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Los obispos vascos denuncian el abuso de poder y la violencia

«Acción política y violencia» es el título de un amplio estudio realizado por los secretariados sociales de las cuatro diócesis vascas, para analizar, desde una perspectiva humana y cristiana, las causas del clima de tensión social en el que vive el País Vasco desde hace muchos años y que conduce al pueblo a participar inconscientemente de una actitud violenta, cuyas consecuencias recaen sobre el propio pueblo.

Los autores del estudio entienden que no se puede considerar únicamente como violencia la que se ejerce contra la integridad física de las personas, aunque sea la más cruenta y llamativa, sino a cualquier forma de imposición sobre la voluntad de los ciudadanos a través de organismos de poder, o por medio de presiones para crear determinados estados de opinión. El primer origen de este clima de violencia radica en la estructura económica capitalista, que crea grupos humanos con intereses enfrentados y destruye cualquier forma de solidaridad auténtica, para dejar paso a un hombre insolidario, competitivo, con un afán desmedido por el poder que da el dinero.

En el capítulo de la violencia institucional se apunta la ausencia de algunas libertades fundamentales de la persona., sin que quepa explicar este hecho por el deseo de defender el bien común.

Pasa a la página 16

Manifiesto de los obispos vascos sobre la violencia en Euskadi

(Viene de la página primera)

Se señala, asimismo, que el pueblo vasco, al igual que otros, no encuentra todavía en las instituciones existentes un cauce adecuado para la expresión de su identidad vasca.

Al mismo tiempo que se señala el valor del pueblo como principio de cohesión, se apunta el riesgo de su exaltación desmedida, que ha creado un ambiente de división en el mismo pueblo y respecto a otros. Se identifica -añade el estudio- la pertenencia a un país con una opción política determinada, hasta el punto de calificar de traidores a los que no la comparten o de negar todo derecho a las personas que proceden de otros lugares.

El abuso de poder ocupa otro apartado en el que se señala el riesgo de que se utilice la estructura de la Administración para imponer determinados puntos de vista carentes de apoyo popular y cuyo cumplimiento exige actitudes represivas. También se apunta la continua violencia sobre las conciencias a través de campañas de opinión, actitudes dogmáticas, calumnias, verdades a medias, o por la falta de definición de los grupos políticos.

Existe también una instrumentación de las reivindicaciones populares: amnistía, problema nuclear, autodeterminación, que se utilizan como medio de agitación permanente para sacar a las masas a la calle.

La violencia física, que atenta directamente contra la integridad de las personas, ocupa el último capítulo, con su larga cadena de atentados, muertes, amenazas, secuestros y coacciones de todo tipo que han obligado a algunos a abandonar el País Vasco o han sembrado el temor en determinadas zonas.

El clima de inseguridad en que viven las fuerzas de orden público, cuyos miembros son asesinados a sangre fría o rechazados por un sector importante de la población, les lleva en ocasiones a actuaciones poco serenas, aunque se señala que la actuación violenta de tales fuerzas ha decrecido sensiblemente.

Entre las causas de la violencia física se apunta también la utilización de la persona como un mero objeto de interés político, dependiente siempre de la razón de Estado o el interés de la revolución. En este último caso, el grupo revolucionario, como poseedor de la clave de la historia, se convierte en juez indiscutible de las vidas y las acciones de cualquier persona.

En el terreno de los caminos posibles para superar este clima de violencia se señala la necesidad de profundizar en ¡ajusticia y la libertad como valores humanos e históricos que han de realizar en plenitud la existencia humana. El documento finaliza con una reflexión sobre la esperanza cristiana.

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