_
_
_
_
Entrevista:

"Las mujeres casadas son seres que le toleran la violación"

Pregunta. Si exceptuamos la campaña contra la violación, el movimiento feminista francés parece desorientado, algo vacío de contenido, ¿cómo lo ve?Respuesta. El movimiento francés está llegando actualmente a sus límites en cuanto a grandes manifestaciones, ya no es posible organizar más acciones exteriores. Hubo varias etapas, grupos de concienciación interesantes en un principio cuando el movimiento estaba en plena efervescencia; pero después se convierten en algo terrible, en ghettos donde nacen pulsiones raras, delirios, suicidios, odios. También hubo una producción de libros que han traído un soplo de aire, pero se está agotando.

Es evidente que en su origen mismo, en sus manifestaciones, el MLF tiene algo que le aparenta a un movimiento elitista, burgués y sin representación política clara. Pero, ha sido un movimiento importante, no cabe duda de ello. Las dos grandes campañas (aborto, contracepción y violación) se fueron difundiendo por todo el país a pesar de que a veces, tal como en el caso de la campaña contra las violaciones, no se han dominado los medios. Ahora bien, los partidos políticos, sobre todo, la izquierda, han recuperado inmediatamente estos movimientos, de forma vergonzosa. Durante la última campaña electoral no ponían ni un cartel sin una mujer que declarase: «Yo mujer, he entendido. Voto por... »

Sin embargo, observo que algo formidable ha ocurrido a raíz del movimiento feminista: ha empezado a haber un malestar, se han modificado las cosas, cosas posibles hace todavía diez años ya no lo son, cosas que podías escuchar en la radio o que te podían decir hace diez años, ya no te las puede decir hoy, y algo que no se puede decir es algo que paulatinamente no puede pensarse.

P. ¿Qué le parece el movimiento representado por Giséle Halimi?

R. No estoy en contra, pero no veo su interés. No cambia mucho las cosas. Dicen que va a tener consecuencias positivas pero también hay algo positivo en esa recuperación que hacen los partidos que se ven obligados a tomar en cuenta ciertas cosas, el trabajo de las mujeres, etcétera, y los partidos tienen más fuerza para esta clase de cosas. No creo que constituya un poder, ni siquiera actúa a nivel de toma de conciencia... no veo en que aporta realmente algo nuevo al elegir este tipo de inserción en la lucha política. No creo que así avancemos y, de alguna forma, haciendo creer que por esta vía avanzamos, frenamos.

Violación y continuidad

P. Antes no parecía estar de acuerdo en la forma en que se llevó la campaña contra las violaciones.R. Primero creo que esta campaña ha producido una psicosis que reduce la vida de las mujeres. Yo misma que nunca sentí miedo a pesar de salir mucho sola, me di cuenta una noche que había caído en ello sin motivo alguno, me había impresionado la campaña contra la violencia y las agresiones. Allí es donde falló esta campaña porque se ha utilizado en un clima en el que intentar crear el miedo entre la gente, y funciona.

Por otra parte, se planeó mal. No se puede lanzar una campaña de este tipo sin tener detrás un bagaje crítico de lo que es la sexualidad, las relaciones hombres/ mujeres, y si te centras en la violación te quedas siempre en el fenómeno espectacular, escandaloso, olvidándonos de lo esencial, aunque, estamos de acuerdo, la violación es horrible. Hay que preguntarse por qué este gesto particular es posible, conque se articula la violación. La violación no es una desviación... yo diría que es casi normal que la gente viole en un estado de desorden o de cansancio. No se ha estudiado suficientemente la relación de los hombres y la sexualidad, tampoco la de las mujeres. En mi opinión, las mujeres consienten constantemente a algo que es del orden de la violación. Las mujeres casadas son seres que toleran, admiten, la violación. Por ejemplo se les ha enseñado siempre que encontrasen normal que un hombre ligue con ellas de forma algo brusca, o les diga lo que tienen y no tienen que hacer y es en este clima que los hombres violan. Es simplemente la exasperación de un tipo de relaciones, no se trata de una locura repentina. Por tanto no se puede montar una campaña contra la violación sin primero haber sensibilizado a las mujeres sobre lo que es la violación cotidiana. Además, si bien es verdad que una campana de este tipo ayuda a las jóvenes que se atreverán a denunciar el hecho, no ayuda a la mayoría de las mujeres. Aquellas que desde los veinte años son violadas por sus maridos, o las que desde hace años son violadas por el padre, el tío o el suegro. Se empieza a descubrir ahora que hay un número impresionante de violaciones de este tipo, en que las madres sumisas no dicen nada, aceptando la desgracia. Sin llegar a estos extremos hay que ver la cantidad de mujeres que durante años han aceptado, se han sometido a una tristeza que les da tristeza. Entonces cuando se dice -como se ha dicho en la TV- que una mujer violada es una mujer muerta, para mí es horrible porque es condenar a aquellas desgraciadas mujeres violadas que no se han atrevido a hablar, es decirles que ya no valen nada. Esta cuestión de la violación es un detalle pero creo que las luchas que han llevado las mujeres no siempre han ayudado a las demás, ayudan fundamentalmente a que los hombres y los partidos tomen conciencia. En lugar de proyectar nuestras aspiraciones, nuestra concepción de lo que es la felicidad, habría que preguntar qué son las mujeres y cómo viven. Pero también es verdad que las mujeres hablan poco y en este mundo ganan los que más fuerte hablan.

P. Sin embargo estas luchas producen un cambio en la situación de las mujeres.

R. Pensé que el feminismo tenía algo esencial, que no se trataba de un frente secundario. Hoy ya no sé. Me da la impresión que no estamos en lo que se trama, que no hemos hecho nada. No creo que el feminismo sea actualmente revolucionario. Incluso llego a pensar que aporta una especie de sangre nueva al capitalismo avanzado que ya no necesita a las mujeres obedientes, metidas en casa que le hacía falta hace cincuenta años. Necesita a mujeres que se parezcan algo a los hombres, mujeres que participen de la vida de la ciudad, de la producción y consumo a pesar de que pueda plantear problemas a nivel de mercado de trabajo, mujeres emprendedoras, decididas, que sepan mandar. Las necesita aún más cuando surge entre los hombres una especie de inseguridad, pierden cada vez más el interés por esas cosas, la política, etcétera.

P. Es esto lo que le empujó a escribir Parole de femme?

R. Al escribir este libro no se me pasó nunca por la cabeza que estaba escribiendo un libro feminista o militante. Ni soy, ni he sido militante nunca, de nada... reconozco que me enorgullece pero he sentido siempre una especie de malestar frente a los grupos constituidos. Lo que sí he querido ser y me considero es escritora. En un momento dado tuve necesidad de escribir este libro... sentí indignación al ver que la escala de valores que se nos inculcaban estaba totalmente falseada, pervertida. Los valores según los cuales nos han fabricado son siempre la propiedad y la ganancia. A fin de cuentas quería hacer un trabajo sobre esta intoxicación ideológica dándole un sentido más político que feminista. Pensaba «es imposible, vemos a través de sus ojos de propietarios, y nos someten a esta grave intoxicación ideológica que ha sido casi la de una civilización entera. Y ¿para qué? para que siguiera funcionando la máquina del propietario, del amo, del padre». Quería entender por qué funcionamos según unos valores que de hecho ni son nuestros, ni nos apetecen.

P. Parole de femme ha producido reacciones contrapuestas entre las feministas.

R. No me esperaba el éxito del libro. Ha llegado a ser un texto de referencia, un libro de base para muchos grupos que se determinan en función de él. Las feministas radicales son las más hostiles porque consideran que el combate esencial está en la opresión sexual, la explotación, y que yo pierdo el tiempo escribiendo sobre nuestro cuerpo, las reglas, el embarazo, el goce. Unas han llegado a decir que les hacía el juego a los hombres porque defendía valores que ellos siempre habían buscado. En estos momentos una reconocida antifeminista francesa, Annie Lebrunc, me acusa por lo contrario de odiar a los hombres. Este libro ha provocado reacciones violentas -me acuerdo de haber tenido una conversación con Simone de Beauvoir, a raíz justamente del libro. Eramos muy amigas, pero algunos aspectos de lo que escribí le molestaron. Me decía: «A pesar de todo, lo que es interesante es la autoridad, el saber... los hombres detentan ciertas cosas que son buenas y usted no las puede negar. Es normal que cada uno elija una clase de puesto dentro de las jerarquías. Esto, no lo puede negar y tampoco puede negar que es más interesante enseñar, investigar, que hacer hijos.» Quiero muchísimo a Simone de Beauvoir, ha hecho mucho por las mujeres, pero para mí algo no cuadra allí. Finalmente hay que plantear las rupturas, hay que preguntar: «este mundo que tenéis delante, aquí, ¿os apetece o no? ¿tenéis ganas de él o no? Creo que a muchas mujeres les apetece este mundo, y, al igual que los hombres han caído en la trampa. Pienso que en el fondo tampoco los hombres tienen ganas de poder, pero están condicionados por lo que se les presenta como lo único deseable, aquel por lo que hay que luchar, aquello por lo que hay que vivir y adquirir poder. Los hombres son víctimas de esto, pero también muchas mujeres son víctimas de lo mismo, y entonces, cuando se les habla de vivir más felices, en función de algo que puedan desear, van hacia este deseo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_