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Tribuna:Debate constitucionalCRONICAS PARLAMENTARIAS
Tribuna
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Las cosas de la edad

Manuel Vicent

La Comisión Constitucional tiene un aire de familia, un clima de sobremesa político-jurídica donde lo mismo se cita a Hobbes que se cuenta un chascarrillo baturro. La Comisión Constitucional no tiene aquel diseño de espeso terciopelo que ahoga a los famosos barítonos del Pleno. Aquí todo va un poco a la manera paisana y coloquial, y además está el presidente, Emilio Attard, con su humor hospitalario, que es un padre feliz entre los suyos con algo de cascarrabias divertido como el juez de un condado del Oeste, talmente un personaje de John Ford. Pero en este ambiente de ilustre rebotica caen los grandes conceptos heridos por la ironía, se arropan las verdades de Bodino con una bella parrafada, y como quien no quiere la cosa, entre una puya, un chiste, una cita de San Agustín y un proverbio chino se aprueba la dignidad de la persona, se votan los derechos humanos sin perder esa media sonrisa de tertulia.El debate de ayer se enroscó con mucha soltura alrededor del párrafo segundo del artículo 11, que establece la plenitud de los derechos políticos a los dieciocho años. La incongruencia de este predicado constitucional con la mayoría dé edad que el Código. Civil concreta a los veintiuno ofreció una munición a conejo parado al socialista Sotillos para sacar los forros al asunto. La casuística de esta contradicción es bastante surrealista. A partir de los dieciocho años se puede elegir y ser elegido. Un alcalde de Madrid, que todavía no ha hecho la mili podría firmar un presupuesto de 30.000 millones de pesetas, pero será incapaz para comprar un coche sin el permiso de su padre. Podría ser socialista y estar sujeto a la obediencia de su progenitor concejal afiliado a Alianza Popular. Y aquí fue cuando saltó Fraga, naturalmente, con su cabeza rapada de luchador, para recordar que un padre romano persiguió a su hijo cónsul con una garrota por el foro y que no pasó nada; oiga usted, y que a algunos políticos inmaduros tampoco les vendría mal una lección paterno-escolástica en el lumbar. Cosas de la vieja escuela, ya se sabe, de maestros de palmeta según el concepto patriarcal de la política.

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Roca Junyent ha hilado el absurdo hasta la carcajada pura. UCD se reía, claro está, pero no ha cambiado de opinión a pesar de que el socialista Obiols le ha recordado que la juventudes muy pasota y está acampada al este del Edén de esta democracia, pero sin dejar de darle al guitarrón, sabe muy bien que aquí se están conculcando sus derechos. Por UCD han hablado Oscar Alzaga y Herrero de Miñón, siempre con el estribillo que se ha convertido en la marca de la casa: este es un articulo de la Constitución, de modo que venga luego el legislador ordinario con unos puntos de sutura a acomodar los textos del Código. UCD ha demostrado su falta de reflejo político, ha descubierto lo rudimentario de su olfato rentable, su estropeada sensibilidad electoral. Por un lado, niega a la juventud los derechos que comporta la rebaja de la mayoría de edad a los dieciocho años, y por otro reconoce su capacidad de votar a partir de ese feliz aniversario. Eso es como golpear el parietal izquierdo a un señor y cederle alegremente después una navaja para que opine. Eso que se mete doblado en la urna, Pero, ya digo, la Comisión Constitucional es una reunión muy civilizada.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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