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El asesinato del presidente de la Democracia Cristiana italiana

Aldo Moro fue muerto de varios disparos en el corazón

Juan Arias

El cuerpo de Aldo Moro apareció ayer por la mañana en el centro de Roma, dentro de un coche Renault 4. El cuerpo se hallaba en el maletero, cubierto con una manta de viaje de color marrón. Estaba vestido con un traje azul y un abrigo gris. En los pantalones se velan restos de arena de mar. El cadáver presentaba varios balazos en el pecho; sobre las heridas, la camisa y varios pañuelos llenos de sangre.

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El coche se encontraba en la calle de Michelangelo Caetani, a la altura del número nueve, a 150 metros de la sede del Partido Comunista y a doscientos del de la Democracia Cristiana, en la plaza de Jesús. Una llamada telefónica, de la que no se conocen más detalles, advirtió a la policía que, en un coche rojo, aparcado en la calle de Funari, al lado de la calle Caetani, se había puesto una bomba. Eran las doce y media (13.30 hora española). Inmediatamente, la policía localizó el vehículo en la calle de Caetani y advirtió enseguida que en el maletero se encontraba el cuerpo de un hombre cubierto con una manta de viaje. La noticia saltó inmediatamente a la radio y la televisión. El lugar fue acordonado en un radio de cien metros por la policía, que no permitió que se acercara ni un solo periodista. La noticia oficial fue dada a las 13.30. Se temía que en el coche, además del cuerpo de Aldo Moro, pudiese haber bombas.La noticia, en la reunión de la DC

La Democracia Cristiana estaba celebrando en ese instante una reunión de la dirección del partido. Se acababa de aprobar un documento en el cual se confirmaba la línea de firmeza ante las Brigadas Rojas y la negativa a las negociaciones con los terroristas. La noticia la dio a Zaccagnini el jefe de prensa Umberto Cavina, mientras estaba hablando Amintore Fanfani, presidente del Senado. Zaccagnini, con un nudo en la garganta, se puso en pie y dijo sólo estas palabras: «El infame asesinato ha sido consumado. El terrorismo nos ha robado a uno de los hombres más prestigiosos de la democracia, no sólo cristiana, sino también italiana.» Toda la dirección del partido, en pie, mantuvo unos minutos de silencio. La dirección interrumpió su reunión inmediatamente.

La persona encargada de comprobar que se trataba del cuerpo del señor Moro fue Pasquale Mollíca, colaborador y amigo de Zaccagnini. La noticia empezó a correr de boca en boca en toda Italia. Radio y televisión no emitieron ningún otro programa. Durante las dos primeras horas fue casi imposible tener noticias concretas porque las fuerzas del orden acordonaron el lugar donde se encontraba el coche con el cadáver de Moro. De hecho, las primeras noticias de radio y televisión hablaban de un coche rojo, después blanco, y después gris. La primera noticia que llegó acerca del cuerpo la dio el vicepresidente del Gobierno Evangelisti: «El rostro es pálido y la barba larga.»

Uno de los primeros políticos quizá el primero que se acercó al coche, fue Giancarlo Pajetta, miembro de la dirección del PCI y responsable de la política interna cional del partido. Un grupo de policías le abrió camino para que pudiera llegar al lugar. Pero Pajetta no quiso que se levantase la manta que cubría el cuerpo de Moro hasta que no lo hiciera la policía. A un periodista le dijo: «Es una prueba de locura y de sadismo sin proyecto político.»

Alrededor de la calle de Caetani se fue formando, desde los primeros minutos, una manifestación espontánea de ciudadanos. En todos los rostros se advertía el dolor y la indignación.

Hemos visto llorar no sólo a las mujeres, sino también a políticos y a gente sencilla de la calle. Todos sentían este crimen como una ofensa al pueblo italiano. Hasta el último momento se había esperado que las BR no llegasen a cometer semejante crimen.

Saragat: «El cadáver de la República»

Las primeras declaraciones de los líderes políticos estuvieron impregnadas de emoción. Se oían sólo las palabras «horror», «crimen», «vergüenza». El viejo Saragat lloró ante los micrófonos de la radio. «Lo que me horroriza -dijo- es quejunto al cadáver de Aldo Moro veo el cadáver de la primera República, que no ha sabido defender al líder democristiano.»

A las pocas horas de la brutal noticia del asesinato de Moro, en toda Italia aparecieron carteles con estas palabras: «Aldo Moro ha sido asesinado.Vive en nuestros corazones su fe en la libertad. » Desde las cuatro, hora italiana, se proclamó una huelga general y empezaron a realizarse manifestaciones en las mayores ciudades. Esta mañana, una concentración que se prevé importante será celebrada en Roma, en la plaza de San Giovanni.

Aunque en el momento de despachar esta crónica reina en todo el mundo político y en la calle dolor e indignación, no se observa temor. La primera impresión es que se trata, más que de un acto puramente terrorista, de algo más importante. Sevuelve a decir, como en la mañana del secuestro y asesinato de los cinco agentes de la escolta de Moro, que no es un «crimen a la italiana», y que, en realidad, no se puede hablar de un gesto «revolucionario» porque un acto tan salvaje puede dañar a la izquierda y, sobre todo, a la nueva izquierda.

De hecho, los primeros líderes de la izquierda, como Riccardo Lombardi, han pedido que se cuide de no hacer eljuego a la reacción de derechas. Aún ayer se supo que Curcio y sus compañeros de la cárcel no querían que Moro fuese asesinado. El movimiento de la «autonomía», que celebrará mañana un congreso nacional en Roma, había indicado también que aunque está contra el Estado, no deseaba el cadáver de Moro, porque así se dañaría sólo al verdadero movimiento revolucionario, el que no ama la clandestinidad, sino las masas.

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