Maribel Atienzar rompió el fuego feminista en Las Ventas y triunfó
Después de cuarenta años sólo para hombres llegó al ruedo de Las Ventas una mujer y tocó pelo; es decir (pues el argot taurino hay que traducirlo, a veces), cortó una oreja. Contenta estará la condición femenina. Ya hay un ovario, o dos, o siete -de oro, desde luego-, que saltan frenéticos en busca de las manos de esta torera que ha tocado pelo. Maribel Atienzar rompió el fuego y triunfó.La pasearon a hombros los entusiastas (y los profesionales del asunto, llamados capitalistas; mayormente Atos), y la gente hacía chistes o juegos de palabras. La gente se pasó la tarde haciendo chistes y juegos de palabras, o dando vueltas al equívoco, siempre las mismas, con poca imaginación. Sólo porque toreaba una mujer. Como si la historia de la tauromaquia no estuviera llena -lo contábamos el domingo- de mujeres toreras. La novedad de la mujer torera es más antigua que El Tato.
Plaza de Las Ventas
Corrida mixta. Cuatro toros de Charco-Blanco, desiguales de presencia, mansos y broncos. Manuel Rodríquez: Pinchazo, media delantera contraria, rueda de peones y descabello (silencio). Pinchazo; media pescuecera, perpendicular y atravesada, cuarteando y tirando la muleta, recursos que utilizaría en lo sucesivo; intenta el descabello, pinchazo, estocada pescuecera, primeraviso, pinchazo en el cuello, otro junto al testuz, nuevo intento de descabello, segundo aviso, estocada corta delantera, descabello y terceraviso (te echan el toro al corral, protestas. Pepe Pastrana: Bajonazo (silencio). Media estocada tendida y caída a todo arrancado, y media atravesada (silencio). Y dos novillos de Juan Mari Pérez Tabernero, escasos de presencia, flojos y dóciles. Maribel Atienzar, de Albacete, debutante: Bajonazo exagerado y descabello (escasa petición y vuelta). Bajonazo (oreja, que pasea a hombros). Presidió bien el comisario Corominas.
Rabiosa novedad
De manera que, una vez más en la fiesta, todo está inventado y el que se tiene por más flamante invento no pasa de ser una antigualla. Ocurre, sin embargo, que hacía cuarenta años (mes más, mes menos) que no toreaba una mujer en Las Ventas y ésta era la rabiosa novedad. 1978 es ,en este ruedo only man (sólo que antes, hasta el domingo) el año de las reposiciones, pues, por ejemplo, debía hacer también lo menos cuarenta años que no se veían dos corridas seguidas tan feroces como los cobaledas de hace unas semanas.
Y pues hablábamos de salvar la fiesta (llevamos, también en esto, cuarenta años con el tema), ¿usted qué prefiere?: ¿los sobresaltos de los cobaledas o las dulces suavidades.artísticas (estamos en toreo estricto ¡ojo!) de la señorita Atienzar? Bueno, a lo mejor hemos apuntado aquí dos extremos, caricatura de los polos en que se mueve el público de toros. No tan duro, resabiado y cornalón el género como lo cobaleda -de un lado-, no tan almibarado, facilón y triunfalista como el espectáculo Maribel -de otro-, pero así, así: ¿toda la emoción o ninguna ernoción?, ¿toreo o pases?, ¿tres tercios o uno sólo?, ¿lidia o,antilidia?
Desplante y garbo
Vestida de celeste y oro, larga coIa de caballo, Maribel Atienzar pisó fuerte durante el paseíllo. Su sonrisa no se descompuso desde que apareció por el portón hasta que la sacaron a hombros. Tiene todas las tablas imaginables. Cualquier novillero en su debut, cualquier matador en una de tantas tardes de compromiso, sale a la plaza mucho más nervioso que Maribel. Que además se jalea. Cuando remata las tandas de pases lo hace con un desplante jacarandoso, se va con garbo de la cara del novillo y saluda al público. « i Vengan palmas! ». Y vuelta a empezar.
Con el capote ni se la vio. Lanceó poco y sin estilo. Con la muleta ligó faenas. Fueron, cierto que sí, ligadas ambas, ¡mucho cuidado!, construidas en una parcelita escasa, variadas, entusiastas y, por tanto, emotivas. A la distancia adecuada, en el terreno preciso. Si hemos de analizar (y analizaremos más, pues si uno fuera machista se abstendría, por aquello de que la mujer es un ser inferior que necesita protección y piropo), habremos de decir que utilizaba el domingo una muleta enorme, que citaba con el pico, que se encorvaba demasiado al embarcar, que mataba a bajonazos. Y que contó con dos novilletes flojones y chochones, no más agresivos que el manido carretón.
El público de cara
Todo lo contrario que sus mayores, Manuel Rodríguez y Pepe Pastrana, los cuales tuvieron que liquidar un género manso y bronco, para lo cual noaaportaron ni ganas ni oficio y se dejaron ir (más bien se tiraron de cabeza) al hoyo del fracaso. La lidia que dieron a sus cuatro toros resultó más demencia¡ que mala; una continua inhibición, mientras los peones pegaban te lonazos a lo que saliera; nula con la muleta y, con la espada, el desastre. A Rodríguez, que sólo empleó minuto y medio en aliñar al cuarto, le echaron ese toro al corral, pues durante casi catorce minutos fue incapaz de matarlo.
El contraste, claro, era Maribel. Muy bien preparada traía la puesta en escena, incluido el fracaso de sus compañeros, más hombres (por supuesto), más viejos, más experimentados, aunque hay quien lógicamente lo duda. Y el público de cara fue una baza que sumaba a su grácil figura, a su entereza, a su técnica para cuajar faena y a sus novilletes de cartón.
Puede hacerse de oro esta Mar¡bel, pero sería másjusto que saliera al ruedo con otros novilleros o novilleras; no importa si ellos o ellas, pues todos somos iguales. Las corridas mixtas son un truco que se debe ir descartando ya, al menosen la plaza de Madrid.
Babelia
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