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Nueva edición de la obra completa de Angel González

"Sigo intentando hacer una poesía conectada con la realidad"

Juan Cruz

Acaba de aparecer en Barral Editores la tercera edición de Palabra sobre palabra, antología de poemas de Angel González, escritor español que, desde 1970, enseña en universidades norteamericanas, de las que es profesor visitante de modo permanente, desde 1972. En la actualidad da clases de literatura española contemporánea en la universidad de Nuevo México (Estados Unidos).

La publicación de la nueva edición de la antología, que comprende la obra de Ángel González hasta el pasado año, ofrece la oportunidad de preguntar por la evolución de este poeta. «Hay dos constantes básicas que subyacen en mi poesía, que siguen determinando mi escritura, a pesar de que han pasado ya más de veinte años desde que publiqué mi primer libro de versos. Por una parte, sigo intentando hacer una poesía que tenga que ver con la realidad o, para ser más exacto, con mi experiencia de la realidad. La escritura poética es una manera de clarificar, de profundizar, de conocer mis experiencias. Por otra parte, está la preocupación dominante por la expresión justa, por la palabra en sí misma, que es el origen del poema y aún más: es todo el poema. No se trata, naturalmente, de la palabra bella, sino de la palabra ajustada, casi imprescindible, precisa. En este sentido, comparto las opiniones de Ezra Pound, que afirmaba: "Al lector sólo se le conmueve por medio de la claridad. Al describir los movimientos del corazón humano, la durabilidad de la escritura depende de la exactitud."»«Sé que mi poesía ha evolucionado» -dice Ángel González-, «pero más que la evidente evolución, lo que yo percibo es la constancia de esas dos preocupaciones fundamentales. Acaso pueda hablarse ahora de una expresión más libre, de un mayor abandono a los hallazgos puramente intuitivos.»

A Ángel González se le ha asociado, a veces, con lo que se llamó poesía social. Esa adscripción podría hacer creer que alguno de los libros de este escritor proceden del desarrollo de posiciones teóricas, de ideas previas. « Pienso que no es así. Incluso en los libros o poemas más coincidentes con la tendencia social, las palabras surgen siempre de preocupaciones y obsesiones personales, que de alguna manera me exigían una formulación con la misma intensidad que -por ejemplo- las obsesiones eróticas. Creo que esto es válido para toda mi poesía, con muy pocas excepciones. Alguna vez he escrito poemas de encargo, pero para hacerlo ha sido necesario que el tema encargado llegase a ser una de mis obsesiones privadas. Mis poemas surgen siempre de unas palabras para mí misteriosas, que encuentro más que invento. La escritura del poema no es más que el intento de dotarlas de un sentido, de su sentido. Ese sentido no es, por tanto, la ca asa de la escritura, sino la consecuencia. »

Ángel González es, también, un hombre de la generación del cincuenta, bautizada así por Juan García Hortelano en una reciente antología poética. El criterio de las generaciones, dice Angel González, está basado en un hecho real, genético. «Pero eso no basta, hace falta algo más, que a veces existe, pero que otras veces es invención de los profesores de literatura y, de los críticos. Tal invención es pedagógicamente útil, o al menos inevitable, pero da lugar a muchas confusiones. Si hacemos una historia literaria por generaciones, quedarían fuera de ella poetas como Moreno Villa o incluso Unamuno, que publica su primer libro de versos en 1907, si la memoria no me engaña: un libro muy importante hoy, pero que no respo ade a la estética de su tiempo, que responde a las preocupacioaes de una generación en aquel año extinguida o vieja. Así, pues, en mi opinión, el concepto inevitable y muchas veces arbitrario de generación hay que aceptarlo con notables reservas.»

Con todo género de reservas, sin embargo, Angel González se ve en la generación antologizada -por separado- por García Hortelano y por Antonio Hernández. «Pocas generaciones habrán compartido en unos años decisivos la vivencia de un hecho determinanle tan grave e insoslayable como la guerra civil -y esto queda alto y claro en las antologías de Antonio Hernández y de García Llortelano, especialmente en la de este último-. Lo que ocurre es que ni siquiera ese hecho es válido para definir a toda una generación de poetas, sino para confirmar un grupo de ellos: precisamente, de un modo muy claro, el que Hortelano ha elegido, si prescindimos de uno o dos nombres -por otra imprescindibles- de su selección. Además, lo compartido, lo generacional, está más claro en el arranque, en el inicio de la obra. Ese supuesto substrato común, aun en los casos en que efectivamente existe, se diluye, hasta casi desaparecer, cuando esa obra se desarrolla, cuando la personalidad de cada uno desborda los moldes de la época propicia. Eso se ve muy claro ahora en los llamados poetas del veintisiete. Muchos de nosotros comenzamos desarrollando y, a la vez, negando la labor de los llamados poetas sociales de posguerra. Ahí podría quizá encontrarse un no muy inverosímil tono generacional. Luego cada cual se fue por su lado. Pero creo que hay algo que sigue operando y que justifica cierto parentesco entre poetas tan diferentes entre sí como Valente y Claudio Rodríguez, Gil de Biedma y Brines, y en su fidelidad a la poesía de la experiencia" y a la preocupación por la palabra poética, que los hace tan distantes, por una u otra causa, a sus antecedentes y a sus consecuentes.»

Ángel González cree que es una pedantería la insistencia con que se habla de la destrucción del lenguaje. «Es como si alguien pretendiese desmontar las pirámides de Egipto con un alfiler por toda herramienta. O como si un escultor afirmase que lo que intenta es destruir el mármol. La poesía se construye desde y con el lenguaje, que sigue siendo lenguaje dentro del poema.» Para el poeta, la insistencia indicada es «una manifestación más del antipático elitismo dominante, tan falso y negativo, a mi modo de ver, como los aires populistas que circularon por la España de los años cincuenta».

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