El Festival de Cambrils, bajo el signo de Janigro

El Festival Internacional de Música de Cámara de Cambrils y su anejo Curso Nacional de Música han alcanzado este año plena madurez. Seriedad y estabilidad que vienen avaladas por su ya larga trayectoria. En la presente edición ha contado el Festival con una figura del máximo relieve. Lo tiene, y muy merecido, el violonchelista y director de orquesta italiano Antonio Janigro, cuya presencia en los bellos escenarios de Cambrils, Vilaseca de Solcina y Salou ha suscitado la mayor expectación del Festival. Expectación que no ha sido defraudada, pues Janigro, a pesar de su, visible escasa salud y fuerza física, se crece cuando sube al podium. Sus versiones de los compositores barrocos y clásicos, al frente de la Orquesta del Festival, no nos han hecho añorar las que le dieron fama mundial con los Solistas de Zagreb. Por el contrario, Janigro, en plenitud de técnica, puso sus profundos conocimientos al servicio del Festival, cuya orquesta alcanzó cotas de perfección no igualadas en anteriores ediciones. Claro que a ello contribuyó la alta calidad de los instrumentistas reunidos en el castillo de Vilafortuny, llegados desde distintos puntos de España unos y del extranjero otros. También los hay residentes en Cambrils, entre ellos el director artístico e impulsor del Festival, José María Redondo.El Festival de Cambrils se extendió durante quince días, con un programa tal vez excesivamente cargado de conciertos, habida cuenta de que, a los anunciados en el programa oficial, hay que añadir los que efectúan los alumnos del curso paralelo y los improvisados de cámara que organizan, en los pocos huecos disponibles, los músicos participantes. La presentación de Janigro tuvo, como memorable, por los resultados obtenidos, el Concerto grosso, Op. 6, número seis de Händel, y el Concierto para flauta dulce y flauta travesera, de Telemann, este último con la extraordinaria participación solista del profesor madrileño Mariano Martín y de Willy Freivogel, quienes dieron una lección de técnica y estilo irreprochables. También merece citarse la Obertura concertante para piano y orquesta de Rodolfo Halffter, de corte neoscarlattiano, a la que Janigro y el solista Perfecto García Chornet extrajeron todo su chispeante encanto y gracia, muy generación del veintisiete. Es una lástima que no figure esta obra en el repertorio habitual de nuestros conciertos.

Del programa que Janigro dirigió en Salou habría que destacar una formidable lectura de la Sinfonía número 49 en fa menor, La Passione, de Haydn, pieza maestra de la etapa Sturm und Drang. La orquesta respondió al director con la prontitud, vivacidad y afinación que sólo cabe en los grandes conjuntos.

Finalmente, de la sesión en el santuario de la Verge del Camí, recordaremos la esplendorosa ejecución de Janigro, llena de vida, de la Sinfonía número cuatro en do menor, Trágica, de Schubert, y del Concierto número tres en sol mayor, para violín y orquesta, de Mozart, donde brilló la extraordinaria clase, elegancia del fraseo y belleza de sonido del violinista español José Antonio Pérez, que trabaja actualmente en Stuttgart para desgracia de la música española. También la organista catalana María Teresa Martínez mostró en esa velada su buena técnica y musicalidad como solista del Concierto en fa mayor Op. 4 número cuatro, de Händel.

De los restantes conciertos del festival no queremos pasar por alto el que dirigió Angel Recasens, en el cual se produjeron los estrenos del Stabat Mater (1742), de Josep Carcoler y de otras dos piezas corales sacras de Ripollés, también maestro de capilla de la catedral de Tarragona durante el siglo XVIII. Han sido trancritas por el musicólogo Francesc Bonastre, quien participó desde el clave en su interpretación, en la cual intervinieron también las corales Verge del Camí, de Cambrils, y Nova Unió, de Vilaseca.

Música a raudales en un festival que ha dejado de ser sólo loable iniciativa para convertirse en una de las más completas manifestaciones artísticas de España.