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La paz en Sahara, objetivo del Gobierno mauritano

Tres días después del golpe -o contragolpe, como dicen sus autores- que llevó al poder a un nuevo equipo militar de gobierno en Mauritania, la vida en esta capital es totalmente normal. Con la excepción de un toque de queda en vigor a partir de las ocho de la tarde -diez, hora española-, por lo demás muy flexible, nada aparentemente recuerda que ha habido una sustitución del equipo en el poder. La paz en el Sahara constituye el objetivo primordial.

Las declaraciones del nuevo Gobierno, que ha presentado ya a la opinión pública las líneas generales de su actuación, confirman que no sólo fue una toma del poder bien planeada, sino con una idea concreta de los problemas a resolver. La vida comercial sigue su curso habitual.Dos temas relacl onados entre sí son, a todas luces, la preocupación central del Gobierno: la recuperación de una economía que ellos consideran en bancarrota a causa de «una guerra que por circunstancias especiales ha sido impuesta a Mauritania», y la obtención de una paz en el problema saharaui, imprescindible para lograr el objetivo anterior.

Esto último, sobre todo, se apunta hoy corrio la razón fundamental y última del relevo de poder habido en Nuakchott. Un relevo, por otra parte, sin rencores y sin mayores problemas para la mayor parte al menos del antiguo equipo gubernamental que el haber perdido el poder.

La paz, pues, es el tema central de la acción militar en Mauritania y junto a ella vendrán reajustes internos ya anunciados, como lasustitución de un sistema de partido único por otro plurípartidista, la garantía de las libertades públicas y la puesta en práctica de un mayor liberalismo económico, todo bajo una concepcióri, muy militar, de la preocupación por la eficacia. El nuevo Gobierno no parece tener mayores problemas ni esperar reacciones de consideración.

Sólo en lo externo el margen de maniobra es reducido y las ansiedades pueden ser mayores. La consecución de la paz necesaria para el enderezamiento de la economía pasa necesariamente por la revisión de la intransigencia mostrada por el anterior presidente Uld Daddah con respecto a los otros partenaires, Argelia y el Polisario, aunque está por saber hasta dónde y sobre qué bases están dispuestos a negociar los nuevos gobernantes de Nuakchott.

Las reiteradas afirmaciones del nuevo hombre fuerte, teniente coronel Mohamed Uld Salek, de que «la solución ha de encontrarse con nuestros hermanos marroquíes» no parece sino traducir el deseo de ni preocupar a aquellos que hasta ahora han dictado las iniciativas.

El mes que precedió a la cumbre de Jartum actual fue de grandes operaciones secretas en cuanto al problema saharaui y se habló incluso de un posible encuentro discreto entre Bumedian y Hassan II en la capital sudanesa.

Cualquier entendimiento se hubiera hecho quizá en detrimento de Mauritania, el eslabón más débil de esta cadena.

El golpe de Nuakchott, eviden temente respaldado por Francia puede haber tenido como objetivo tomar la iniciativa en el conflicto del Sahara, y la caución francesa debe proteger a los dirigentes mauritanos en sus intereses, muy dependientes en el presente de los de Francia.

Esta misma caución francesa es la que debe tranquilizar a la vez a la monarquía marroquí en sus ternores de verse sometida a un corsé ideológico adverso por el lado argelino y por el Sur.

Por el momento, todo tiende hacia la paz en Nuakchott. El país la necesita irremisiblemente. En los días próximos se verá más claro cómo piensan llegar a ella los mauritanos.

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