Maribel Atiénzar
Maribel Atiénzar, que el domingo volvió a pisar con zapatilla breve la oblea caliente de Las Ventas, no me parece gran mujer, gran torero, gran torera, porque se meta en los terrenos del toro, sino porque se mete en los terrenos del hombre.Dicen los entendidos -lo dice mi amigo Vicente Zabala- que al toro hay que pisarte el terreno. Maribel se lo pisa al toro y al hombre. A todo lo que tenga cuernos. El otro día me llama Leonor Taboada desde Palma de Mallorca:
-¿Passsa contigo, tío? No haces más que largar de mí.
Bueno, parece que la feminista, que estuvo hace poco en Madrid, enseñando a las madrileñas a mirarse por dentro con un espéculo, ha perdido acento argentino y ganado acento irónico con los años. Eso me gusta. Pero creo que para feminista, Maribel Atiénzar. He ido a verla, a Las Ventas, con mantón de manila y vestido chinés:
- ¿Usted va a ver a la hembra, a la señorita torera o al fenómeno de feria? -me dice el abrecoches, que ha reaparecido como criatura del verano, con el calor hecho vergel en la solapa proletaria.
-Yo voy a ver a la hembra, naturalmente, que somos de la primera generación de postguerra, o sea, todavía muy machos.
Pero no dejo de pensar, camino de la plaza, en tílburi (los cursis que han leído a Stendhal en traducción porteña le dicen fiacre), que lo que tenían que hacer todas las feministas españolas era eso: dejarse de quemar sostenes, sacar pancartas o leer a Efigenio Amezúa, sexólogo en punta cuyo último libro nos explica que «tener una caja de preservativos en la mesilla de noche puede ser un detalle bonito» y que no conviene en ningún caso, para nada, que la mujer se introduzca perejil ni mostaza. Dejarse de leer a Efigenlo y vestirse de luces, con alamares del Rastro, para dar la batalla de los senos y pisar el terreno del macho, del toro, del funclonario, del que lleve los cuernos.
Ya cuando los disturbios universitarios de los felices sesenta yo propuse vestir a todos los estudiantes de tunos, organizarles en rondallas para evitar la subversión. La rondalla contra la célula. No se me hizo ningún caso, como siempre. Franco vestía a los paletos actuales de paletos antiguos, en el Bernabéu, y, sólo con eso había neutralizado la lucha de clases.
Francisco Villar Montijano, un cartero amigo mío de toda la vida, se retira ahora, tras casi medio siglo en Correos, con 16.000 pesetas al mes:
-Tengo numerosos compañeros que se encuentran en idénticas condiciones.
Lo de los carteros no lo arregló Franco, pero también tiene que agradecerle, por otra parte, que no les llevase al Bernabéu, el 1 de mayo, a hacer, por ejemplo, de Miguel Strogoff en El correo del zar.
Las feministas del mundo llevan una lucha difusa, esforzada, incomprendida, y ya las nuevas líderes arrinconan a Betty Friedan en capilla lateral con culto aparte. Pero en España la feminista tiene un círculo muy concreto de actuación: el ruedo taurino. Del mismo modo que propugnan una ginecología femenina para que el hombre no ponga sus manazas en el niño clónico del futuro, deben ir apoderándose de la fiesta, sustituir los gacetilleros por gacetilleras, los picadores por picadoras, los ganaderos por ganaderas, los trincones por trinconas y los toros por señores.
A mí me gusta Maribel Atiénzar porque torea bien y porque es rubia y guapa y se estira el pelo para atrás y el terno le sienta, pero quiero verla lidiar un funcionario. Del mismo modo que Olga Ramos saca un espectador para marcarse con él un viejo chotis, Maribel debe sacar un señor de puro, de un tendido de sombra, y hacerle la faena completa. Claro que mientras nuestras feministas se obcecan contra el pálido adversario de corbata, sin entender que es tan víctima como ellas de un sistema, Maribel, que no ha leído a la Friedan, se va en corto y por derecho al origen del machismo español: el toro. Ese sí que es un tío machista.
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