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De las golondrinas y el diálogo

El artículo de Julián Marías titulado Las golondrinas del senador Benet, publicado en EL PAIS ( 11-VII-78) en contestación al que publiqué en el mismo periódico el pasado 30 de junio sobre el término « nacionalidades », me ha entristecido por su tono y su contenido. El lector que relea uno y otro artículo comprenderá por qué.En mi artículo me limitaba a constatar, con respeto y corrección, que Julián Marías, al afirmar que el término «nacionalidades» procedía de John Stuart Mill, quien lo utilizó «en su tratado sobre Representitive Government ( 1861 )», se equivocaba, porque este término era utilizado en Europa con anterioridad al 1861, como lo demostró Josep Meliá en un artículo publicado también en EL PAIS (31-1-78),y también era utilizado, con anterioridad a aquella fecha, por escritores catalanes e inclaso por algún periodista madrileño, aplicado precisamente a Cataluña. Como prueba de mi afirmación aportaba seis textos, el primero de 1847 y comentaba que el espacio de un artículo periodístico no me permitía transcribir un mayor número de textos. Como conclusión afirmaba que las expresiones «nacionalidad catalana», España,«haz de nacionalidades», España,«haz de naciones», no son ninguna novedad, ya que eran utilizadas desde mediados del siglo pasado, por lo menos. Y terminaba constatando que cuando, en 1906, Prat de la Riba publicó su obra titulada La Nacionalitat, al titularla así, no hacía más que seguir una vieja tradición, la de aplicar a Cataluña el término «nacionalidad».

Yo creo en el diálogo constructivo. Por ello esperaba que Julián Marías aceptaría un diálogo que podía acercarnos a la verdad. Desgraciadamente no ha sido así. En efecto: de las cinco columnas de su artículo. tres están dedicadas a transcribir y comentar unos textos muy conocidos de Balmes, anteriores a 1847, que en nada afectan a la cuestión planteada, y casi otra columna entera está dedicada a exponernos sus teorías sobre el «uso lingüístico», que explicó en su discurso de ingreso en la Real Academia Española. Así, pues, poco espacio dedica a contestar a mi argumentación. Veamos qué dice en este espacio.

Ante la aportación en mi artículo de pruebas irrefutables que demuestran que el término «nacionalidades » era utilizado en Europa, e incluso en España, con anterioridad a la publicación de la obra citada de Stuart Mill, Julián Marías escribe: «El senador Benet cree que me equivoco, no me extrañaría, porque soy tan falible como cualquiera, y nada pontificante -a menos que se entienda esta palabra en su sentido etimológico de quien hace o tiende puentes- Un mi propio texto se aceptaba la posibilidad de que estuviera equivocado, y Stuart Mill no fuese el origen (o el único origen) de esa acepción.» Así, pues, Marías acepta que haya podido equivocarse e incluso dice que no le extrañaría que se hubiera equivocado, pero se niega a reconocer llenamente su equivocación.

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A continuación Julián Marías se refiere concretamente a los textos transcritos en mi artículo que demostraban que con anterioridad a Stuart Mill se utilizaba en España el término «nacionalidad» aplicado a Cataluña. Escribe: «El señor Benet parece haberse dedicado a buscar -con lupa, probablemente- algunos textos españoles en que, antes de 1861, aparece la palabra "nacionalidad" en el sentido discutido. Desde el 15 de enero hasta el 30 de Junio (fecha de su artículo) ha encontrado seis, algunos no especialmente famosos: de Joan Bta.

Guardiola. Tomás Bertrán i Soler. Joan Mané i Flaquer. Víctor Balaguer, Francese Romani i Puigdengolas y un anónimo redactor de El Parlamento, diario madrileño.»

Una vez más Jullán Marías demuestra su poco conocimiento de la bibliografía catalana y de la historia de Cataluña. Porque al señor Benet no le ha sido necesario utilizar lupa alguna para encontrar aquellos textos y ni tan sólo ha necesitado acudir a investigar en hemerotecas o bibliotecas, ya que todos los textos citados por él se encuentran en obras que actualmente se hallan en venta en las librerías de Cataluña. Unos. en mi obra, escrita con Casimir Martí, Barcelona a mitjan segle XIX. El moviment obrer du rant el bienni progresista (1854-1856), editada en dos grandes volúmenes por Curial, en Barcelona, el año 1976, y los otros, en la obra de Félix Cucurull. Pañorámica del Nacionalisme Catalá, publicada en París, por Edicions Catalanes de Paris en 1975 que hoy se vende libremente en las librerías de Cataluña. Son libros, pues, que se hallan al alcance de cualquier persona que se interese por las cuestiones de Cataluña. Por otra parte, nadie pretende que todos los autores de los textos sean «famosos». Basta que sean importantes, como lo son todos ellos en la historia del ochocientos catalán.

Que el señor Marías, poco conocedor de esta historia, no tenga conocimiento de alguno de ellos o que lo tenga deficiente no mengua aquella importancia. Escribir a menudo sobre Cataluña y su historia en los periódicos no presupone conocer la historia y la realidad catalanas. Los seis textos transcritos en mi artículo -número máximo que permitía transcribir un artículo periodístico- son, según Marías, «las seis golondrinas del senador Benet». Recuerda Marías que «una golondrina no hace verano» y seis quizá tampoco. Pero yo recordaría que la presencia de una sola golondrina -y aún más si son seis- demuestra que las golondrinas existen y que, por tanto, no hay que esperar que alguien las «invente». Como la existencia de los seis textos aportados en mi artículo demuestra que el término «nacionalidad» existía y que dicho término era aplicado a Cataluña, antes que lo «inventara» Stuart Mill.

Finalmente, Jullán Marías afirma que los textos que transcribía en mi artículo «emplean la palabra nacionalidad con suficiente vaguedad para que pueda pensarse que significa lo qué los diccionarios (incluso catalanes) registran: "Particular afecte a alguna nació, o propietat de (sic) ella".» El lector que no recuerde o no haya leído los textos que transcribí en mi artículo podría creer que es exacto lo que escribe Marías. Por ello, para que el lector pueda juzgar por sí mismo transcríbo a continuación algunos de los textos. En 185 1, Joan Bta. Guardiola escribía: «mas no anticipemos cuestiones y Iimitémosnos a sentar, por ahora, este hecho, por nadie desmentido y fecundo en trascendentales consecuencias, a saber: que la raza española no es una sola, que el idioma en España no es uno solo; que el clima no es uno solo y que la historia no es una sola, esto es, que en España los elementos constitutivos de su personalidad nacional no son uniformes, sino variados, y que no hay en ella, por tanto, un solo pueblo, una sola nacionalidad, sino varios pueblos, varias nacionalidades; que España no es, en riguroso y buen sentido de la palabra, una sola nación, sino un haz de naciones.» El periodista más importante del ochocientos catalán, Joan Mañé i Flaquer, escribía en 1855 que «España es una federación de pueblos, de nacionalidades, de razas distintas, con distintas tradiciones, distintas costumbres y distintos idiomas.» Y explicaba que la «nacionalidad catalana» se formó laboriosamente bajo la tutela de sus condes. Por su parte, el progresista Víctor Balaguer escribía en 1856 que España «es una nacionalidad compuesta de diversas nacionalidades ». Romaní i Puigdengolas escribía asimismo que «España es un haz de nacionalidades », y, por fin, en el dia río conservador de Madrid El Parlamento, en 1855, al tratar de la cuestión catalana se escribía: « Esta pequeña nacionalidad catalana, mezquina concepción en los tiempos en que vivimos, de grandes aglomeraciones, de grandes nacionalidades ( ... ), esa nacionalidad, decimos, será reemplazada por creencias y sentimientos distintos.» Ciertamente no ha sido así hasta ahora.

Los hechos son tozudos, escribió alguien. Y los hechos están ahí. gusten o no gusten. El uso del término « nacionalidades », objeto del debate, no es «una moda recentísima que aparece con alguna frecuencia en nuestros periódicos y en los discursos de algunos políticos que acaso no saben muy bien de qué hablan», como afirma Julián Marías. Al contrario, su uso, hoy, es la continuación de una tradición que, en Cataluña, por lo menos, arranca de muy lejos y que ahora quedará consagrada en la nueva Constitución. Que esta tradición sea para muchos desconocida es una prueba más del poco conocimiento que, en general, se tiene de la historia de Cataluña.

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