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Crítica:LA SEMANA CATALANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Joan Miró y la Claca

El acontecimiento artístico teatral de este precoz fin de temporada sigue llevando el nombre de Joan Miró. Contrariamente a lo establecido y a los usos y costumbres, el marco de la última actuación mironiana no ha sido el habitual de las galerías o los museos. Ha sido -¡oh, admiración!- el Liceo, el teatro más clásico y aburguesado de la ciudad, el templo de la ópera y el reducto de la escena italiana, donde ha tenido lugar la presentación de una obra insólita, suma de valores plásticos, teatrales y musicales, que la troupe de titiriteros actores Claca propuso a Joan Miró hace cosa de dos años. Mori el Merma, título de la obra, fue estrenada en Palma de Mallorca el 7 de marzo de este año, con la presencia del propio Miró y el entusiasmo enfervorizado de los mallorquines, quienes por primera vez desde los años cuarenta tomaban contacto con el ciudadano más notable y a la vez más desconocido de su isla.Barcelona ha reconsagrado el Mori el Merma en una fiesta continua que se ha prolongado por seis días y que ha abarrotado a precios populares el coliseo más reaccionario hasta la fecha de los que siguen funcionando en Europa. Uno de los salones más fastuosos y grandes del mundo, construido en 1848 y que a lo largo del año se limita a presentar ópera y ballet, ha acogido, rompiendo una tradición inveterada, este espectáculo, que es fruto de la más festiva y anticonvencional creatividad de un pintor octogenario y de catorce jóvenes actores.

Joan Miró y la Claca

Gran Teatro del Liceo.

No es la primera vez que Joan Miró se acerca al teatro. Ya en 1929 intervino junto con Max Ernst en una versión de Romeo y Julieta. En 1932 realiza también los decorados y los Figurines para el ballet Jeux d'Enfants, estrenado en Montecarlo, con música de Bizet y coreografía de Massine. Al año siguiente esta obra -de corte mucho más clásico que el actual espectáculo- fue presentada en el Liceo de Barcelona. Desde entonces Miró se ha mantenido alejado de la escena hasta que los chicos del Claca consiguieron motivarle y seducirle para trabajar conjuntamente en un espectáculo abierto que tiene como trasfondo el famoso Ubu roi de Alfred Jarry; el popular poema del conde Arnau y otros personajes de filiación grotesca o épica. Mori el Merma, en el fondo, es una sátira a las formas de poder absolutistas, a la voracidad, de las tiranías y a los regímenes no democráticos.

La historia del proceso de realización del espectáculo es muy simple. A fines de 1976 los Claca, dirigidos por Joan Baixas y su compañera Teresa Calafell, consiguen conectar con Joan Miró y entusiasmarle con la idea de representar el Ubu roi, que él ya había trabajado años antes en una serie de ilustraciones. Sucesivos contactos, varias sugerencias y u n intenso trabajo en equipo culminan en 1977, cuando Miró, concentrado con los Claca, trabaja frenéticamente y realiza los monigotes, máscaras y decorados, de lo que finalmente se denominará Mori el Merma.

De una parte, los Claca consiguen dar vida al corpus mironiano. Sus colores, manchas, astros, ojos, lunas, muecas, caligrafías, etcétera, cobran vida, pasan de lo estático a lo cinético, de lo irreal a la misma realidad, pese a la ficción teatral. De otro, Miró impulsa a los actores-realizadores surgidos de la tradición titiritera catalana, les sugiere movimientos, técnicas, recursos, sonidos, lo que da como resultado una obra dramática de total predominio visual.

El lenguaje de Miró y de los Claca es en el fondo el mismo, pese a proceder de prácticas artísticas muy distintas. El beneficio recíproco ha sido altamente estimulante. La única especificacidad ha sido la del arte sin adjetivaciones ni especialidades. Como realización, Mori el Merma suma la imaginación y los esfuerzos del pintor con los recursos y planteos específicamente teatrales de los actores.

El resultado final del espectáculo, que combina dosificadamente la farsa sobre el despotismo con: escenas de infinita ternura y enorme fuerza poética o sexual, es dominado permanentemente por las sugerencias plásticas y el potencial cromático de estos enormes animales y estos gigantescos monstruos que se mueven con intensidad y frenesí, logrando alcanzar resultados que pertenecen mucho más al mundo de las artes visuales que al de la escena o la literatura teatral.

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