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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal; la tentación presidencialista

La solución dada a la crisis portuguesa por el presidente Ramalho Eanes ha dejado al país sin equipo gubernamental en un, momento en que las perspectivas de la economía se complican aún más con la posibilidad de malas cosechas y el estallido de nuevas huelgas como las de ferrocarriles y hostelería. La destitución del primer ministro. Mario Soares, ha convertido los desacuerdos entre el Partido Socialista y el Centro Democrático y Social en un conflicto de alcance mucho más largo que no se resolverá con un simple cambio de personas en los Ministerios y cuya explicación profunda reside en las intenciones del presidente Eanes. Al salir Mario Soares del puesto que ocupaba desde el 23 de junio de 1976 -queremos decir. al abandonar el puesto no por voto en contra de la Asamblea Legislativa, sino por decisión del presidente de la República- se abre la Caja de Pandora de las discusiones interpretativas sobre la Constitución y los poderes de Eanes y se inicia el camino por el laberinto para encontrar nuevo primer ministro y nuevo Gabinete que sustituyan a Mario Soares y al PSP que por su fuerte presencia en la Asamblea es difícilmente reemplazable.La Constitución de un país no proporciona todas las soluciones imaginables para su vida política que también han de entrarse en la práctica democrática y necesita de la madurez política de los dirigentes. Ambas cosas no abundan en la joven democracia portuguesa. El presidente de la República está llamado por la Constitución a intervenir en el Ejecutivo, algo que, por lo demás, es normal incluso en regímenes no presidencialistas. Según el artículo 147, debe escuchar al Consejo de la Revolución para decidir la remoción o el mantenimiento del jefe de Gobierno. Al parecer la mayoría de los consejeros fue favorable a Soares, pero Eanes decidió actuar de otro modo. Muy probablemente, el presidente ha usado atribuciones formales, cuyo empleo siempre debe hacerse con una atenta consideración del juego político, en un deliberado sentido intervencionista mediante el cual se apresuró a considerar que no existía base para la continuación del Gobierno y de su jefe.

Los observadores coinciden en señalar que no está claro que el Gobierno Soares hubiese perdido forzosamente su base, y que la destitución del primer ministro fue realizada sin consideración de las alternativas posibles. Este último punto, las interrogantes sobre el futuro, es donde se centran las máximas censuras al comportamiento de Eanes. Pero interrogantes tampoco habrían faltado sobre el futuro del Gobierno Soares, en precario frente al Fondo Monetario Internacional, frente a las negociaciones de otoño con las autoridades del. Mercado Común y posiblemente incapacitado para mantenerse hasta las elecciones generales, previstas para el 80. Pero el caso es que las perspectivas no son tampoco mejores en manos de Eanes. En primer lugar difícilmente puede constituirse un Gobierno capacitado con mayoría en la Asamblea. La interminable crisis del pasado invierno mostró que, aparte el compromiso entre el PSP y el CDS no había otra solución que reemplazase al Gobierno Soares. En segundo lugar la disolución de la Cámara y la convocatoria, de elecciones es bastante complicada sin haberse aprobado antes la ley del censo y las nuevas normas electorales. Otra cosa es que se piense, quizá utópicamente, que unos nuevos comicios darán a la Asamblea la estabilidad que no se logró en varias elecciones anteriores. Y, en tercer lugar, un Gobierno de gestión o un Gobierno presidencialista, nombrados sin tener en cuenta el reparto de escaños, serían soluciones muy transitorias o, lo que es peor, abiertas a la penetración de un personalismo en el poder difícilmente armonizable con la ebullición de la vida política y social en Portugal.

El consenso político está roto o gravemente dañado, los socialistas irritados y el poder vacío. Eanes tiene ahora casi todo en sus manos. Resta saber si la notable falta de estabilidad gubernamental que padece Portugal podrá ser corregida por intervencionismos personalistas o si, por el contrario, éstos harán la inestabilidad aún más pronunciada al erosionar los partidos e impedir su fortalecimiento.

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