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La arquitectura del Centro Manuel de Falla

La inauguración del Auditorio «Manuel de Falla», en Granada, ha convertido en noticia a una obra de arquitectura. Conviene volver a ocuparse de este hecho insólito, pasada la prisa informativa, para hacer hincapié en aspectos que, si bien quedan en segundo plano del acontecimiento, seguramente justifican su resonancia inusual. Ya fue comentada en estas mismas páginas por Enrique Franco la relación que entre Música y Arquitectura se daba en lo que entonces era sólo proyecto en ejecución. Más recientemente, el mismo autor se ratificaba en sus opiniones después de inaugurado el edificio, indagando, además, posibles antecedentes de esta obra en el trabajo anterior de su arquitectura.Y es que una de las cosas que se hacen evidentes en el Auditorio, para los conocedores de las obras de García de Paredes, es precisamente su relación entre sí, su parentesco. De vuelta de la inauguración de Granada, manifesté mi impresión personal del edificio en uso, haciendo referencia a la trayectoria profesional del arquitecto, y a ciertas características de su obra que a mi modo de ver merecen mayor atención. Cuando en nuestro país la arquitectura que cada día se hace goza del mayor silencio, generalmente merecido, en los medios de comunicación, parece oportuno aprovechar las escasas ocasiones en que una obra trasciende el plano de su propia existencia, para plantear la validez general de algunas de sus propuestas.

La ejecutoria de García de Paredes se ha caracterizado por la ejemplaridad de sus planteamientos y la coherencia de sus soluciones.

En 1965, Carlos Flores explicaba las características más destacadas de su arquitectura. Trece años más tarde sigue siendo válido aquel texto y perfectamente aplicable a la obra de Granada.

...«En estos momentos en que se vive un entusiasmo ridículo ante obras de una brillantez pedante y vacía la arquitectura mesurada de García de Paredes parecerá a muchos poca cosa. Creo que no lo es. Y no sólo por su valor en sí, ya notable, sino como reflejo de una manera de entender la profesión que debe conducir, lógicamente, a una constante superación. »

En una forma de trabajo perfeccionista como la de García de Paredes, encontrar el punto de arranque de una solución parece difícil, ya que cada hallazgo es consecuencia de un proceso de depuración a partir de datos anteriores, sin los cuales no se hubiera logrado. El espacio interior, magistral tema de la composición del Auditorio, ha sido relacionado acertadamente por Enrique Franco con la exposición de Falla en 1962 (de la que fue asesor musical el mismo crítico).

También podría establecerse la relación, que conceptualmente me parece clara, con la iglesia de Almendrales. Si en el Auditorio puede sentirse el espacio como religioso, de la iglesia apuntaba Adolfo González Amezqueta, cualidades que bien podrían referirse al Centro Manuel de Falla. La forma de acceder, a través de un atrio, un porche en tangente... El aspecto exterior, cerrado, voluntariamente «inexpresivo», fraccionado, distanciado... Puede buscarse más allá de lo anecdótico en este nivel de apreciación de las columnas, una referencia a la compartimentación espacial árabe, que en el caso de Granada se hace más evidente por simple proximidad física. Pero también en la iglesia -convento de Málagada- se encontraban muchos de los hallazgos del centro granadino. Se dijeron de aquel edificio las posibles relaciones con el gimnasio de Sota y, diría yo, con la de mucha de la mejor arquitectura contemporánea: la arquitectura de contenedor justificada y justificable en virtud de opciones estéticas tanto como funcionales.

La verdadera singularidad del Auditorio está bien lejana de la «idea feliz» por sí misma, de la ocurrencia formal o de la vestidura a la moda. Radica en la coherencia de la producción de su autor.

La dificultad en definir las características esenciales de la arquitectura de García de Paredes puede ser su mejor elogio. La autocrítica que el arquitecto ejerce sobre su propia creatividad, dota asus obras de un equilibrio interno que oculta bajo su aparente facilidad una elaboración paciente e ingeniosa en la que se han tenido en cuenta factores múltiples, y con frecuencia insospechados. La forma de resolver los problemas del modo más sencillo posible, a veces sorprendentemente simples, produce una sensación de naturalidad que hace pasar inadvertidas muchas de sus más radicales propuestas. Posible distanciamiento al afrontar los temas, o más bien conocimiento y respeto histórico a la arquitectura, el hecho es que sus obras en raras ocasiones alcanzan un nivel polémico más allá del ámbito profesional. En una sociedad acostumbrada a la estridencia, la mesura de la arquitectura de García de Paredes permanece en el mejor de los anonimatos, el que hunde sus raíces en la forma y en las soluciones constructivas del pasado siendo, sin embargo, contemporánea y, por ello, inteligible y honesta.

Estas cualidades, apreciables en la obra normal de García de Paredes, en el Auditorio encuentran un punto culminante en su producción. Equiparable a sus mejores logros anteriores (Aquinas, Almendrales, Málaga, Teruel), los supera en madurez y en control de todos los componentes de forma unitaria. Resultado magnífico, insisto, porque el hecho es poco frecuente, producto de un conocimiento profundo del problema planteado, de un amor y respeto al tema y al lugar, de un estudio concienzudo de las dificultades, de una búsqueda de las soluciones óptimas contando para ello con los mejores consejeros (Cremer a la cabeza), del no dejarse llevar de personalismos ni de falsas actitudes polémicas y de un sentido profesional absoluto.

Esta puede ser la gran singularidad de una obra nacida de un proceso riguroso de depuración y de la lógica de plegarse a los condicionantes, de la búsqueda de servir, en definitiva, del mejor modo posible para un arquitecto, a la sociedad que la ha de utilizar.

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