son unos sesenta. No hay que olvidar que sólo dieciséis de los cardenales que elegirán el nuevo Papa no son criaturas de Montini, ya que todos los demás fueron elegidos por Pablo VI y, lógicamente, con su mentalidad reformadora. Y, finalmente, un tercer grupo de verdaderos «conservadores», que van desde los que no soportaron el Concilio, hasta los que desearían que se pusiera «un poco de orden» en la confusión actual de la Iglesia, donde. según ellos todo está permitido y ya no se condena nada ni nadie. Estos cardenales recogerán unos 36 votos. Un Papa de este grupo es prácticamente imposible que sea elegido.

Que sea Papa una de las figuras evangélicas del primer grupo es también impensable. Será casi seguramente uno de los cardenales del grupo montiniano. Los votos de los conservadores podrán sólo empujar la balanza hacia donde podría haber sorpresas. Baste recordar que Juan XXIII fue elegido con los votos de los menos revolucionarios, precisamente porque pensaban que se trataba de un cardenal que. además de ser anciano. era muy piadoso y poco intelectual Y. sobre todo. muy conservador y amante de la tradición de la Iglesia.

Precisamente es esto lo que desearía la Iglesia de las comunidades de base. que fuera elegido un cardenal que no sea un «reformista», porque de lo que se trata en este momento del posconcilio, como acaba de declarar el ex abad de San Pablo Giovanni Franzoni, el mayor exponente de la Iglesia de la contestación en Italia y muy estimado en el extranjero por sus posturas renovadoras, es que el futuro Papa no sea «un Papa», es decir no sea un «soberano». Franzoni escribió ayer un artículo en el cual, en nombre de todas las comunidades cristianas de base de Italia, dice: «Nuestra esperanza y nuestra oración es que Dios mande a su Iglesia un Papa que sepa destruir esa jaula de oro que es el papado como estructura jurídico político - institucional.»

Esta vez más que nunca los cardenales electores del Papa tendrán que escuchar la voz de la base, sin pelos en la lengua.

El comunista Ingrao, presidente de la Cámara de los Diputados, dijo ayer: «Un día la Historia reconocerá a Pablo VI el esfuerzo que hizo para que la Iglesia no volviera hacia atrás, a pesar de tantos que lo deseaban.»

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