"Prefiero expresarme con imágenes mejor que con palabras"
Entrevista con el cineasta Fred Wiseman
La obra de Fred Wiseman se proyecta actualmente integra y cronológicamente en la Filmoteca Nacional. Desde que en 1967 realizara su primera película, Wiseman ha rodado un filme cada año. Sus once filmes forman un gran fresco sobre la vida americana. Wiseman es un maestro indiscutible en su género, a quien la prestigiosa critica Pauline Kael calificó como «la personalidad más sofisticada surgida en el campo del documental en los últimos años». Fred Wiseman ha estado en Madrid para presentar su obra en la Filmoteca Nacional, y Fernando Trueba le entrevistó para EL PAIS.
«Comencé a interesarme por el cine siendo muy joven, como todos. Más tarde, durante 1957 y 1958, residí en París e iba a la Cinémathèque todas las tardes. Allí rodé pequeños filmes en ocho milímetros. Cuando volví a América intenté estudiar Derecho en la Universidad de Boston, pero no me interesaba mucho. Comencé a trabajar un poco en el cine: fui productor del filme de Shirley Clarke In cool world (1963); durante el rodaje de esta película me di cuenta de que yo también podía dirigir. En 1966 emprendí la realización de mi primera película, Titicut follies. Quiero hace filmes sobre temas de la realidad, observando cómo vive la gente de mi época en mi país.»Pregunta. ¿No se ha planteado nunca la posibilidad de rodar un filme de ficción?
Respuesta. Sí, quiero hacer un filme de ficción. Ahora estoy escribiéndolo. Pero soy un apasionado del documental. Creo que, en cierto sentido, los documentos son también filmes de ficción. La gran diferencia para mí es que en el documental uno crea la historia después, en el montaje. Y en las películas de ficción se crea antes, al escribir. Quiero hacer un filme de ficción para cambiar mi forma habitual de trabajo y para ver qué es lo que soy capaz de hacer con los actores.
P. Existe algún tipo de relación en EEUU entre la gente que trabaja en el cine directo?
R. Ninguna. Conozco a muchos, como los hermanos Maysles, pero nada más. No existe ningún tipo de colaboración. No tengo una definición muy precisa de lo que es el documental. Todo lo que sé es que hay mucha gente que trata de hacer películas sobre la realidad de formas muy distintas. Lo que me gusta es que no hay ninguna regla, ningún método de trabajo que sea el mejor, cada cual hace lo que desea. Esto es lo más interesante. Creo que en el cine directo, documental o como quiera llamarse queda mucho por hacer y por descubrir.
P. ¿Encuentra dificultades para la producción de sus películas?
R. Tras Titicut follies fundé mi propia productora: Zipporah Films. Hasta 1971 tuve que hacer todo tipo de trabajos para vivir, para ganar dinero. Montaba mis películas por la noche o los fines de semana. En 1971 hice un contrato con la Television Educational, la Public Broadcasting Service (PBS), que posee 250 estaciones de televisión por toda América, por cinco años para rodar un filme anual. Este contrato ha sido renovado por otros cinco años. Gracias a esto puedo rodar con continuidad y no tengo que andar buscando dinero para cada película que ruedo. Gracias a este contrato y a mis charlas en universidades y cine-clubs puedo ir viviendo como filmaker.
P. ¿Esto no supone ningún tipo de censura o control sobre su trabajo?
R. No. Yo les indico un tema sobre el cual quiero rodar una película y ellos me dan el dinero. Sólo ven el filme una vez terminado. Esto me da mucha libertad y no tengo a nadie vigilándome mientras ruedo. Trabajo con total independencia, con un equipo de tres personas: un cameraman, un auxiliar de cámara y yo, que dirijo y grabo el sonido. Sólo una vez en mi vida he utilizado focos. Ruedo con película muy rápida, la doble-X dieciséis milímetros, que muy a menudo fuerzo hasta alcanzar sensibilidades más altas. Esto me da una gran libertad de movimientos y me permite rodar en casi todas las condiciones de luz.
Problemas con censura
P. ¿Qué tipo de difusión tienen sus películas?R. Desde High School (1968), mi segundo filme, todos han pasado por televisión. Mi primera película, Titicut Follies, fue prohibida por razones políticas particulares del estado de Massachusetts, pero después nunca he vuelto a tener problemas con la censura. El estado federal, en América, no tiene derecho a censurar. Lo que sí existe es la censura interna: que una cadena de televisión no quiere emitir determinada película. Aunque a mi no me ha ocurrido. Según la Constitución, el estado no puede impedirte publicar algo en los periódicos. Gracias a esto, el público puede leer o ver lo que quiera y tomar sus decisiones con todo tipo de información.
P. En sus películas no existe nunca ningún tipo de comentario, de voz en off.
R. No me gusta. Intento -espero conseguirlo- que quienes vean mis películas comprendan lo que pasa por sí mismos, reaccionando a su manera a lo que ven. Si alguien les dice lo que ocurre es como si otra persona piensa por ellos. Yo digo lo que pienso sobre cada tema por el montaje, por la forma en que ordeno y selecciono los acontecimientos presentados en mi película. Siempre hay una opinión. Muy fuerte incluso. Pero presentada de forma indirecta. Cuando hay una voz que explica... es de forma directa. Detesto el planfleto. Yo no digo en mis películas debéis hacer o pensar esto. Dejo a otros que lo hagan. Esto no impide que muchas sean fuertemente críticas. Lo que ocurre es que no ofrezco soluciones ni teorías. En cierta forma, creo que mis películas son como novelas, en el sentido de que tienen mucha ambigüedad. Me gustan las situaciones complejas y quiero que mis películas posean una complejidad similar a la de la realidad que filman. Detesto a la gente que al hacer cine simplifica los problemas, así no ayudan a nadie. Ciertos cineastas se creen muy listos, en posesión de la verdad, lo que me parece muy pretencioso.
P. Temáticamente, su obra es un gran fresco sobre las instituciones americanas...
R. Sí, y sobre las relaciones entre la gente y las instituciones, y sobre cómo el Estado regula la vida de la gente a través de las instituciones. Todos mis filmes tienen por tema las instituciones públicas, salvo Essene (1972) y Meat (1976). Una de las cosas que más me atraen en el documental es que forma una especie de historia actual que ayudará a que, en siglo futuros, vean cómo vivíamos. Y que, espero, dará muchos problemas a los que escriben la historia. Prefiero expresarme con imágenes mejor que con palabras. Es una forma distinta de mirar el mundo.
P. ¿Qué cineastas le han influenciado?
R. Al que más me ha influenciado no lo conocí hasta después de haber hecho diez películas. Cuando vi El hombre de la cámara, de Dziga Vertov, comprendí que él era el maestro.
Creo que alguien de Radiotelevisión Española está viendo mis películas en la Filmoteca. Me gustaría que las compraran para que aquí se viera cómo es la vida en América... ¿Cree usted que las comprarán?
Babelia
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