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Reportaje:Dos países del Africa, austral ante la independencia / 2

Frente Patriótico de Rodesia: estrategia y rivalidades

Cinco millones de africanos pertenecientes a cerca de treinta grupos tribales distintos; cinco organizaciones nacionalistas adscritas a dos bloques antagónicos y divididas política y tribalmente; dos guerrillas que continúan sin entenderse y un ejército oficial de más de 50.000 hombres cuya oficialidad es exclusivamente blanca... La transformación de la actual Rodesia en el futuro Zimbabwe tiene todas las características de un problema insoluble pacíficamente. El 30 de septiembre de 1976 los dirigentes de los dos movimientos que se consideran como los más representativos del nacionalismo rodesiano. Joshua Nkomo, del ZAPU, y Robert Mugabe, del ZANU, sellaban en Dar-es-Salam la unión sagrada y constituían el Frente Patriótico. La decisión parecía poner un mentís a algunas críticas de ciertos dirigentes africanos, quienes se lamentaban de las contradicciones políticas existentes entre los nacionalistas y estimaban que eran el fruto de sus ambiciones e intereses personales.

Al fracasar la conferencia de paz de Ginebra, a fines de 1976, Nkomo y Mugabe tomaron la decisión de agrupar sus fuerzas militares en el seno de un Ejército del Pueblo (ZIPA), para lo cual se acordó crear un comité conjunto de ambas organizaciones, encargado de fusionar las dos guerrillas. La reunificación, ansiada por los Gobiernos de Angola, Bostwana, Mozambique, Tanzania y Zambia, debía poner término a una escabrosa historia de rivalidades entre los guerrilleros. quienes ya en 1975 habían tratado de unirse sin ningún resultado.

El primer ZIPA formado en aquella época entre maoístas ZANU y prosoviéticos del ZAPU concluyó catastróficamente a comienzos de 1976, después de una serie de matanzas entre ambos, en los campamentos instalados en Tanzania. Dos versiones distintas de lo ocurrido siguen circulando entre los nacionalistas. En la sede oficial del ZAPU, instalada en los suburbios de Lusaka. el tema es considerado como uno de los momentos más sombríos, acusándose a los instructores chinos del ZANU de haber dirigido la matanza de varios centenares de los guerrilleros del ZAPU, con el propósito de limitar la influencia de los prosoviéticos. Esta versión es rechazada por el movimiento de Robert Mugabe quien asegura que, si hubo matanza, ello se debió a que una gran parte de los cuadros militares del ZAPU estaban comprometidos directamente con las fuerzas de seguridad de Rodesia.

Reunificación imposible

La reunificación de las dos ramas militares del Frente Patriótico no ha podido llevarse jamás a buen término, a pesar de las presiones hechas por los Gobiernos de Luanda, Maputo y Lusaka, a quienes interesaba presentar la formación del pacto político como la prueba de que en Rodesia podía deshacerse el peligro potencial del tribalismo. Los obstáculos en esa vía son. principalmente, de dos tipos: Tribales: los partidos del ZAPU pertenecen, con rarísimas excepciones, a la etnia «ndebele», una de las dos principales tribus de Rodesia (la otra etnia, «shona». acepta la autoridad del obispo moderado Abel Muzorewa), mientras que el ZANU recluta sus efectivos entre las etnas «mashona» y «karanga», rivales de los «ndebele».

Ideológicos: es obvio que China. que suministra armas y consejeros al movimiento de Mugabe. Y la Unión Soviética, que hace lo mismo con Nkomo, influyen en ambos para mantener la división hasta la independencia, momento en que «se definirá la vitalidad del Frente», en opinión de Joshua Nkomo. El ZANU cuenta. por otro lado, con un historial más «puro» desde el punto de vista revolucionario. Mugabe y el jefe de su rama militar, Rex Nhongo. consideran la lucha armada como el medio ideal para realizar la unidad de los africanos de Zimbabwe, al poder elevar el nivel de su conciencia política, y se declaran en contradicción antagónica «con todo el bloque imperialista».

Nkomo ha dado repetidas pruebas de un mayor pragmatismo. Hombre del diálogo con Ian Smith y Henry Kissinger, en el pasado, lo que le valdría el calificativo de «traidor» ante el ZANU, estima que la lucha armada en Rodesia es sólo un medio para consolidar el poder político, al que debe incumbirle dirigir el futuro Zimbabwe. En su opinión, el haber aceptado la reunificación de las dos guerrillas, hasta ahora irrealizable. ha sido una prueba de confianza en la que no se descarta la eventualidad de unir en una misma línea política a todas las fuerzas del Frente Patriótico.

«Para gobernar al país -afirma el presidente del ZAPU- se necesita disponer de un solo ejército. Se pueden tener tres o cuatro partidos políticos, pero no se pueden mantener tres o cuatro fuerzas militares. Tal sigue siendo el problema número uno del Frente y lo será todavía mientras se manten-an nuestras diferenclas con el ZANU.»

Ambiciones y luchas intestinas

Los jefes históricos del nacionalismo rodesiano han sido responsabilizados en el pasado del retraso aportado a la unificación de los aparatos político y militar del Frente Patriótico. Por lo menos esa era la opinión sustentada el año pasado por Alfred Nikita, jefe de la rama militar del ZAPU; opinión que seguiría siendo compartida por los dirigentes guerrilleros. Hace algunos meses Nikita saltó sobre una mina, falleciendo en el acto. Hombre de una rara integridad, que raramente frecuentaba los salones de Lusaka, Nikita achacaba también a las ambiciones personales de los «políticos» el fracaso de la formación de un mando militar conjunto. Su sustituto todavía no ha sido nombrado.

El ZANU ha sido, incuestionablemente, la organización que ha sufrido mayores convulsiones internas. Fundada en 1963 por el eclesiástico congregacionista Ndabaningoe Sithole, con la intención declarada de rivalizar con el ZAPU de Joshua Nkomo. que existía desde 1961. pasó a ser dirigida en 1975 por Robert Mugabe. candidato del mando militar a la sustitución de Sithole, cuya popularidad había quedado singularmente menguada tras haber permanecido en la cárcel durante veinte años. Mugabe era considerado como el «número tres» de la jerarquía del ZANU, pero la expulsión del eclesiástico maoista y el misterioso asesinato, en Lusaka, de su lugarteniente Herbert Chitepo, lo elevó al primer plano.

La alianza Mugabe-Nhongo, forjada en los prolegómenos de la conferencia de Ginebra, prometía no durar mucho. El jefe de la rama militar del ZANU, quien estuvo a punto de perecer en el incendio provocado de la habitación que ocupaba en un hotel de Ginebra, aseguraba entonces que los guerrilleros no habían dado un cheque en blanco a los políticos para negociar con lan Smith y los demás participantes a la conferencia.

Cierto número de dirigentes del ZANU estarían actualmente encarcelados en Mozambique, como consecuencia de la tentativa de «golpe de Estado» contra Mugabe, que habría encabezado el «número tres», Joseph Chimurenga, a finales de marzo de¡ año pasado. Sobre tales hechos sigue planeando un profundo misterio, aunque lo que parece totalmente cierto es que no ha habido una huida de detenidos a Swazilandia, como había informado erróneamente un diario de Johannesburgo.

La «angolización», un peligro

«Hemos hecho todo lo posible por evitar otra Angolw, ahora sólo queda esperar los acontecimientos.» Esta frase fatalista pronunciada el año pasado por el presidente de Zambia, Kenneth Kaunda, al término de una reunión con sus homólogos de Angola. Bostwana. Mozambique y Tanzania, revelaba el desmayo existente entre los países de la «primera línea» que siguen reuniéndose con regularidad para coordinar su apoyo al Frente Patriótico. A solicitud de sus mentores africanos, Nkomo y Mugabe han congelado sus diferencias en el terreno militar para tratar de los aspectos políticos. El acuerdo interno entre lan Smith y los moderados ha precipitado los acontecimientos. A falta de un alto-el-fuego, reclamado insistentemente por Muzorewa, todas las partes implicadas en el conflicto reconocen la necesidad de negociar con el Frente Patriótico. Nkomo sería partidario de congelar las actividades militares, a partir del momento en que recibiera garantías sobre la apertura de elecciones controladas por las Naciones Unidas y la formación de un gabinete provisional dominado por la mayoría africana, no como en el caso presente en que existe una administración bicéfala.

Mugabe afirma que, a lo anterior, hay que añadir la disolución de las «fuerzas de seguridad» rodesianas, condición que parece improbable de ser aceptada ni siquiera por los moderados. La «angolización» es rechazada a prior¡ por todos, con voz un tanto desmayada. Muzorewa, Nkomo y Mugabe cuentan con el mayor número de probabilidades para convertirse en el futuro primer ministro de Zimbabwe. La coalición parece imposible, la victoria de uno de ellos estará cargada de graves consecuencias para sus rivales y sonará indistintamente en cada una de las capitales de los tres grandes. La minoría blanca, que empieza a perder las esperanzas, abandona Rodesia masivamente. En 1975 eran 300.000..., ¿cuántos serán en 1979?

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