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Tribuna
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El gaullismo de hoy

«Puesto que todo vuelve siempre a empezar, lo que yo he hecho será, más tarde o más temprano, fuente de nuevos ardores después de que yo haya desaparecido.»Esta predicción del general De Gaulle, como tantas otras, se ha cumplido. Siete años después de su desaparición, su obra y su magisterio nos dan fuerza para vislumbrar, sin nunca cejar en el empeño, la luz de la esperanza.

Pero el gaullismo no es ni el culto a un recuerdo ni la custodia a una herencia. Nacido bajo la fórmula moderna del encuentro de un hombre y de un destino, se personalizó en ese hombre, pero esto no quiere decir que se hubieran identificado. Charles de Gaulle lo dijo él mismo: «La empresa de renovación nacional, cuyo último fin y razón de ser es el servicio a Francia, que es a su vez su ley y su impulso, aunque sea denominado "gaullismo" desde el año 1940, no es más que la forma contemporánea del impulso de nuestro país hacia una irradiación de poder y de influencia que responde a su vocación humana en el centro de la humanidad.»

Siempre ha habido en la historia de Francia hombres y mujeres que han vuelto a encender este impulso cuando se rompía o se enturbiaba.

Los gaullistas que hoy se han reunido en el Rassemblement pour la Republique han aceptado esta misión. No pueden, sin embargo, llevarla a cabo repitiendo el pasado.

Queremos conservar para Francia su lugar de primera fila en el mundo, pero el mundo ha cambiado. Queremos poner a la sociedad al servicio del hombre, pero la sociedad se ha transformado. Aceptar o rehuir el cambio no es una cuestión de simple discusión. Hay que dominarlo buscando a los problemas que nuestro país tiene planteados soluciones a la medida de nuestro tiempo. Este es el comportamiento gaullista. Y el gaullismo no es un programa, ni siquiera una doctrina. Es un comportamiento.

Frente al desafío que nos lanza el nuevo mundo, nosotros respondemos:

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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- Afirmando la primacía del hombre y de sus derechos.

- Desarrollando la democracia para lograr un equilibrio más justo entre la autoridad del Estado y la descentralización de las responsabilidades.

- Garantizando el derecho al trabajo por medio de una nueva política económica.

- Reforzando la independencia nacional, condición fundamental de nuestra libertad.

Estos objetivos no son fáciles de lograr. Somos bien conscientes de que es fuerte la tentación de ceder a la inercia de las cosas, de que muchos ya se han resignado prácticamente a soportar todas las exigencias de las fuerzas que nos rodean. Pero nosotros, nosotros creemos que el hombre está hecho para dominar las cosas y que las exigencias del interés nacional pueden ponerse frente a todas las demás. Hace falta voluntad e imaginación. Los gaullistas poseen ambas. Y tienen además de esto conciencia de que el sentimiento que los aglutina les confiere una misión magnífica: la de conducir no solamente a Francia, sino también a todos los países occidentales hacia la reflexión sobre el gran debate de hoy: «¿Puede, o no, Occidente asumir su destino?»

*Ex primer ministro (1974-76), dirigente del partido gaullista RPR (Reagrupamiento por la República). Alcalde de París.

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