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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Morir por algo

En la amplia filmografía suscitada por la guerra de España le ha llegado inevitablemente el turno a uno de sus títulos mejores: Morir en Madrid, seguramente el más famoso también, con L'Espoir, de Malraux. Realizado, como se sabe, hace 18 años, el tiempo ha trabajado a su favor, otorgándole categoría de clásico. Estrenado en España con evidente retraso, cuando ya otros filmes trajeron hasta nuestras pantallas testimonios parecidos en parecidas imágenes, mantiene, sin embargo, sobre tales obras menores una superior categoría evidente.A pesar del tiempo transcurrido, de su forzoso esquematismo, de algunos leves cortes, la intuición de su realizador su rigor en la palabra y el encuadre, le han elevado a la categoría de modelo de todos esos otros relatos documentales que por caprichos de la distribución le precedieron.

Morir en Madrid

Dirección: Frederic Rossif. Texto: Madeleine Chapsal. En las voces Suzanne Flon. Germaine Montero, Pierre Vaneck, Roger Mollien, Jean Vilar. Fotografía: Georges Barsky. Montaje: Suzanne Baron. Música: Maurice Jarra. Documental. Blanco y negro. 1962. Local de estreno: Buleverd.

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Líderes políticos en el estreno español de "Morir en Madrid"

No es un filme de riguroso análisis, sino la historia apasionada de una guerra nuestra que trascendió más allá de nuestras propias fronteras, resumen de nuestra historia moderna y preludio de tantos otros conflictos exteriores. No se abusa en él de los protagonistas. Lorca, Unamuno, Pasionaria o Franco hablan por sí mismos, los unos con sus palabras, los otros con sus hechos. Enfrentados, paralelos, vivos, componen esta historia política y bélica en la que la palabra muerte resuena a cada instante como canto, promesa o en el duro balance de unas cifras, en el que la imagen misma de la muerte se asoma una y otra vez, heroica, feroz, emocionada o envilecida.

Este filme, esta España donde Unamuno apela a la razón y en la que un escritor francés anota que se ejecutan hombres como se talan árboles en otras latitudes, aparece muy certeramente vista por Rossif y tantos anónimos operadores, en la elección de archivo y otros rodajes complementarlos realizados años más tarde. Filme en cierto modo literario y romántico digno de una guerra que lo fue en grado extremo para tantos artistas y escritores como a su sombra acudieron, adquiere su dimensión más emocionada y auténtica con la defensa y cerco de Madrid que le da título. Este Madrid tan denigrado, en el que tanto ingenio periférico trató siempre de lavar propias manchas y olvidos regionales, cargando sobre sus espaldas modos de ser, de hablar incluso que le eran y le son ajenos, convirtiéndole en capital del cuando no del medro, esta a la que tantos llegan para mejor vivir, aparece retratada en su pueblo de mano maestra al compás de aquellos que llegaron para morir en ella. Los bombardeos de la ciudad, su resistencia a ultranza, las mañanas del Clínico, las noches del Metro, las batallas del Jarama o de Brihuega, traerán a la memoria de tantos madrileños vivos el recuerdo de tantos españoles muertos.

Voces de guerra incorporadas hoy al pasado de los viejos cancioneros épicos alternan en la banda sonora con la música de Maurice Harre, tan melancólica como las imágenes a las que sirve de excelente fondo. Las palabras de Madeleine Chapsal son justas en su medida y emoción, aunque hubiera sido deseable escucharlas en versión española, habida cuenta, sobre todo, de que el doblaje del documental no exige costos excesivos.

El arte de la guerra, que en Rossif suele coincidir por propia elección con acontecimientos históricos fundamentales, va le había llevado a con anterioridad a este Morir en Madrid otro filme sobre los de exterminio nazis. Tras el dedicado a la guerra española, llevó a cabo un tercero sobre la Revolución de Octubre, que evidencia, como todos los suyos, una capacidad poco común para reconstruir desde un punto de vista crítico, momentos trascendentales de la historia social del hombre. Hoy día, sin embargo, su interés y su dominio de la técnica parecen apuntar a temas ecológicos, a la vida de ese mismo hombre en el medio ambiente de las ciudades o la Naturaleza. Tal se desprende de sus últimos títulos, entre los que destaca Los animales y posteriores series para televisión como La fiesta salvaje, precursora a su modo también de muchos otros estudios.

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