La polémica de la identidad valenciana
En los últimos días ha renacido una vieja polémica sobre la identidad del País Valenciano, tomando como pretexto el programa cultural televisivo Hora 15, en que se calificó al poeta de Gandía, Ausías March, como «el más importante poeta catalán medieval». Esta valoración les valió a los realizadores del programa la acusación de catalanistas, nada más lejos de su voluntad, según diría Martín Ferrand, director del programa, en la emisión en que replicaron los oponentes a la anterior aseveración.Una vez más resurgía, especialmente en Valencia capital, un largo proceso sobre las propias señas de identidad, arropado con la catalanización de las comarcas valencianas. Por debajo de las discusiones filológicas sobre si el valenciano es una lengua autónoma o, por el contrario, una variante del tronco común del catalán, subsisten reales divergencias políticas sobre cómo se entiende el valencianismo y la evolución hacia la plena autonomía, plasmadas en grupos sociales que vienen manteniéndolas hace varias décadas. Al menos diversos hechos de la historia más próxima así lo confirman.
Valencianismo cultural
El valencianismo cultural precedió al político. La Renaixenca de las postrimerías del siglo XIX actuó de movimiento de recuperación nacional en lo idiomático y literario, frente al centralismo con figuras como Teodoro Llorente y Wenceslao Flores, actuando dentro de un bilingüismo. En lo político, el blasquismo aparece como tendencia política republicana y federal capaz de vertebrar a un gran sector de la población y asimismo rentabilizar políticamente el malestar de la burguesía librecambista valenciana, disconforme con la política proteccionista de Cataluña. Años después pierde la hegemonía, al tiempo que pacta alianzas con la derecha. Surge entonces una nueva generación de la burguesía valenciana representada por Ignacio Villalonga y otros que, en 1927, comprarán el Banco de Valencia. Con todo, es más bien una excepción dentro de los grupos dirigentes, que de hecho han promovido la castellanización frente al valencianismo popular.
Villalonga, Joaquín Reig, Sanchís Sivera, Sanchís Guarner, Almela i Vives, Carles Salvador, Nicolás Primitiu... y numerosas entidades firmaron en 1932, en Castellón de la Plana, las normas ortográficas de Pompeu Fabra, acuerdo que ponía fin a la polémica gramatical, si bien expresaba que las autoridades filológicas firmantes mantenían sus puntos de vista científicos y tanto éstos como las nuevas generaciones tenían la misión de ir rectificando dicho acuerdo transitorio. Cuatro décadas después, cuando en 1975 la polémica tuvo nueva presencia, veintitrés académicos (Dámaso Alonso, Jesús Pavón, Alonso Zamora, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela, Fernando Lázaro, etcétera) firmaron un dictamen que definía al valenciano como variante dialectal del catalán y calificaba de aberrante todo intento de desmembrar el País Valenciano de la comunidad idiomática y cultural catalana, «dentro de la cual el País Valenciano ha tenido y tiene un lugar tan relevante ».
La aparición del ensayo Nosaltres els valencians, de Joan Fuster, en 1962, coincide con un año de crisis en el franquismo: huelgas en las zonas más industrializadas del país, contubernio de Munich, captura de Julián Grimau, escritos de intelectuales pidiendo explicaciones por la conducta policial en Asturias... hechos que hacen replegar filas a las estructuras provinciales y regionales que desempeñan alguna parcela de poder. Aparte de que el «intelectual de Sueca» fue quemado simbólicamente en diversas fallas al año siguiente, recibió además todo tipo de ataques verbales opuestos a la recuperación de un valencianismo cultural y político desde posiciones de izquierda.
Años después, en 1974, la presencia de estos sectores valencianistas en la organización de un concurso de teatro destinado a favorecer la recuperación de autores valencianos representados por comisiones falleras motivó una fuerte reacción del Ayuntamiento y la propia Junta Central Fallera, controlada por la Corporación. Así, el citado concurso entró en una vía muerta y a raíz de la respuesta dada por los estamentos oficiales, José Antonio Perelló Morales dejó la presidencia de la Diputación Provincial de Valencia.
Las elecciones del 15 de junio confirmaron la hegemonía política de la izquierda en el País Valenciano, que, por esta razón, también tiene mayoría en el consejo preautonómico. Con motivo de estos comicios apareció un escrito ampliamente difundido por la calle -firmado por Vicente Giner Boira, candidato al Senado por Alianza Popular-, advirtiendo a los votantes que si daban su apoyo a determinados candidatos del centro y socialistas, el día 16 dejarían de ser valencianos para denominarse en adelante catalanes. Los aludidos no pudieron responder, ya que el escrito se repartió horas antes del cierre de la campaña electoral.
Presiones sobre el consejo
Resultado de la debilidad electoral de la derecha han aparecido posteriormente nuevas organizaciones, Unión Regional Valencianista (URV), Grupo de Acción Valencianista (GAV) y Consejo Valenciano, que, en el campo político o cultural, postulan la defensa de la personalidad valenciana frente a la catalanización y asumen la denominación de Reino de Valencia y la senyera como postulados programáticos más caracterizados. En este contexto se dan las tensiones en el seno de UCD, que suponen la marginación del sector más nacionalista, y una toma de postura sobre estos tres temas que, por el carácter de las próximas elecciones municipales, pueden facilitar ventajas electorales al tratarse de cuestiones que han sensibilizado a la, opinión pública valenciana de forma insistente.
El decreto que concede la preautonomía confirma el término País Valenciano, decidido por el conjunto de parlamentarios, ya que la denominación región suponía facilitar el camino a una futura autonomía de segunda clase y, en cuanto a la denominación reino, así como los temas de la bandera y de la lengua,, no podían ser contemplados en el decreto por pertenecer al debate de la Constitución. El respaldo popular para la concesión de las instituciones autonómicas se obtuvo en la Diada del 9 de octubre, manifestación unitaria que evitó airear las discrepancias sobre la identidad valenciana.
Los últimos incidentes a propósito de la Hora 15 todavía traen cola, y han supuesto un reforzamiento del protagonismo de la derecha (AP y otras formaciones), con actuaciones convergentes de grupo de ultraderecha, presionando el consejo para definirse sobre el valencianismo y los aspectos básicos del proceso autonómico (símbolos y lengua). Asimismo, la intervención de determinadas autoridades locales, procedentes del franquismo, han puesto en entredicho de cara a la opinión pública el carácter integrador y apartidista del primer Gobierno valenciano.
El presidente del consejo, José Luis Albiñana, así ha valorado los recientes hechos, al tiempo que defendió la libertad de expresión e investigación científica propias de toda sociedad democrática. Si bien a título personal expresó su opinión sobre la necesidad de tener un símbolo que diferencie, aplazó cualquier decisión en este campo al referéndum del Estatuto de Autonomia. No obstante, la derecha y el centro, de cara a las municipales, están definiendo el valencianismo de nuevo cuño, mientras el PSOE -hegemónico el 15 de junio-, a punto de unificarse con los socialistas nacionalistas, y el Partido Comunista del País Valenciano, no quieren entrar en una polémica sobre identidad valenciana, centrada exclusivamente en unos símbolos y la defensa frente a terceros.
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