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Extrañas implicaciones en la destrucción de cinco colegios de Alcalá de Henares

El pasado 22 de julio, un grupo de muchachos, en edades comprendidas entre los nueve y los diecisiete años, asaltó y destrozó el colegio nacional de Alcalá de Henares, Puerta de Madrid. En días sucesivos, otros cuatro centros escolares sufrieron la misma suerte. El viernes, una nota de prensa de la policía daba cuenta de la detención de siete muchachos, de edades comprendidas entre once y catorce años, como presuntos autores de los hechos. La opinión popular, en Alcalá de Henares, sin embargo, es que tanto la policía como el Ayuntamiento ocultan datos significativos, que podrían llevar a la detección de un extraño personaje dedicado a organizar bandas de jóvenes airados, cuya finalidad, está muy poco clara.

La escueta noticia policial omite una serie de datos comprobados por EL PAIS, y que es obvio que son conocidas por ella., como el hecho de que uno de los muchachos de once años, que participó en los destrozos, se le encontrara en un primer piso de la calle de Nuestra Señora de Belén, con la boca ensangrentada y poseído de un miedo tal que se negara rotundamente dar información, tanto a su madre como al comisario que fue a buscarle. A través de comentarios de algunos miembros de la Policía Municipal y de la Policía Armada. parece que se quiere presentar el asunto como una gamberrada de jovenzuelos inadaptados y en varias ocasiones se ha dejado caer la frase de que es normal que ocurran estas cosas, con la gente extraña que ha venido a vivir a Alcalá.

Frase dirigida a predisponer a los vecinos habituales del pueblo contra los chabolistas-madrileños que desde hace pocos días ocupan las viviendas sociales construidas por el Ministerio en el barrio donde se produjeron los hechos. Siguiéndo el viejo refrán de a río revuelto, ganancia de pescadores, algún funcionario municipal se ha permitido el lujo de comentar que para qué se van a construir colegios si luego una panda de granujillas se dedica a destrozarlos, lo que no es sino una débil excusa a la negligencia municipal en materia de conservación de los centros. Tal y como expone el d rector del Puerta de Madrid, es inconcebible que desde hace más de dos semanas las puertas del centro continúen rotas, y el Ayuntamiento no haya enviado un carpintero, aunque sólo sea para poner una madera que impida el paso.

Nadie quiere reconocer tampoco que no fueron sólo chavales de catorce años a lo sumo quienes cometieron los actos vandálicos, sino que entre ellos figuraban al menos tres o cuatro que pasaban de los quince, dieciséis o diecisiete años.

Ensañamiento inexplicable

Observando el lugar de los hechos se hace muy dificil pensar que pudieran haberlos realizado niños de once años. El colegio Puerta de Madrid, por ejemplo, presenta la puerta de entrada destrozada. Se da el caso de que el director del colegio, Fernando Moranchel, había advertido varias veces en meses anteriores al concejal delegado de Educación, José María Benedicto, que la falta de vallas, de rejas e incluso la existencia de ventanas sin protección era un reclamo para posibles robos. En previsión, los profesores habían repartido el material de laboratorio por los armarios de cada clase. y los expedientes escolares estaban guardados en una sola caja. Los agresores tuvieron que forzar, por tanto, uno tras otro, todos los armarios, forzar la puerta metálica del armario donde se guardan las herramientas, romper el embalaje de las decenas de cajas donde se guardan los libros de texto. Todo ello, más el transporte del material de taller (sierras, utensilios eléctricos, destornilladores, etcétera) exigieron varios viajes al exterior y emplear un tiempo demasiado largo.

En el colegio Emperador Fernando, integrado por ocho aulas prefabricadas, separadas en grupos de -cuatro por unos cincuenta metros, todos los cristales fueron rotos, los expedientes esparcidos por el suelo y quemados, los productos ácidos del laboratorio se utilizaron para estropear el suelo, las mesas y sillas, lo que exige también un cierto tiempo. En el caso del colegio de los Reyes Católicos, los autores entraron por el tejado, lo que no presenta mucha dificultad, puesto que es de cristal. La cuantía de los daños se desconoce, pues el centro permanece cerrado y no pudimos entrar. En los otros dos centros, el Nebrija y el Juncal, los daños son menores, y se limitan a la rotura de cristales y poco más.

Los cinco, centros fueron asaltados en el espacio de breves días. Aún permanecen con los cristales de las puertas rotos, lo que permite que otros muchachos sigan entrando para completar el desvalijamiento del poco material que queda. Aunque el alcalde de Alcalá, Fernando Sancho, aseguró que se había montado un servicio de vigilancia, lo cierto es que los colegios siguen desguarnecidos, y al menos EL PAIS no observó a nadie, policía o funcionario, que prestara tal servicio.

No fue la Policía Municipal quien presentó denuncia de los he chos a la comisaría de la Policía Armada del pueblo. El día 24 avisaron al director del centro Puerta de Madrid para que fuera a recoger a dos niños retenidos en el Ayuntamiento, presuntos autores. El director se acercó con ellos a la comisaría y presentó la denuncia correspondiente. Se sabe que al menos unos quince jóvenes fueron localizados por la brigada de investigación de la comisaría e interrogados. Algunos de ellos tenían dieciséis o diecisiete años de edad, aunque los que figuran como remitidos al Tribunal Tutelar de Menores sólo alcancen los catorce años. Los siete están de nuevo en libertad, tras prestar declaración ante el juez.

La clave: un hombre de pelo largo

Por los datos que nos facilitó la Policía Municipal, pudimos localizara los padresdelosdos niñosque prestaron declaración en primer lugar, al menos teóricamente, ya que parece que antes otros dos jóvenes fueron interrogados por la Policía Municipal. Según los hechos narrados por el matrimonio en cuestión, desde hace cosa de un año sus hijos están observando un cambio muy acentuado en su conducta, que ha pasado de ser la propia de niños de nueve y once años a una actitud misteriosa y extraña, que los tiene desconcertados y algo amedrentados. Ese cambio de actitud parece relacionarse con la influencia que ejerce sobre ellos una familia residente en la calle de.Nuestra Señora de Belén.

Hace unos días, uno de los hijos de este matrimonio no apareció en casa a la hora de cenar, ni en toda la noche. Preocupada, la madre dio cuenta a la Policía Armada, y un comisario la acompañó en la búsqueda. A través de los testimonios de otros niños de la vecindad, sospecharon que se encontraba en el piso en cuestión. En la terraza del mismo se encontraba un hombre de unos treinta años de edad, con pelo muy largo, que parece ser habita con una mujer, viuda y madre de cuatro o cinco hijos. Uno de ellos, apodado el Geri, se configura como el jefe de la extraña banda.

La madre y el comisario pidieron desde la calle que bajara el hijo de la primera, a lo que se les contestó que allí no estaba. Ante la amenaza de acudir con más policías, el niño bajó por fin. Tenía la boca ensangrentada y advirtió que no pensaba decir ni una palabra de nada, promesa que cumplió. Aún hoy la madre no sabe qué hacía su hijo en aquel piso, y se desconoce si la policía ha hecho averiguaciones.

Según el testimonio de uno de los hermanos del niño en cuestión, que conoce una serie de datos confusos contados por él, en el piso se reúnen jóvenes de muy poca edad, junto con otros más mayores, no se sabe bien para qué (o tal vez no quiso decirlo).

Este tercer hermano que ayer habló de lo poco que sabía, explicó que en el destrozo de los colegios participaron al menos entre diez y quince niños y muchachos. Uno de ellos, una joven de dieciséis años apodada La Cartonera, en cuyo poderse encontró un mapamundi y cuatro mapas, mientras se dedicaba a destrozar mesas y sillas dijo algo así como vamos a romperlo para que los niños no vayan al colegio. Otro de los participantes en los sucesos habría sido un joven apodado El Rubio, que también ha faltado varias veces de su casa y se le ha visto en el mismo piso de Nuestra Señora de Belén.

En resumen, con las pocas y un tanto ambiguas informaciones que EL PAIS pudo recopilar, parece apuntarse a la existencia de una familia, formada por la señora viuda, sus hijos, de los que sólo trabaja el mayor, y el hombre del pelo largo, que estarían ejerciendo una influencia destructiva sobre los niños yjóvenes de la vecindad, encaminándolos a la consecución de actos vandálicos y, en cierta forma, gratuitos, puesto que el beneficio económico que se podría obtener del material robado es pequeño, mientras que los daños causados ascienden a más de un millón de pesetas. Sólo las reparaciones de cristales, armarios, suelos y sillas se calcula que alcanzarán las 700.000 pesetas, a lo que hay que añadir la reposición del material de laboratorio y libros destruidos o robados. Hay que anotar, además, el trabajo que supondrá para los profesores el rehacer los datos de las quinientas matrículas que había ya preparadas para el próximo curso.

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